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Javier Moro

«Balmis amaba a la humanidad, era un gran tipo con un mal genio terrible»

«La expedición de la vacuna contra la viruela es un historión», opina Moro

El escritor Javier Moro. EFE/ÁNGEL DÍAZ

¿Es consciente de que su libro ayuda a divulgar la figura de Balmis más que cualquier acto que haga el Ayuntamiento?

Espero que sirva para revivir esta historia y dar un homenaje merecido a esta proeza. Si los ingleses inventaron la vacuna contra la viruela, los españoles fueron quienes inventaron el modo de su aplicación masiva. Yo he novelado los hechos para que toque más la emoción del lector porque es una historia muy bonita, fue un disparate que les salió muy bien.

Usted conoció esta historia un poco por casualidad.

Sí, fue al visitar el Jardín Botánico de Madrid cuando me enteré y, siendo un hecho tan exitoso, me pareció tremendo que no se conociese nada, ni siquiera los médicos, sólo los que se dedican a la salud pública saben de ella, y fue una hazaña de la que se benefició toda la humanidad. Sólo en Bogotá se vacunaron 53.000 personas en una semana.

¿Por qué no ha trascendido al público general esta hazaña?

Es muy desconocida en España, pero no en México, allí los niños de 8 años estudian la historia de los niños vacuníferos de España. Aquí se conoce menos porque poco después el Imperio se desgajó, Napoleón invadió España y no se rentabilizó nunca el éxito de la expedición. Pero Balmis fue un gran tipo, con un carácter de perros, que debería conocerse en las escuelas. La expedición de la vacuna contra la viruela es un historión, y que fueran los niños los protagonistas al llevar en ellos la vacuna a América fue una idea genial que es lo que llama la atención. Los americanos ya habrían hecho varias películas con esto.

Aquí hubo algún intento que no fructificó. ¿No le han ofrecido vender los derechos para una serie de televisión?

No, se interesó A3 Media pero no quedó en nada, decían que era muy cara de hacer, pero no creo que sea más que otras producciones. Hace falta contar esta historia porque es totalmente cinematográfica: es una historia de aventuras, de mujeres, de ciencia, de política...

A usted le llevó tres años escribir A flor de piel, ¿qué fue lo que le costó más?

Me costó mucho el personaje de Isabel Zendal, nadie sabía nada de ella, ni siquiera cómo se escribía su nombre, y era un pivote importante de la historia porque se ocupaba de los niños, y si ellos no habría habido expedición.

Ni rivalidad entre Balmis y su ayudante Salvany...

Eso entra más en la ficción. No hay nada en los papeles históricos que aludan a una rivalidad amorosa, pero sí profesional. Donde he hecho más novela es en las relaciones entre ellos. Pero Balmis era un personaje muy curioso, un genio de la medicina que dedicó su vida a la ciencia. Amaba a la humanidad pero detestaba al que tenía al lado. Era un gran tipo con un mal genio terrible, eso dicen de él, pero no se rendía ante nada y eso le hacía interesante. Él quería la gloria, Salvany quería intentar curarse en América porque salió enfermo de tuberculosis, e Isabel se fue pensando en dar un cambio de rumbo a su identidad. Pero fueron tres tipos fantásticos, héroes solidarios, que no estaría mal rescatar ahora en estos tiempos.

Fue una historia con luces y sombras con resultado positivo porque a nadie se le ocurriría hoy embarcar a veinte niños rumbo a América...

Sí, hoy alguien pondría el grito en el cielo, aunque no eran cobayas, a ellos se les vacunaba, pero el mayor riesgo era el viaje, y de los 22 que salieron, ninguno murió.

Hoy necesitaríamos una vacuna contra la amenaza yihadista, por ejemplo.

Esa es más difícil de encontrar porque contra el fanatismo es difícil combatir, pero creo que al final siempre vence la razón.

¿Le frena la situación actual para viajar?

En absoluto. Sigo viajando porque no puedes hacer nada, ni que eso cambie tu manera de vivir.

¿Qué prepara ahora?

Por ahora estoy sin tema. Estoy buscando historias tan buenas como esta para rescatar del olvido, historias que están ahí pero que nadie las cuenta para emocionar al lector. Contar por dentro lo que los historiadores cuentan por fuera es lo que suelo hacer.

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