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El guardián de Canterbury

El alicantino Fernando Cortés Pizano restaura vidrieras de catedrales en Gran Bretaña

El guardián de Canterbury

Resulta extraño decir que fue la mili la que le llevó al mundo de la restauración de vidrieras. Pero es así. Aunque sería más exacto explicar que fue el hecho de no hacer la mili y declararse objetor de conciencia lo que le condujo al antiguo Instituto de Conservación y Restauración de Bienes Culturales. Eso fue en los años 90 y después de una larga trayectoria el alicantino Fernando Cortés Pizano mira ahora el mundo desde el andamio sobre el que trabaja como conservador-restaurador («que es como generalmente nos autodefinimos») de las vidrieras de la catedral de Canterbury en Inglaterra, la más prestigiosa en este campo.

Hasta llegar a su auténtica vocación, Fernando Cortés estudió Historia del Arte en la Universidad Complutense de Madrid y tras agotar todas las prórrogas posibles pidió hacer la prestación social sustitutoria en el ICRBC, ahora Instituto del Patrimonio Cultural de España. «Allí fue realmente donde se gestó mi vocación», asegura. Durante 13 meses trabajó con Nieves Valentín, «toda una eminencia en el campo de la biología aplicada a los bienes culturales», y eso le llevó a darse cuenta de que «poder contribuir con mis propias manos a conservar y restaurar arte me resultaba apasionante».

Congreso sobre restauración de vidrieras en la UIMP de Santander en 1994 y de ahí, sin pensárselo dos veces, a estudiar esta especialidad en la única universidad que los impartía con ese rango: la Real Academia de Bellas Artes de Amberes en Bélgica. «Sin pensármelo mucho decidí irme allí, aprender neerlandés y matricularme en mi segunda carrera». Después, saltó a Alemania donde trabajó año y medio, luego a Barcelona para impartir clases en el desaparecido Centre del Vidre y en 2003 llegó la primera llamada de Inglaterra.

Ese año ganó una plaza de restaurador de vidrieras en la catedral de Lincoln, donde trabajó entre 2004 y 2005; en 2012, el destino le llevó de nuevo a ese edificio, donde estuvo dos años; en 2014 hizo lo propio en la catedral de York durante seis meses y en enero de 2015 llegó a la catedral de Canterbury donde ha conseguido la plaza de restaurador-conservador, «algo que hoy por hoy sería impensable en España». Asegura que en ese país hay una gran tradición vidriera «y, lo que es más importante, nuestro trabajo es respetado y valorado». Por eso, dice sentirse afortunado por haber trabajado en esas tres catedrales «tan importantes». Es más, «creo que debo ser la única persona que ha trabajado en esos tres edificios».

En Inglaterra, «valoran su patrimonio cultural, la historia y las tradiciones, y por tanto se concede gran importancia a su conservación, restauración y difusión. Y más importante aún, los presupuestos y los plazos de ejecución son mucho más generosos que en España. Hasta el punto -señala- de que diversas catedrales disponen de un equipo de profesionales dedicados a estas tareas».

Por eso, aunque le gustaría volver a trabajar en España -ya lo ha hecho en las catedrales de Girona, Barcelona, Sevilla y Vitoria-, la idea de momento «me resulta muy lejana». De hecho, entre 2008 y 2012 tuvo su propia empresa de restauración de vidrieras en Onil. Pero la crisis se la llevó.

Además, Alicante no tiene demasiado patrimonio en vidrieras antiguas. «No existe ningún estudio o inventario sobre las vidrieras en nuestra provincia y ninguno de los edificios góticos, renacentistas o barrocos existentes ha conservado sus vidrieras originales. Es una lástima».

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