«Mi nombre es Daniel Caballero, Fica para los amigos». Así comienza la explicación de un viaje cuyo motivo linda entre la ilusión, el delirio y la cordura. Dani es un joven de 28 años, natural de Mayorga, Valladolid, que decide emprender un viaje con su vieja bicicleta «Jolly Jumper» que le llevará desde Elche, donde vive, hasta Lisboa.

Empezaba el verano y Daniel, como muchos de los estudiantes universitarios, comenzaba la ronda de currículums por los comercios de Elche. La idea era conseguir un trabajo durante los meses de verano que le permitiera pagar la matrícula de su último año del grado en Periodismo de la Universidad Miguel Hernández. Ocasionalmente, había trabajado en empresas organizadoras de eventos para montar escenarios, pero era una actividad que no constituía una fuente de ingresos estable. Muy en la tónica general de los tiempos que corren para los jóvenes, no le contestaron de ningún sitio, y así fue.

Daniel tuvo la idea de crear un blog, en el que pudiera narrar las peripecias que le sucedieran durante su búsqueda de empleo. Así nace luckydany.live/, al que añadió un sistema de donaciones con el fin de obtener los mil euros de su próxima matrícula universitaria.

«Ya que creaba un blog serio, tenía que generar contenido», narra. Fue entonces cuando cruzar de lado a lado el litoral de la península comenzó a dejar de ser una idea descabellada, para convertirse en una opción viable. En aquel momento, la cuenta de Dani se encontraba a cero y el teléfono seguía sin sonar. Había que tomar una decisión y «opté por seguir adelante».

Diario de un viajero

«Desde hace muchos años, tenía en mente la idea de vivir desde la perspectiva de alguien que está en la calle, como un mendigo o los antiguos mercaderes nómadas, como Melquíades en Cien Años de Soledad», matiza mientras hablamos a malas penas, a causa de la escasa cobertura del lugar donde se encuentra. En ese momento, en la Línea de la Concepción, pegado al Peñón de Gibraltar.

El presupuesto diario con el que Daniel está afrontando esta experiencia es de apenas dos euros diarios. Durante el trayecto, de 1.500 kilómetros, únicamente se aloja en hostales una vez cada dos semanas, pasando la mayoría de las noches, desde hace un mes y medio, al raso. Sus únicos útiles de viaje son: su bicicleta, un ukelele y una mochila vacía. Su viaje comenzó el día 30 de junio, y, en la actualidad, acaba de cruzar la frontera con Portugal.

Tal y como cuenta en su blog, durante su particular odisea ha podido tratar con todo tipo de personas: gente que le ha ofrecido cobijo, inmigrantes en busca de mejor suerte, padres que intentan salir de la pobreza, personas que sobreviven en las calles... Su blog es un cuaderno de bitácora de la estigmatización social a lo ancho del litoral español.

«Estoy dándome cuenta de muchas cosas -comentaba uno de los días-. He cogido miedo a que me tengan miedo; sentir que una señora que podría ser tu abuela, una mujer o un niño que podría ser tu tía o tu sobrino se aparta por temor a que le puedas hacer algo es, sin duda, la peor experiencia de todas».

El tiempo sin las comodidades de una vida ordinaria va haciendo mella en el aspecto de Dani y los prejuicios afloran en los viandantes que se cruzan en su camino: «Para la gente no hay excusas, si eres pobre es porque te lo has merecido», apuntaba entre indignado y resignado.

El camino y el destino

En torno al 24 de agosto, el viaje de Dani pondrá su punto y final en Lisboa, desde donde cogerá un tren hacia Valladolid para luego desplazarse a Mayorga. Otro gran viajero decía: «El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho».

Sin duda, después de estos dos meses de camino, Dani no volverá a casa con las manos vacías. Durante este tiempo, ha atesorado la crudeza de la vida nómada, ha visitado muchos pueblos con sus muchas y distintas gentes, comprendiendo tanto la vida humilde y sencilla de los habitantes de las pequeñas localidades como el lujoso y peripuesto estilo de vida de las gentes de Málaga o Marbella. La conclusión a todo esto es, que en el fondo ve muy pocas diferencias reales entre la gente rica y aquella que no lo era a pesar de que la sociedad, según él, se haya empeñado en implantarnos el 'chip' de la discriminación.

Es consciente de que este periplo no le reportará, muy probablemente, el dinero necesario para pagar los 1000 euros que cuesta a día de hoy una matrícula universitaria. Sin embargo, sus relatos, la gente que ha conocido y la el haber vivido la crudeza de la sociedad en sus propias carnes le reconforta mucho más que cualquier cantidad de dinero. "He conseguido apreciar de manera distinta el valor de las cosas y he aprendido que en este mundo, por mucho que seamos libres, dependemos casi totalmente del dinero y las apariencias".

Las historias que narra en su página web sobre Anabel, la extoxicómana detenida por la policia tras meses de búsqueda que era incapaz de reconocer su propia imagen después de 2 años de adicción, el difícil viaje de Jcodjoe desde su Ghana natal en busca de mejor suerte, entre otras tantas, constituyen una radiografía a pie calle de la cara proscrita de la sociedad, aportando un valor periodístico y humano incunable.

Son historias que han sido tratadas con una naturalidad y una comprensión extraña para el mundo en el que vivimos. Daniel se ha ganado el derecho a opinar de primera mano y con un punto de vista privilegiado, como un observador o un antropólogo de campo, cómo viven las gentes de nuestro país desde el Bajo Vinalopó, pasando por Murcia, la agrícola Almería o la rica Marbella y el Peñón de Gibraltar, guardándose para sí de todos los lugares por los que ha pasado, cada pequeña historia en su memoria.