Margot González Orta, Margot, murió ayer en Alicante unos días antes de cumplir 90 años. Margot, nacida en Cartagena en 1926 pero afincada en Alicante desde hace décadas, falleció ayer de madrugada en el Hospital de San Juan, donde se encontraba ingresada como consecuencia de un fallo renal. Amigos y familiares se acercaron ayer al tanatorio la Santa Faz, ubicado junto al Hospital de San Juan, donde hoy a las 10.15 horas se celebrará el funeral, para ser enterrada después en el cementerio de Alicante.

Margot fue una escultora con una línea de trabajo muy clara y reconocible. Una de sus figuras más célebres, Despertar, se puede contemplar en el paseo del Postiguet desde su instalación en el año 2002. Una figura en bronce de más de dos metros de altura que representa una estilizada mujer con formas redondeadas, y que ejemplifica el estilo y el eje central de su obra, primero en barro y después en bronce.

Como señaló el periodista Martín Sanz en el ciclo Descubre una obra de arte en el Mubag del Instituto Gil-Albert, celebrada sobre una de sus piezas en 2012, los pilares de la obra de Margot han sido siempre la mujer, el amor, la gestación y la soledad. Ella se identificaba con las mujeres, ya fueran «embarazadas, mujeres solas y siempre altivas», donde el hombre, formalmente más recto, aparecía como apoyo, «como pareja de una mujer en la que recae siempre el protagonismo». Pese a no tener hijos, sus maternidades fueron un grito por la vida. «Sabía que no iba a revolucionar la escultura pero expresaba lo que quería y le aburría soberanamente imitar lo que ya estaba hecho», a juicio de Sanz.

Margot se formó en la Escuela Sindical de Bellas Artes de Pérez Gil, donde aprendió a esculpir con Juan Martínez Mataix, Manuel Baeza y, especialmente, Adrián Carrillo.

La responsable de Arte del Gil-Albert, Juana María Balsalobre, considera a Margot una artista «luchadora, que se hizo su hueco y fue respetada, con una línea clara de trabajo, que ha mantenido a lo largo del tiempo». Balsalobre recuerda que la artista llamaba a sus esculturas «sus mujeres» y siempre centró su trabajo en la representación del cuerpo femenino, que evoca a las venus prehistóricas».

La galerista Carmen Cazaña, que albergó muchas de sus piezas en la Galería 11, señala que vendió muchas de sus esculturas, «se movía bastante y tenía muchos amigos» y añade que fue «una gran persona, con su carácter y su personalidad, que hizo siempre lo que quiso».

«Ella se ajustó a su estilo, fue prácticamente autodidacta e hizo su camino. Todo su tema era la mujer, la infancia, la maternidad y se ajustó a su forma y a su lema», apunta Cazaña.

La conservadora de las colecciones del MACA, Rosa María Castells, indica que fue una artista «con mucho mérito, que aprendió con Manolo Baeza y Adrián Carrillo y con ellos estuvo haciendo murales cerámicos hasta que luego tuvo una línea de trabajo muy personal, con sus figuras alargadas de cabeza pequeña y curvas sinuosas, una obra muy reconocible», tras recordar que hay murales suyos en el Rico Pérez y en algunos edificios.