Confiéselo. Tiene que estar hecho un flan...

No quiero pasarlo mal. Es que si después de treinta años soñando con esto, después no lo disfruto... Tengo muchas ganas de mostrar el trabajo y conocer la respuesta de la gente. Pero quiero que todo esto se convierta en positivo. Claro que me impresiona llegar al Cervantes y hacer las pruebas de sonido... Claro, por supuesto. Lo que pasa es que no lo quiero pensar. Porque si lo pienso no me levantaría. No quiero recrearme en esto.

Cumplir un sueño tan ansiado puede poseer igualmente notas negativas, sobre todo si no resulta ser como se ha soñado.

Está siendo emocionalmente tan fuerte que necesito que estrenemos y que todo empiece a adquirir un poco de normalidad, dentro de todo lo normal que es todo esto, claro. Por ejemplo, el pasado sábado hicimos pase con público en el Escorial y fue muy impactante darme cuenta de lo que suponía cumplir un sueño que tenía desde hace treinta años, desde que era un niño. Recuerdo que cuando acabamos esa función me costó mucho aterrizar. Quedé con mi familia para cenar y hasta que no me senté en el restaurante no empecé a asimilarlo. Sales muy volado... Y llevo así bastante tiempo. Por eso quiero que llegue ya el estreno y que esto comience a rodar.

¿Se desnuda completamente sobre el escenario o sólo muestra una parte de su colección de ropa interior?

Todo lo que contamos está pasado por el filtro del teatro. Está basado en el libro, pero también está pasado por la visión teatral de Juan Carlos Rubio. Pero la función tiene muchas cosas. Y me llama la atención el que la gente vea diversos aspectos. Unos ven unas cosas, otros se fijan en otras... Las diferentes lecturas que puede llegar a tener...

¿No ha sentido ningún pudor a la hora de mostrar su interior al público?

Como pasa en la novela, me gusta jugar con la realidad y la ficción. Y tampoco desvelar qué momentos son verdad o mentira.

Su obra está ampliamente patrocinada. ¿Cree que el mundo del teatro, que siempre se lamenta de su situación, debería cuidar más ese aspecto empresarial?

Las quejas son con toda razón. Montar una producción es algo complicadísimo. Insistir en todo esto es un tópico, aunque a la vez es necesario por lo complicado que resulta montar una producción.

¿Esta nueva faceta en su vida podría resultar ser el principio del fin de su carrera en televisión?

Sé que mucha gente va a venir a verme al teatro porque me conoce por la televisión. La popularidad a veces también te ayuda a llenar teatros, al menos en la primera función. Pero no lo sé. Ten en cuenta que no conozco este mundo y no sé lo que va a suponer para mí. Hasta ahora ha sido un auténtico descubrimiento.

Poniéndonos en el mejor de los casos, ¿el éxito teatral le haría plantearse dejar los platós?

Siempre digo que no quiero cumplir muchos más años en la televisión. Llevo ya muchos años en primera línea y con muchas horas. Pero retirarme ahora... ¡Es que tengo 45 años! Soy muy joven.

¿Está preparado para el olvido?

Estoy convencido de que sí. Me gustó mucho un documental de Ana María Matute en el que al final ella decía que todos estamos condenados al olvido. Y terminaba la reflexión diciendo: «Y está bien». Y creo que es normal. Además, pienso que los presentadores somos cromos intercambiables destinados al olvido. Creo que sí estoy preparado. Y me lo confirman varios aspectos de mi vida. Por ejemplo, cuando tengo vacaciones, jamás me quedo en España. Me voy al otro lado del mundo, lo más lejos posible porque sé que no me van a reconocer. Si estuviera enganchado me quedaría en Marbella o Ibiza. Y luego, mi vida diaria es muy alejada de mi profesión.

¿La popularidad puede ser una droga?

Sí, pero sobre todo si te pilla más joven. A lo mejor llega el momento y lo paso fatal.