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Luis Francisco Esplá llena Arles de arte

El torero y pintor alicantino elige a la Maja de Goya y al toro camargués como símbolos en su regreso

El torero y pintor alicantino Luis Francisco Esplá. isabel ramón

Luis Francisco Esplá vuelve a los ruedos por una tarde, encarnado en su doble dimensión artística: la de pintor y la de torero. La cita será la tradicional corrida goyesca que se celebrará mañana, 10 de septiembre, en la ciudad francesa de Arles, situada a las puertas de la Camarga, en el corazón de la Provenza. El maestro alicantino ha diseñado hasta el último detalle que engalanará el coso arlesiano. Información ha tenido acceso en exclusiva a la obra de este genial pintor alicantino, así como a las explicaciones de su profundo significado.

Esplá, Medalla al Mérito de las Bellas Artes, parte del simbolismo en sus creaciones. Su intención es dejar muchas puertas abiertas para que el espectador juegue con su estilo cognitivo. «Para mí -declara- es muy importante que quien se aproxime a mi obra pueda desarrollar su propio mundo interior. Eso es lo que he tratado de hacer también en esta ocasión». La principal virtud del artista consiste en «aunar conceptos, dejando cierta libertad al individuo. De esta forma es el espectador el que redefine la obra», agrega.

«Mi intención en esta edición de la corrida goyesca ha sido concebir una escenografía que actúe sin conflicto con lo que acontece en el albero y que, a la par, según se vaya deshaciendo en el transcurso de la lidia, deje una profunda huella en quien la contempla». Así resume este singular artista su principal intención a la hora de diseñar el escudo que adornará las arenas de Arles. «Nada ha quedado al azar. Todo está provocado, intencionado», explica. «La cruz de la Camarga ocupa el centro neurálgico del paisaje, invocando a la fe; pero la cruz también representa el sacrificio (del toro) y la resurrección. La corrida aspira a restituir nuestros anhelos de inmortalidad», apunta. «Hay un corazón en plena erupción pasional invitándonos a contagio, y un ancla descansando sobre un agitado mar de toros, que evoca la esperanza depositada en la tarde, en los toreros; capaces de conducir las oscuras fuerzas destructivas del toro -tan similares a las del mar- y transformarlas, dotándolas de sentido, en el milagro que ilumine la tarde. Luz y oscuridad, la eterna dualidad. El ying y el yang. Lo femenino frente a lo masculino, lo cóncavo evidenciando lo convexo, lo lunar oponiéndose a lo solar. Queda reflejada esta constante que administra el cosmos, en el jeroglífico contenido entre las rayas de picar: presidiendo el Sol, representado por un círculo con un punto en su interior; debajo, a la derecha, la Luna. El resto hace alusión a sus interacciones. Arriba, el Fuego y el Aire, vicarios solares en la tierra. Abajo, la Tierra y el Agua, elementos lunares. Frente a chiqueros, un cuadrado coronado por una media luna simboliza: Exaltatio Lunae in Tauro (sic)».

Un rapto mitológico

El espectáculo de una corrida goyesca requiere del desarrollo de una atmósfera particular que funcione exclusivamente para este evento: «Cuando me planteo la escena me preocupo de que el continente sea capaz de dialogar con el contenido. Por eso llegué a la conclusión de que la mejor opción aquí era utilizar la simbología que proponía la propia historia». El pretexto para diseñar el cartel anunciador de la efeméride ha sido, en esta ocasión, adaptar el rapto mitológico por excelencia: el de Europa. En la mitología griega, Europa era una mujer fenicia que fue seducida por Zeus. El dios griego, transformado en un toro blanco, se mezcló con las reses que poseía el padre de la muchacha. Mientras Europa y su séquito recogían flores cerca de la playa, ella vio al toro y acarició sus costados. Al notar que era manso, se montó en él. Zeus aprovechó la ocasión: corrió al mar y nadó hasta Creta llevando a Europa en el lomo. Una vez allí, Zeus reveló su auténtica identidad, y Europa se convirtió en la primera reina de la isla.

