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De Nueva York a Londres pasando por Barcelona

La artista alcoyana Rosana Antolí expone en EE UU y en la Royal British Society of Sculptors

De Nueva York a Londres pasando por Barcelona

Rosana Antolí (Alcoy, 1981) lleva unos meses recorriendo Chile y Argentina trabajando en un proyecto sobre la identidad argentina que le valió el pasado año una prestigiosa Beca BBVA, pero su actividad creativa y expositiva no se resiente lo más mínimo.

Afincada en Londres desde hace unos años, esta artista que trabaja la performance, el dibujo y la imagen en movimiento participa en estos momentos en una exposición colectiva de la galería Joseé Benevue de Nueva York, inaugurada la pasada semana y comisariada por Berta Sichel, que reúne a cuatro generaciones de mujeres que reflexionan a partir de la idea mitológica de los cantos de sirena y allí comparte espacio «con artistas tremendas como Irina Botea, Mariana Vasileva, Narcisia Hirsh o Beth Moyses». Ella, la más joven de la docena de creadoras, presenta dos trabajos de video, en los que explora la relación entre el objetivo y la acción y el contraste de diferentes identidades, ya que en su trabajo suele confluir el arte, la política y la vida cotidiana.

Al mismo tiempo, dentro de una semana Rosana Antolí presenta su obra en la Royal British Society of Sculptures de LondresLondres, entidad que el pasado año reconoció a la alcoyana entre los diez escultores internacionales emergentes más prometedores.

«A mí me dieron el premio por el trabajo que estaba haciendo con performance y escultura entendiendo el cuerpo humano como un volumen tridimensional», explica Antolí, quien señala que presentará la pieza Endless Dance, una performance coreografiada basada en la obra Final de partida de Samuel Beckett, «donde podemos experimentar el deseo de avanzar pero estando atrapado en un movimiento continuo pendular».

La pieza está formada por un video en loop (bucle) y dos esculturas: un péndulo que se activa por los performers en el espacio y un triángulo que contiene el vídeo y las grafías resultantes de los movimientos. Los performers accionan y responden a los objetos y a la audiencia de cada momento con movimientos específicos para el contexto que encuentren.

El movimiento, el cuerpo, la coreografía o la acción son algunos de los ejes principales en la obra de Antolí, como herramientas para «ver materializadas ideas que habitan en la cabeza, movimientos y tensiones que están fuera en nuestro día a día, y acentuar ese amor al abismo, a esa distancia entre nosotros y nosotros mismos, una oda a la absurdidad existencial y a una resistencia a caer fascinantes».

Hay una «búsqueda de una poética» que solo a través del gesto y del movimiento se materializa. La artista cuestiona cuáles son nuestros movimientos, qué carga política o cultural tienen y qué pasa cuando se les desplaza de su contexto, cuando se repiten hasta perder su significado original. «El cuerpo y el baile proporcionan una presencia y una narrativa en el espacio y tiempo que otros formatos no pueden dar. Y el baile tiene un componente de inconsciencia e irracionalidad aprendida que es salvaje e inherente a nuestra condición», apunta.

Además de estas citas, Rosana Antolí prepara su mayor exposición individual en la Fundación Joan Miro de Barcelona, comisariada por Martí Manen, último comisario del pabellón español en la Biennal de Venecia, celebrada el pasado año. Será dentro de unos meses, al igual que otros proyectos en La Habana o en Cuba.

Respecto qué le gustaría transmitir al público en su obra, la artista señala que «nunca he querido orientar la percepción del público, pero si dar nuevas o posibles percepciones alternativas a las habituales».

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