Su desgarradora y potente voz, una guitarra y una batería. Estos son los tres elementos con los que Tom Jones salió en la noche del lunes al escenario del Festival Starlite de Marbella para demostrar que su voz es la base de todo.

Burning hell fue su carta de presentación, casi a capella, porque el rugido del Tigre de Gales no necesita más acompañamiento para brillar; le siguió Run on a la que añadió el bajo y no fue hasta la tercera canción, Hit or miss, cuando contó con la banda al completo.

El artista, de 76 años, no ha tenido un buen año pues su mujer, Melinda Rose Woodward, con la que se casó a los 16 años, falleció en abril; de ella se acordó en el concierto antes de interpretar Tomorrow night de su último álbum Long Lost Suitcase.

«Siempre que hago un nuevo álbum se lo enseño primero a mi mujer, y esta canción era una de sus favoritas», comentó.

Con Delilah y el nuevo ritmo casi salsero que le ha incorporado el artista, el público comenzó a bailar; también introdujo cambios en Sex Bomb pasando del habitual ritmo discotequero al rhythm and blues.

Tras tranquilizar al respetable con dos baladas, Tower of song y Green grass, Jones volvió a provocar la fiebre del baile con Unusual y Hat de tal forma que el público, que no tenía bastante espacio levantado de sus butacas, se trasladó a los pasillos y a las zonas de bar para poder bailar libremente.

A petición del público, con zapateos incluidos, Tom Jones tuvo que volver al escenario a hacer los bises, acompañado de su banda, en la que destacó el trío de viento con sus coreografías.

Thunderball, banda sonora de Operación trueno del agente 007, y Kiss del «gran genio Prince», dijo, marcaron la recta final del recital que concluyó con Strage things.

El rugido del Tigre de Gales regresaba así por segunda vez a Starlite, tras su exitosa visita de 2014, demostrando que la edad no hace mella en sus portentosas cuerdas vocales.