¿Por qué ese desfase entre las ventas fuera y las de dentro de España?

En parte creo que es por la crisis. Aquí estalló en 2008, justo cuando publicaba mi primera novela, aunque eso no termina de explicar del todo la gran diferencia... No lo sé, la verdad. Con esta novela llevamos apenas unos días y es una apuesta muy fuerte de la editorial.

Se dice que en parte se debe a que usted no se prodiga mucho en los medios.

Nunca he tenido interés por el marketing, la publicidad ni las redes sociales, yo me dedico a escribir. Es verdad que, al menos en España, ser conocido, fomentar la presencia en los medios, se revela como imprescindible. A mí eso me entristece un poco pero entiendo que la gente, cada vez más, demanda conocer a los escritores, establecer contacto directo. Yo aún estoy aprendiendo cómo funciona Twitter y supongo que me tendré que acostumbrar porque forma parte del negocio. No es lo que más me gusta, pero si los lectores quieren ese contacto trataré de proporcionarlo.

¿Le preocupa que el personaje se imponga a la obra?

Es lo que me separa a mí de esas historias. Muchos lectores te buscan si eres conocido y yo prefiero que me lean por lo que escribo. En Facebook todavía no tengo ningún amigo y sé que hay autores a los que se lo lleva un community manager pero eso es todavía más impersonal.

Para esta novela dice que se fue a Nueva York a buscar inspiración. Buena manera de cumplir con el estereotipo.

No fui buscando la inspiración. Estaba pasando unos meses allí, descansando, pero un escritor nunca descansa, siempre piensa qué puede escribir. La diferencia está entre tener que contar algo y encontrar algo que contar. No se trata solo de entretener sino de que cuentes algo que haga pensar y que se pueda recordar después, que haya merecido la pena.

La Europa de Carlomagno, la China del siglo XIII y ahora Nueva York y la URSS del siglo XX. ¿No es un salto muy grande?

Paseando por Brooklyn me topé con un ensayo, en una libraría a peso, sobre los trabajadores americanos que emigraron a la URSS tras la Gran Depresión. El tema me sorprendió, me puse a investigar y, en efecto, descubrí que en 1931 The New York Times publicó un anuncio que decía que la URSS tenía trabajo para todos los americanos que lo necesitaran, con unas condiciones espectaculares. Muchos lo creyeron y allí se fueron, a buscar ese último paraíso. Me pareció fascinante y más lo que pasó después: esos trabajadores fueron masacrados, tratados como saboteadores y espías por la policía secreta soviética.

En la novela se refleja el abuso del poder, indistintamente del modelo económico.

Cuando empecé la novela comenzaba lo más duro de la crisis en Europa y España, y vi un paralelismo que al final se concretaba en cómo los poderosos siempre se aprovechan de los débiles. Así que creí que quizás podríamos aprender de lo que ya ha sucedido no una, sino dos veces.

El material que encontraría sobre aquello estaría bastante sesgado.

Los soviéticos fueron maestros de la propaganda y los americanos no andaban a la zaga, así que tenía que cogerlo todo con pinzas para llegar a un punto intermedio. Afortunadamente, con el Glasnost llega la transparencia soviética y se sacan a la luz muchos archivos ocultos. También los estudios americanos actuales son menos parciales.

¿Después del éxito de ventas de El lector de cadáveres no se planteó estirar la saga?

Aquel fue número uno en Amazon, así que dices: «Bueno ¿por qué no una segunda parte?» Pero al final intento ser consecuente conmigo mismo y con lo que puede esperar el lector, y a veces una segunda parte es artificial: las historias dejan de ser tan emocionantes y los personajes ya no transmiten lo mismo. Ocurre como en las series de televisión: las cosas se van complicando de manera artificiosa solo por un propósito mercantil. Yo no quería ni estar tentado. Creo que hay suficientes historias que merecen la pena como para repetir sin necesidad.

¿Cree en fórmulas establecidas para llegar al best-seller?

Creo en consejos. Tú puedes seguir un libro de recetas y hacer una tortilla que es un desastre, o ser Ferran Adrià y hacer una maravilla. En mis novelas creo que lo importante es el ritmo, pero sobre todo que los personajes emocionen y eso se consigue poniendo a una persona; cuando se enfrenta a un gran reto es cuando muestra cómo es en realidad: un cobarde, un criminal o un héroe.