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La lucha de los hijos ilegítimos de los «señoritos»

Interponen demandas de paternidad para que sus padres biológicos «de alta cuna» les reconozcan

Un señorito de l'Horta mantiene relaciones sexuales con una de las doncellas que trabaja en el servicio de su casa. Quizá sea hijo de un terrateniente, o de un empresario, o de un banquero. El señorito la deja embarazada, pero no quiere o no le dejan reconocer como propia a la criatura. El bebé crece sin padre, se entera de la verdad años después y decide luchar por sus derechos como heredero una vez que su madre ha fallecido, para no afrentar su honor. No es el argumento de ninguna novela costumbrista decimonónica, sino la realidad de muchas personas en la Comunidad Valenciana marcada por los prejuicios, las convenciones sociales y las desigualdades.

Algunos de estos hijos ilegítimos que han emprendido ahora acciones legales para esclarecer sus orígenes tienen sólo sospechas, avivadas por confesiones en el lecho de muerte de sus madres o por hallazgos inesperados como cartas de amor clandestinas y olvidadas en cajones. En otros casos, ha llegado a haber confirmación por parte del padre biológico, pero éste no ha querido hacerse cargo de él. En general, unos y otros buscan solo una cosa: que se repare el nombre de sus madres y se les reconozca sus raíces.

Natividad

Conviviendo a escasos metros de su padre, sin saberlo

«Sagunt es un pueblo, al fin y al cabo. No es tan grande y todo se sabe», cuenta Natividad. Su madre estuvo trabajando como empleada del hogar en la casa de una familia acomodada del municipio del Camp de Morvedre, con cuyo hijo, médico de profesión, tuvo un romance. «De pequeña los niños se metían conmigo. Me decían que no tenía papá. Alrededor de los diez u once años, tras discutir con una amiga por este tema, hablé con mi primo, y me contó la verdad. Se ve que lo sabían todos menos yo», narra Natividad.

«Lo dejé pasar durante muchos años. Cuando ya estaba casada e incluso tenía un hijo fui a buscarlo. Cuando abrió la puerta creí que estaba delante de un espejo, me parecía mucho a él. Me reconoció, me presentó a mis hermanos -él se había casado- y me confesó que en su día pagó al juez para que le diera la razón. Se ve que mi abuela materna le había llevado a juicio».

Cuando Natividad pensaba que podía empezar a recuperar el tiempo perdido y mantener una relación cordial, algo se volvió a romper. «De la noche a la mañana me dijo que no quería saber nada de mí. Creo que el que ahora es mi exmarido tuvo algo que ver, que le pidió dinero o algo. Yo no quería nada suyo, solo conocerlo y tener un padre». Años después se enteró de que el chalé de la familia de su padre biológico se situaba en la parcela a pocos metros de la suya.

«Mi madre me pidió en vida que no le hiciera daño. Creo que era el amor de su vida. Durante unos años perdí la pista a mi padre biológico, hasta que volví a dar con él gracias a las páginas amarillas. Ahora él está en una residencia y mi madre muerta. Me da miedo emprender ninguna acción por si está delicado de salud, pero cuando veo todo lo que mis hermanos (sus hijos) han tenido... Han podido estudiar y llevar una vida muy diferente a la mía. Si hago algo es por mi madre, para que se le reconozca todo lo que ha sufrido», lamenta Natividad entre lágrimas.

María

Nieta de un empresario hotelero de Valladolid

En la historia de María, aunque también turbulenta, aparecen otros ingredientes, como el amor correspondido pero imposible. En realidad es el relato de su abuela, una mujer que trabajaba en la limpieza de un hotel en Valladolid que terminó enamorándose del hijo de los amos, del «señorito». «Se ve que se querían mucho, pero los padres de él les impidieron casarse porque mi abuela no era de alta cuna», señala María, vecina de Benidorm.

Fruto de ese tormentoso amor nació el padre de María. «Nunca dijo nada. Murió en 2004, y solo después, el día de Todos los Santos en concreto, comenzamos a tirar del hilo. Mis hermanas fueron a visitar la tumba de mi abuela en Valladolid, curiosas por saber los orígenes de nuestro padre», cuenta María. «Mi supuesto abuelo murió con 51 años, según se lee en su tumba, pero no sabemos de qué. Al parecer se casó con otra mujer pero no tuvieron hijos, porque lo pondría en la lápida», detalla la afectada.

«Queremos saber si somos sus nietos legítimos, si aún queda algo del hotel o tiene otras propiedades», comenta. Aunque el proceso de demanda de paternidad está iniciándose, necesitan recabar distintas pruebas, como testigos o pruebas físicas. Sin embargo, tienen claras ciertas líneas rojas: «no vamos a exhumar a nuestro padre. Si sirve con nuestro ADN genial, si no, pues nada», sentencia María.

Su padre es uno de los muchos españoles que en su partida de nacimiento tienen solo los apellidos de la madre y en el espacio de padre pone escrito «desconocido». Algunos de los herederos de estos «ricachones», como les llama María, no quieren transformar su identidad, solo conocer sus orígenes. «No quiero que me cambien los apellidos, no quiero dejar de ser quien soy», comenta la vecina de Benidorm.

Ángel

Rechazado tras llevar toda la vida pensando que estaba muerto

Ángel nació en Cáceres hace ahora 50 años, pero pronto se mudó a Valencia. Su madre tomó tal decisión al encontrarse de pronto soltera y con un bebé cuyo padre, «de familia bien», no quería saber nada. «Mi madre, que ahora es mayor, siempre me dijo que mi padre estaba muerto. Finalmente descubrí la verdad porque mi madre se lo contó a mi mujer. Lo localicé por internet. Yo no quería nada de él, sólo conocerle, verle la cara. Me dijo que sí, que era mi padre, pero que no quería saber nada de mí. Me trató muy mal», lamenta Ángel.

El pasado mes de noviembre comenzó a preparar la demanda de paternidad. «Después de tanto tiempo, me lo tomo lo mejor que puedo. Hay días que no puedo dormir. Pero me ha hecho tanto daño que ahora quiero intentar recuperar lo que es mío. Se ve que trabajó como policía secreto para Franco y después se dedicó a importar abrigos desde Estados Unidos. También participó del pelotazo urbanístico en Torremolinos. Vivía en la zona rica de Sevilla y tiene dos hijos adoptivos con una italiana con la que se casó», relata Ángel.

El valenciano no sabe todavía si fructificará su demanda o si tendrá que exhumar el cadáver de su supuesto padre biológico para realizar una prueba de ADN que confirme su parentesco. De momento no le ha comentado nada a su madre. «Sufrió mucho», añade.

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