Recibo la información de la programación «cultural» del Aula de Cultura de la antigua CAM que, como el lector sabe, funciona bajo el auspicio de la Fundación Caja Mediterráneo, y sobre la que, en teoría, recae la enorme responsabilidad de mantener el altísimo listón cultural que situó durante cuarenta años al Aula como referente cultural imprescindible en toda España. En dicha programación figuran artistas de primer nivel: Arturo Fernández, Tamara, Pedro Ruiz, Daniel Diges, Millán Salcedo?entre otros. Todos muy conocidos, todos capaces de llenar teatros, y todos con el pleno derecho a presentar sus trabajos en Alicante. Todos, además, tienen su público. Pero tengo mis dudas sobre si esos magníficos artistas tienen su sitio en el Aula, porque parecería más lógico que se presentaran en el espacio donde lo han hecho siempre: el Teatro Principal. Tengo relaciones excelentes con los gestores de los dos recintos citados, Fundación y Teatro Principal, así como con la empresa Horizonte Musical que es la adjudicataria de la programación artística del Aula de Cultura; y no me gustaría que mis opiniones alteraran esa buena relación, pero considero que debo pronunciarme. Paco Sanguino fue llamado (acertadamente) por el concejal de Cultura para dar un giro a la programación del Principal, que en los últimos años transitaba por un camino excesivamente comercial, dejando fuera de su programación espectáculos interesantes aunque minoritarios, y que eran demandados por un sector del público. Pero no se puede, o no se debe, pasar del cero al infinito; no parece acertado cerrar el paso a artistas de la talla de Arturo Fernández, por mucho que ni Paco ni un servidor defendamos ese tipo de teatro, pero es innegable que don Arturo es el último representante de la denominada «alta comedia», siempre ofrecida con montajes notables y que son del agrado de un amplio sector del público. Algo parecido sucedía con Lina Morgan, representante de espectáculos musicales muy populares, y que por razones desconocidas se vio libre, con los años, del estigma y del calificativo peyorativo de teatro de consumo. Porque hay muchas clases de teatro, y todo merecen respeto siempre que se hagan con dignidad y medios. Arturo Fernández y Lina Morgan cumplen esos requisitos y parece lógico que, fuera de Madrid, donde existen muchos espacios teatrales, en sus giras «por provincias» visiten los teatros -en su mayoría únicos- tradicionales. Así que me parece un error dejarles fuera de su espacio natural en Alicante, siempre que no se prescinda de los espectáculos que, por su naturaleza, son de imprescindible exhibición en un teatro público; y el Principal, aunque a medias, es un teatro público. Basándose en la dignidad que todo lo que se muestra sobre un escenario debe tener, creo que hay sitio (y huecos) para todos. En cuanto a la Fundación CM, discrepo de su planteamiento: la responsabilidad que supone mantener el alto nivel de exigencia cultural heredada de la antigua Aula de Cultura, no parece ser contemplada por la Fundación CM, que no quiere asumir riesgos económicos con programaciones que no aseguren un rendimiento seguro. Y aquí nos encontramos con la confusión de los términos económicos «pérdida» e «inversión». ¿Realmente no es posible un equilibrio entre la inversión cultural y el rendimiento económico? Pues yo creo que sí es posible, partiendo de la premisa de que la cultura no se debe medir por baremos economicistas. No al derroche cultural y sí a la inversión sensata sin perseguir esencialmente el resultado económico. Me parece que los responsables de las dos instituciones deberían, en estos momentos de inicio de nuevos caminos, reconsiderar sus políticas artístico-culturales. Por ahí tengo anotada una reflexión para mis «perlas» semanales, y que me viene al pelo: «Innovar e

La Perla. «Es triste vivir en una época en la que hay que luchar por las cosas evidentes». Friedrich Dürrenmatt, dramaturgo, novelista y pintor suizo.