Desde hace días, son muchas las llamadas telefónicas y la pretensión de periodistas pidiéndome opinión sobre el gran cartel anunciador que en la fachada principal del ADDA se ha implantado, por tratarse de un edificio del que soy autor y por tanto es de mi propiedad intelectual.

La actuación de grandes prestigiosas orquestas en los excelentes programas de estos años han propiciado, divulgando por todo el mundo, el elogio acústico y también el arquitectónico. En especial la fachada principal, llamada a ser icono de la ciudad, que obliga al profano a respetarla y cuidarla y a mí, a defenderla.

El interior de este edificio se preparó especialmente para el desarrollo de la música, la más excelsa de las Bellas Artes, y así debe considerarse, pero su envolvente, el edificio proyectado, es arquitectura; otra Bella Arte, aunque de menor rango, y su consideración y respeto a ambas es obligado. A nadie puede ocurrírsele en un concierto de Beethoven, sustituir un pasaje por otro de Mozart; alterando la armonía de la composición; esto mismo, salvando la distancia, es de aplicación en nuestro caso.

Nunca se podrá justificar esta gran propaganda por rendimientos económicos; el rendimiento de la inversión pública es cultural, pues no se trata de un cine cuyo propietario se vale de todo lo posible buscando una rentabilidad económica. Esto no excluye prever una cartelera para la divulgación de los programas previstos y que me ofrezco desinteresadamente a proyectar.

El diseño de esta fachada ha salido de mi mano, como todo el edificio, está premiado y publicado y no puedo eludir tal torpeza. Costó mucho lograr su construcción y plantear su difícil estructura, al estar exenta de la fachada -forzando una convección aislante del oeste que así queda anulada- y soportando piezas cuyo peso de cada una supera los 400 kilogramos y el soporte completo por zonas las cuatro toneladas. No es aconsejable tener intervenciones en ellas, por ello lo comunico a mi Colegio para poder prevenir responsabilidades.

Dada mi condición de arquitecto autor, no puedo autorizar y no autorizo intelectualmente el indebido uso que de la fachada se está haciendo. Considero que ha sido una improvisada actuación aislada y no permanente y que por el buen sentido, apreciación cultural y respeto al edificio, a la ciudad y a su autor, se comprenderá lo expuesto, y se liberará íntegramente su fachada original.