De manera análoga, Arles se apodera del concepto goyesco que, en sí mismo, es ajeno a la cultura francesa. Para ello, Esplá ha encontrado dos iconos que no necesitan de mayores explicaciones. Por una parte, la maja, mujer goyesca por excelencia; por otra, el toro de la Camarga, animal primitivo que Goya reproduce en sus grabados. «La maja de Goya es la representación más genuina de cuanto podemos denominar goyesco. Tan clara es la identificación de este ideograma que le sobra hasta la ropa», manifiesta. «No he querido hacer nada que me acercase a Goya en el sentido de imitarlo. La maja que yo he hecho es una maja más bien de cómic. He querido extraer el licor y ponerla en la actualidad con mi lenguaje». Pero la intención de este cartel iba mucho más allá. El creador alicantino necesitaba cimentar, sobre aspectos mitológicos, la afortunada apropiación arlesiana del evento goyesco. De este modo, amparado en la tradición y sus precedentes históricos -como lo son el Rapto de Europa por Zeus- «no me quedaron dudas para convertir a Arles, de nuevo, en toro; esta vez bravo, con idénticas hechuras al camargués», afirma. Y, es curioso, tan parecido morfológicamente a los toros recreados por Goya en su tauromaquia. El color no podía ser otro: azul, como alusión al humedal que circunda la ciudad. «Queda, pues, consumado el rapto con el alborozado consentimiento de la goyesca, un año más, en Arles. El pretexto está contenido en el rapto, que es lo que vertebra absolutamente todo», declara.

Respecto al espectáculo taurológico por excelencia, la corrida de toros que se vivirá mañana en Les Arenes de Arles junto a Morante de la Puebla y Juan Bautista, el matador alicantino manifiesta que también esta ocasión tan especial, con su evidente carga simbólica y alegórica, «remite a ese nexo que existe entre lo divino y lo humano».

«La corrida de toros -explica el torero- es un artículo de fe y la fe, lamentablemente, no se sustenta por sí sola en lo abstracto, necesita muchas veces de lo material». El ser humano necesita siempre apoyar en el aparato sensitivo todas estas cuestiones que son como el estribo para elevarse a lo divino. «Ése ha sido el hilo argumental, incide: usar la simbología para que el evento sea un sustrato sobre el que pueda apoyarse el espectador e interactúe sin entrar en conflicto con lo que va a ocurrir el sábado». Es decir, se queda como un telón de fondo. Eso fue lo que más preocupó al artista alicantino; esa sutileza que necesitaba para no hacer romper el argumento. «Había que ser humilde, vincular y crear ese conflicto emocional que atase una cosa con otra sin que ninguna se quedase trabada por sí sola», sostiene.

Soprano y tenor

Los amigos íntimos de Esplá saben que sus gustos musicales difieren de los que dicta la tradición taurina, fundamentalmente el pasodoble. «Los franceses son magníficos también en este sentido», manifiesta. «No se han conformado con organizar una corrida goyesca al uso, sino que también la han dotado de otros ingredientes». En la goyesca arlesiana, una soprano y un tenor acompañan cuanto acontece en el ruedo; «pero este año les he sugerido que sea el violinista Paco Montalvo y la Orquesta Chicuelo, dirigida por el maestro Rudy Nazy, quienes reinterpreten nuestras evoluciones en el albero», desvela. «Del mismo modo que no quería que la escena fuese capaz de crear un conflicto con lo que se va a dar sobre ella, tampoco podía permitir que la música interfiriera. Su misión es apoyar y realzar lo que allí ocurra. En ningún caso puede llegar a la discusión, a oponerse al discurso del matador», advierte.

«Este evento necesita olvidarse de los elementos meramente decorativos. Para una actuación integral deberíamos habernos sentado a reflexionar los tres toreros actuantes, pero eso no ha sido posible», remarca. La puesta en escena en una corrida de toros no es totalmente espontánea. Necesita de una preparación en la que se coordine cómo va a funcionar toda aquello: «Yo, particularmente, preciso de gran aparato musical. Como, por ejemplo, las composiciones de Patricia Barber, que resaltan con esos toques fuertes cuando me doblo con el toro por abajo. Le otorgan sentido a esa sinrazón y acentúan la violencia del momento», declara. «Se podrían entender muchas claves del toreo explicadas a través de la música, que posee un lenguaje mudo y emocional que es capaz de llegara capas mucho más profundas del ser humano».

Esplá también ha diseñado el traje de luces que el maestro alicantino estrenará mañana en la goyesca arlesiana. «Está dentro de un cierto clasicismo con respecto a la época que refleja. No podemos interpretar el toreo como era entonces, pero sí podemos remitirnos al siglo XIX con las connotaciones actuales que lo ponen en una escena moderna», abunda. «He confeccionado un traje tabaco bordado en pasamanería azul. El tabaco significa tierra, pero a la vez es el color caliente de lo solar. El cordón azul es el cielo, que podía representar también lo femenino. Será finalmente el espectador quien redefina toda esta dualidad», resalta.

Y una reflexión final: «Si la alquimia no falla y los signos esotéricos han sido bien redactados, es seguro... bueno, casi seguro, que los dioses bendecirán la tarde. De cualquier modo, la única que parece estar convencida de la magnanimidad celestial es la Maja, pues, desde su mitológico rapto a lomos del toro azul Arles, no ha dejado de mecer la indolencia de su molicie en las taurinas aguas de su Camarga». Qué Dios reparta suerte, maestro.

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