Es más conocido por su alias en Twitter que por su nombre y apellidos, aunque ahora su cara es también visible, ya que comenta el programa de televisión Casados a primera vista, de Antena 3, junto a @NoelBurgundi. Es maestro en un colegio de A Coruña, escribe libros infantiles y también de humor, como El hematocrítico de arte, que antes de pasar al papel fue un blog. Miguel López, @hematocritico

¿Cómo empieza a hacerse un hueco en internet hasta llegar a tener más de 103.000 seguidores en Twitter?

Abrí un blog hace diez años, que se llamaba El hematocrítico, en el que comentaba noticias graciosas con mis amigos. La cosa fue creciendo poquito a poco. No hay ningún plan. Con el blog hacía un post cada día y ese ejercicio me sirvió de práctica para luego tener recursos y para pensar estrategias para Facebook y Twitter.

Pero en Twitter solo tiene 140 caracteres.

Sí, pero puedes escribir mil veces 140 caracteres. Twitter es una herramienta muy flexible, lo puedes convertir en una cámara de eco en la que solo escuches lo que tú quieres oír y es muy divertido para hacer experimentos. Se puede convocar a la gente para comentar un programa, para hacer bromas o para hundir a alguien.

¿Como los troles?

Sí, para mí un trol es el típico coñazo que conoces, que se enorgullece de serlo. Yo procuro no escribir nada en Twitter que no fuese a decir en persona. Procuro no faltar al respeto porque tampoco lo hago en la calle. Para mí no tiene mucho sentido intentar ser majo con tu entorno y, después, entrar en internet y escribir: «Bustamante, gilipollas», como hacen tantos.

En @Hematocrítico no hay esas respuestas, pero sí críticas.

Es inevitable. Antes de que existiesen las redes sociales, la gente podía pensar que una persona era imbécil, pero se lo callaba. Ahora, no. En cuanto te das cuenta de que eso es así, tienes que jugar con ello.

¿No todo el mundo hace un uso correcto de Twitter?

Yo no creo que haya un uso correcto, sí que ha habido un boom. Cuando los telediarios empezaron a poner frases que salían en Twitter como titulares, se le empezó a dar una importancia que no tiene.

Hay incluso políticos que usan un código muy agresivo.

Eso es porque está en Twitter como una cámara de eco. Hay una cosa que se llama La hora azul. Todos los días, a la hora de cenar, gente del PP queda como quien queda para ver Casados, pero para comentar noticias del PP. Si estás en La hora azul todo el mundo te sigue a ti y tú a todo el mundo así que todo lo que ven en su Twitter son noticias políticas de su mismo signo. Es fácil que se calienten y que suban el tono. Si entras ahí y sacas el tuit de contexto puedes hacer cosas muy curiosas.

¿Surge una relación estrecha entre personas que seguramente no se conocen en la vida real pero que sí que interaccionan casi a diario en Twitter?

Sí, eso no tiene nada que ver. Es una manera de relacionarte con la gente como otra cualquiera. Pasa con todas las redes sociales, con el Facebook, con el Tinder... No es lo mismo chatear que despés verte.

Esta semana se creó una polémica con una foto de unas personas orinando en un templo que se difundió como de simpatizantes de Podemos en la Almudena cuando, realmente, era una protesta en Argentina.

Sí, es muy típico que piquen. Una de mis preferidas es la de Alberto Garzón, cuando tuiteó una frase de la Constitución y le llamaron rojo, comunista... Esta clase de juegos es muy graciosa porque la gente suele entrar al trapo. Están deseando que haya un Fran Rivera o una Bescansa para ser la masa enfurecida. Lo que pasó con la foto de la protesta en Argentina es que, como la gente piensa que los de Podemos pueden mear en la catedral de la Almudena en cualquier momento, dicen: «coño, lo que nosotros decíamos». Hay opciones muy interesantes, como no seguirlos, bloquearlos o enmudecerlos, que es más divertido, no lees lo que ponen y ellos no lo saben. Me interesa que haya un tío haciendo fotografías de una valla tirada todo el fin de semana.

¿Le dejan de seguir muy a menudo?

Yo no soy muy polémico, porque tengo un humor bastante blanco. Hay gente que me ha dejado de seguir por comentar una película o por dar el coñazo con alguno de los programas para los que trabajo.