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Ortega Díaz-Ambrona: «Hay que mantener un proceso de limpieza de los hábitos políticos»

«Convertir a los políticos en profesionales es muy empobrecedor, no tendría que ser de por vida»

Reivindica la Transición en Memorial de transiciones (1939-1978). La generación de 1978 y viene mañana a Alicante a participar en el debate Valor de la Transición y regeneración de la democracia. ¿Qué le preocupa más, que no se valore la Transición como momento histórico o que tengamos que regenerar la democracia en España?

A mí me parece que olvidar la historia es un pecado repetido entre nosotros. De la Transición, que ocurrió hace mucho tiempo, los protagonistas han desaparecido prácticamente, quedamos ciertos vestigios. Pero no está mal recordarlo y saber los problemas que tuvimos y cómo se resolvieron. El asunto de la regeneración de la democracia es esencial, hay que mantener un proceso de limpieza de los hábitos políticos, de las conductas públicas y creo que también la Transición puede ayudar algo a eso. En realidad, yo confío más en el cambio generacional que se está produciendo y que entren aires nuevos en el mundo político porque los partidos, sobre todo los tradicionales, se han cerrado mucho en sí mismos.

España atraviesa un momento, digamos complicado, de desafecto a la política y, sobre todo a los políticos, que apuestan por el desacuerdo más que por el entendimiento y que hace pensar a la gente si ese empeño es democrático...

A partir de una edad, es bueno mantener los referentes de la vida de uno mismo y de la familia, y del mismo modo no podemos cerrar los ojos a nuestra historia. Estamos en el momento de apertura de un proceso nuevo. La página de la Transición no debemos olvidarla y hay que abordar los nuevos tiempos. En ese momento los valores fueron el del consenso y después el de la capacidad de hacer cesiones en la posición de cada uno para llegar a acuerdos. Ahora mismo entre nosotros sorprende la falta de capacidad de los partidos políticos y sus líderes para llegar a acuerdos. Hace unos meses ha habido unas elecciones y han sido incapaces de ponerse de acuerdo y esto en Europa es algo que no es habitual. Ahora tenemos que volver a una nuevas elecciones y ya veremos... Es posible que lo que resulte no sea muy distinto a lo anterior y no se puede dejar la gobernación en funciones. No podemos seguir votando sin que nos hagan maldito caso los políticos. Si miramos a la Transición eso proyectaría un posible pacto para que pronto haya un gobierno con mayoría parlamentaria.

¿Qué falta ahora que sí había en el momento de la Transición que puso de acuerdo, o al menos, que hizo que existiera esa conciencia política común, al margen de los partidos?

Yo creo que se ha producido un cambio en los políticos. La generación de la Transición ha desaparecido y ninguno de los actuales en este momento participó en ese proceso. Ni Rajoy, ni Pedro Sánchez, ni por supuesto Rivera e Iglesias. En la Transición, el objetivo superior de llegar a acuerdos llevó a cesiones, pero aquí lo que está pasando es que se mezclan los votos con los vetos y uno tiene, aunque no lo confiese, o a veces confesándolo, unos vetos que hace que a determinadas personas no las admitan bajo ningún concepto. Estamos en una fase del mundo al revés. En democracia lo normal es que a los líderes políticos les den lecciones los electores con sus votos y aquí lo que parece es que los políticos dan lecciones a los electores para que se comporten de forma más inteligente una segunda vez.

Con la experiencia que le da su biografía, ¿cómo ve las cosas también a nivel social?

A nivel social tenemos varios problemas muy importantes. El primero, y muy importante, el asunto de Cataluña, la consulta o no consulta, la independencia o no. El segundo, la cantidad de personas que no encuentran trabajo, están en paro o tienen un trabajo que no es satisfactorio. Después está el asunto del comportamiento inmoral de l os partidos políticos, la corrupción, y eso me parece que debe ser resuelto. Y finalmente el asunto de la amenaza terrorista que aquí llegó en un momento determinado y se acaba de producir en EE UU y antes en Francia. Son problemas esenciales. Y sobre esto sí que se deberían poner de acuerdo porque no es tan difícil resolverlo. Hay un cierto cansancio en la opinión pública, da la sensación de que todo ya se ha dicho y se ha oído, puede haber un nivel de abstención preocupante, pero hay que seguir las reglas democráticas y atenerse al veredicto de las urnas. Así estaremos en el buen camino.

La aparición de nuevos partidos de una forma casi espontánea ha marcado el desarrollo político en España. ¿A qué lo atribuye? ¿Es positivo para el país?

Este fenómeno de renovación se ha producido fuera de los partidos tradicionales porque tanto el PP como el PSOE han estado demasiado cerrados y no han cumplido con el requisito de la Constitución que dice que los partidos tienen que tener una estructura democrática. En 2011 empieza el movimiento de «No nos representan» y han surgido jóvenes con vocación política que han optado por hacer algo realmente difícil, que es montar una nueva opción política y ha cuajado a pesar de las dificultades de la ley electoral. Pero eso no les debería llevar a despreciar los condicionantes de la política real, que estamos dentro de Europa y estamos en una situación económica muy condicionada. Los partidos tradicionales no han sabido abrir puertas y ventanas, están muy enquistados en su propia organización.

