¿Cómo surge un libro como «No seas la agenda de tus hijos»?

Fue a raíz de la publicación de una entrada en mi blog. Se hizo viral porque por lo visto di en el clavo. Veía que mi forma de actuar con mi hija no llegaba a buen puerto.

En el libro se plantea qué está pasando para que a los niños se les pongan desde casa las cosas tan fáciles. ¿Ha encontrado la respuesta?

El problema es que somos hiperprotectores, no facilitamos que desarrollen sus herramientas propias en la vida. Realmente es por miedo y por falta de tiempo. En mi caso fue convertirme en agenda de mi hija por el grupo de WhatsApp de los padres del colegio, pero hay quien acompaña a sus hijos a entrevistas de trabajo.

¿Y qué plantea?

Intentar desarrollar habilidades en casa, que cada familia lo adapte a sus necesidades. Hacer las cosas por ellos los convierte en adultos miedosos.

Además, plantea una serie de retos.

Sí. Planteo retos como autonomía, iniciativa, responsabilidad, proactividad, comunicación, desarrollo del talento, influencia de las etiquetas, manejo de tecnología, confianza y roles.

¿Hay alguno que se deba reforzar más que otro?

Todos son importantes, pero la comunicación es totalmente necesaria en casa. Si hay buena comunicación, lo demás fluye mucho mejor.

¿A partir de qué edad se pueden poner en marcha estas habilidades?

A partir de los tres o cuatro años. La edad más difícil es la preadolescencia y adolescencia. En esas etapas los padres debemos estar muy actualizados, sobre todo en cuanto a nuevas tecnologías.

Imagino que estas habilidades habría que reforzarlas en clase.

Claro, esto también se puede hacer en el aula. En el libro hago las sugerencias de cómo lo haría yo. Incluso los profesores están deseando contar con las herramientas necesarias para ponerlas en práctica porque lo que nos enseñaron a nosotros ya no sirve. Los profesores siempre reciben con interés y alegría cualquier sugerencia para mejorar. Además, son un colectivo muy castigado y está saturado. La imagen que se da de los profesores es que no se les valora.

Comunicación, sí, pero ¿y ser amigo de los hijos?

¡No! Debemos ser sus padres. No hay que confundir amistad con paternidad. De hecho, los hijos no tienen que contárnoslo todo. Hay que ser sinceros, pero no transparentes. Hay una parte, tanto en padres como en hijos, que nos pertenece como persona. En el libro hablo de tener confianza, de admitir, incluso, nuestros errores.