A Nick Gabel y su familia les maravilló el paisaje paradisiaco que encontraron en las costas de Torrevieja después de semanas navegando desde Suecia. Eso ocurrió a mediados de los 60 y fue el principio de la colonia sueca que en esos años se instaló por la zona. Los primeros carteles promocionando Alicante se remontan a 1929, de la mano del Patronato Nacional de Turismo. Antes, a finales del XIX, el médico Esteban Sánchez Santana presentaba su proyecto de Sanitarium para la playa de Babel; también pensó en los beneficios de estas aguas el médico Pascual Pérez a principios del XX. Pedro Sañudo vendía las maravillas de la provincia como centro de turismo invernal ya en 1899; Pedro Muguruza realizaba en 1933 el primer proyecto para urbanizar la playa de San Juan y en 1955, Fernando Zaragoza recogía en un libro el futuro de Benidorm.

Este recorrido histórico, institucional y social es el que recoge el nuevo número de la revista Canelobre del Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert, dirigida por Ramón Sánchez Martos, que se presenta el próximo día 20 y que reúne en 448 páginas, más un anexo de 72 páginas, cerca de 500 imágenes de más de un centenar de instituciones y particulares, planos y una treintena de mapas, un total de 38 artículos de 45 especialistas de diferentes ámbitos, en los que se analiza el desarrollo del turismo en la provincia y el papel que ha jugado en la evolución social. En estas páginas, además, se descubren «aspectos casi desconocidos» y poner sobre el tapete «cómo persisten algunos problemas estructurales a lo largo del tiempo y como se pueden afrontar esos retos», asegura José Fernando Vera Rebollo, profesor del Instituto Interuniversitario de Turismo en la Universidad de Alicante y coordinador de este volumen, titulado El turismo en Alicante y la Costa Blanca.

«El turismo es lo que más nos ha cambiado la realidad en los últimos 50 años», afirma Vera Rebollo y lo sabe de buena tinta después de trabajar en esta publicación desde el mes de noviembre. El resultado se ve en un volumen dividido en seis apartados y un anexo «que recopila una serie de documentos y publicaciones históricas del turismo alicantino porque hemos querido sacar a la luz cosas por su relevancia, su singularidad o por ser precedentes de los orígenes del turismo».

Los dos primeros apartados se dedican a los orígenes y el desarrollo del turismo -la influencia del clima o el turismo de masas- y el destino turístico consolidado -con su impacto económico, las infraestructuras, la arquitectura del boom turístico o el patrimonio cultural-. Le siguen las empresas del sector turístico, la promoción y la imagen de la Costa Blanca -la competitividad o el origen de la imagen turística de la Costa Blanca, que tiene su precedente en los años 50 «aunque no se institucionaliza como marca hasta el 64»-, la diversificación y especialización de la oferta turística -desde el mundo rural, a la náutica, la gastronomía y enología, congresos, cruceros, golf o el turismo accesible, «clave para el futuro del sector»-, para cerrar con el apartado dedicado a la formación, innovación y tecnología.

«Esta publicación va a ser un referente para estudiosos pero también para cualquier persona que quiera conocer más y mejor lo que es y lo que fue el turismo». Además, destaca Vera Rebollo, «muchos de los artículos aportan recomendaciones para reorientar determinadas cuestiones porque ahora es el momento de repensar muchas cosas».

Para el director del Instituto Gil-Albert, José Ferrándiz Lozano, «el turismo ha sido un motor económico en la provincia, pero además ha tenido una influencia cultural porque viene a ser un punto de encuentro de personas de distintos países, idiomas y culturas».

Este volumen «lo estudia desde sus orígenes en el siglo XIX, desde ese inicio de aquellos baños que había en el puerto y luego pasaron al Postiguet y sobre todo con el línea de ferrocarril entre Madrid y Alicante, a partir de la cual aumentan las visitas a nuestra costa y eso hace que vaya naciendo lo que luego sera turismo de masas».

Por su parte, Elvira Rodríguez, subdirectora de Gestión Editorial del Gil-Albert, considera que este Canelobre es «muy exhaustivo», no solo «por lo que se analiza, sino por los datos que se aportan y porque incluye también conclusiones y recomendaciones por parte de los autores».