Usted abandonó la política en 1982. ¿Un político debe saber mejor cuándo entrar en política o cuándo salir?

El salir después de la derrota electoral que tuvimos con UCD en el 82 frente al PSOE fue algo bastante sencillo, pero me parece que convertir a los políticos en profesionales de la política, es decir, que no sepan hacer nada más, eso es muy empobrecedor y por tanto la política no tendría que ser una profesión de por vida. La política requiere unas capacidades y quien las tenga que las aproveche pero tener una profesión propia también es muy bueno.

La Educación ha sido otra de las facetas fundamentales en su trayectoria profesional. Fue ministro y presidió la Comisión para el Estudio de las Humanidades en Secundaria que consiguió poner de acuerdo a PP, PSOE, CiU y EA. Lo cuentas ahora y parece ficción.

Sí, parece que no fue real. Eso fue cuando yo ya no estaba en política, en 1998. Me interesa la educación y me parece lamentable que en España cada dos por tres haya una nueva ley educativa porque para que sea eficaz necesita un periodo de estabilidad de diez o quince años. No se puede cambiar tanto, es una cosa verdaderamente escandalosa. Cuando uno habla con personas de buena fe se da cuenta de que por debajo de las aparentes discrepancias hay un conjunto de asuntos en los que están de acuerdo. Establecer un clima en el que ese acuerdo pueda salir me interesa mucho. Entonces tampoco fue una cuestión fácil porque era lo relativo a las Humanidades, era la literatura, la historia y las lenguas clásicas, pero había un dictamen en el que todos estuvimos de acuerdo.

¿Y cómo es posible que ahora no haya un pacto en temas tan fundamentales para el desarrollo de un país y que tengamos a nuestros estudiantes cambiando cada legislatura de plan de estudios, de protocolo de exámenes, de asignaturas...

Pues ocurre porque a los dos grandes partidos, y también nacionalistas, les interesa mantener determinadas narrativas que hacen que los contrarios aparezcan como gente impresentable; eso da votos y lleva consigo la necesidad de que la ley que aprobó el partido A, el partido B la deroga y al contrario. Eso me parece muy lamentable y muy manipulador. Me gustaría destacar que en una ley de Educación, la que sea, tampoco tiene que consensuarse todo sino la estructura básica, el tipo de pruebas para pasar de un año a otro, la formación fundamental. Lo contrario perjudica gravemente a las nuevas generaciones.

De Humanidades no vamos bien, en un momento en que desaparece la Filosofía.

La Filosofía entonces fue un punto que se trató y a instancias de Julián Marías se instó a que se estudiase la historia del pensamiento para que todos los estudiantes tuvieran unas pautas de razonamiento.

Luegos nos asombramos de los resultados de los jóvenes en los ránking internacionales.

Algún partido he oído que ha metido algún gran pacto de Educación. El asunto es llevar al convencimiento de la sociedad en general de que la estabilidad es importante, no tiene que pactarse todos los detalles del sistema, la estructura básica sí. Y en toda España debe ser común. Si cambia el sistema educativo perjudica a las nuevas generaciones.

¿Qué importancia tiene para el crecimiento de una sociedad esa formación?

Es necesario tener una profunda formación humanística. Eso no quiere decir que haya que aprenderse todos los reyes godos y los años de las batallas, pero las grandes líneas sí, porque eso te permite juzgar el presente y alcanzar el futuro. A la mayor parte de los partidos les conviene más la tesis de la perversidad del antagonista.

Al final todo se reduce a la lucha por el poder.

Pues el poder tiene mucha erótica, como decían antes, y todo el mundo que nace con vocación política pues tiene que darle salida. Lo que hace falta es que las reglas sean lo suficientemente abiertas y se cumplan para que eso sea un proceso ordenado.

¿Cómo ve la España de la mañana del 27 de junio?

Creo que España tiene una trayectoria muy larga, no se puede ser pesimista. Podemos ser pesimistas la personas mayores porque tenemos el horizonte más limitado, pero creo que nos abriremos paso. Lo que hace falta es no aprender cada generación partiendo de cero. Por eso, mi libro, que me lo he pasado muy bien escribiéndolo, permite tomar el periodo 1939 -1978 como una unidad y ver lo que fue pasando. Leyéndolo a lo mejor se relativizan cosas que se plantean. Los problemas importantes que he comentado antes, eso creo que se puede resolver.

Entonces usted es de los optimistas.

Soy teóricamente más optimista que pesimista, más que algunos de mi generación. La lección importante es que no se aprenda partiendo de cero, que no llegue gente que crea que está estrenando la historia.

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