Admito que conocía el Cure más por su logo «ramoniano», que se me grabó en la retina desde la primera vez que lo vi siendo universitaria, que por el número de cervezas que me había tomado en él, más bien escaso y porque hasta allí me llevó mi amiga Belén hace ahora tantos años que ni me acuerdo. Pero al conocer a Altair empecé a frecuentarlo más y a observarlo. Y esta es mi conclusión.

Este fin de semana es el funeral de uno de los bares míticos de Alicante, uno de esos sitios cargados de personalidad que difieren del tópico y de los locales de moda. Lo típico no es único y las modas pasan. Por eso el Cure, aferrado a su estilo propio cargado de rock, cerveza y libertad, ha vivido durante 26 años, primero en El Barrio y después en García Morato, dejando en la ciudad de Alicante una biografía repleta de noches de San Ramón -una fiesta el día de San Ramón en la que lo único que se oía eran versiones de los temas de Los Ramones interpretadas por otras bandas-, conciertos en directo y «temazos» hilvanados por el alma pater del Cure, Tito, procedentes en muchas ocasiones, todavía a día de hoy, del sonido del vinilo.

El Cure, con su eslogan Antidisco Bar, es la viva esencia de un lugar abierto al público para vivir la música, pasarlo bien y crear buen rollo, y ese ha sido su secreto. Quizás por eso, porque no se parió con el único fin de hacer caja, funcionó bien. No creo que ese haya sido también el secreto de su muerte, aunque sea un bar donde la bebida estrella es el tercio de cerveza y los usuarios del mismo más amigos que clientes. Tito achaca su insostenible supervivencia a la Ley antitabaco o a los problemas que le han hecho imposible poner cuatro mesas en la calle. También reflexiona sobre que las nuevas generaciones prefieren otros conceptos de local.

Los usuarios estamos locos. Muchas veces preferimos sostener negocios en los que te cobran diez euros la copa o aquellos que ocupan de forma permanente el suelo público de la ciudad -ya ni siquiera los veladores, sino todo el establecimiento- en los que es más interesante aparentar lo que no se es que vivir con lo que uno siente. De la misma manera, los gobernantes de esta ciudad han arrimado más el hombro hacia amiguetes que ocupan plazas o explanadas públicas con sus locales cool invadiendo el espacio de todos los alicantinos sin haber hecho posible que El Cure pudiera tener cuatro mesas en la puerta, pagando como es de suponer sus impuestos de ocupación de la vía pública.

Estos últimos días se han visto pintadas en el entorno del bar de Tito que rezaban: Salvemos el Cure. No parece que vaya salvarse. Es una cuestión matemática de gastos e ingresos. Pero si quieres morir con él no te pierdas la fiesta que Tito ha preparado este sábado para el entierro de su bar. Ah! Como él dice en su Facebook, el velatorio es el viernes.