Dado que no hay manuscritos de las obras literarias de Cervantes, la importancia de estos doce autógrafos es aún mayor porque reflejan «el ADN del Cervantes hombre», afirmó ayer José Manuel Lucía Megías, presidente de la Asociación de Cervantistas, durante la presentación en la sede de la Real Academia Española de la singular edición que ha realizado el Círculo Científico-Taberna Libraria. Las doce piezas, de las que ocho son totalmente autógrafas y las restantes lo son de forma parcial o exclusivamente por la firma, apenas 3permiten entrar en los entresijos vitales o literarios de Cervantes», pero sí muestran «la trayectoria excepcional de un hombre al que acompañó tenazmente el fracaso y que al fin de sus días, después de haberse desgastado en afanes indignos de su talento, dio a luz una obra genial».

Esas palabras corresponden al prólogo que el director de la RAE, Darío Villanueva, ha escrito para esta edición internacional limitada de 1616 ejemplares, autentificada con acta notarial, cuya publicación constituye «el pistoletazo de salida» de la conmemoración del cuarto centenario de la muerte de Cervantes. Su precio ronda los 600 euros.

Los doce autógrafos aparecen fechados entre 1582, el primero de ellos, y 1604, el último, y se publican ahora juntos y acompañados de un exhaustivo estudio de la escritura cervantina. El primer documento es una carta dirigida al secretario del Consejo de Indias de Lisboa. En los diez documentos que siguen, se habla «de las fatigas, de los sinsabores e, incluso, de las miserias que, entre 1588 y 1591, Miguel de Cervantes hubo de sufrir por tierras andaluzas. Y en el último, fechado en Valladolid, en julio de 1604, Cervantes solicita al rey «licencia y privilegio por veinte años para poder publicar El ingenioso hidalgo de la Mancha».

De los doce manuscritos, tres autógrafos están en Filadelfia desde el siglo XIX. Para preparar la edición facsímil, Elisa Ruiz García, catedrática emérita de Paleografía que ha estudiado los textos, se desplazó a Filadelfia y comprobó que uno estaba incompleto. Al volver a España, la paleógrafa encontró en Simancas, «por un golpe de suerte», el fragmento que faltaba. Ruiz García explicó el tipo de escritura «pausada, cuidada y elegante» de Cervantes, que escribía «letra bastarda»y que salpicaba el texto de «mayúsculas inmotivadas».

A Cervantes le gustaba «adaptar la escritura al habla». Prescindía de las dobles consonantes (correción) o de otros grupos consonánticos (otubre, setiembre).

El estudio ortográfico, añadió Juan Gil, demuestra también que los editores «no respetaron la forma de escribir de Cervantes», ni siquiera la b de «Cerbantes» con que el novelista firmaba siempre.

Sandra Cerro realizó el análisis grafológico. «Era un hombre apasionado. Intentaba mantener el tipo pero se dejaba llevar por sus impulsos. Era muy activo y espontáneo».