Aunque es el único museo universitario que tiene un acuerdo firmado con el Museo de Ciencias Naturales de Madrid, no es un centro muy conocido en la provincia, aunque el año pasado recibió 22.000 visitas. Pero el Museo de la Biodiversidad de Ibi, dependiente del ayuntamiento de la localidad y de la Universidad de Alicante, cumple una década. Y lo hace mirando atrás para ver el camino recorrido, pero sobre todo hacia adelante con un futuro prometedor.

De hecho, este décimo aniversario tiene mucho de celebración. No solo por la efeméride sino porque el Museo de Ciencias Naturales de Madrid ha cedido medio centenar de piezas de sus fondos al centro ubicado en la antigua fábrica de juguetes Payá. Una colección que estará en depósito en principio un año, como manda la normativa, y luego por periodos de cinco años renovables. Esas piezas conforman buena parte de la nueva sala dedicada a la Sabana en el museo, dirigido por el profesor Eduardo Galante.

Por eso, esta misma semana, el director del Museo de Ciencias Naturales de Madrid, Santiago Merino, acompañado por el vicedirector de Colecciones de ese centro, Mario García París, visitaron las instalaciones donde ahora pueden verse cabezas y cráneos naturalizados de bóvidos, además de una colección de cinco antílopes que son piezas históricas de finales del XIX que fueron estudiados por los mejores naturalistas de la época. «Son una joya para el museo», apunta Galante.

Lo corrobora Mariano García que destaca que algunas de esas especies «están ahora en peligro de extinción». Hasta finales del XVIII, el material del museo nacional «provenía de expediciones científicas, pero a partir de cierto momento, las donaciones son la forma de engrosar los fondos».

La nueva sala se completa con otros elementos destacados, como un león o un cocodrilo del Nilo, «donados por particulares que los cazaron con los permisos pertinentes», según el director del museo de Ibi.

Diez años de historia

El profesor Eduardo Galante es el «culpable» de la existencia del Museo de la Biodiversidad de Ibi. Todo empezó con una exposición en la que consiguió reunir piezas y objetos requisados por tráfico de especies en Aduanas y por el Seprona en Alicante. Primero consiguió la cesión del material, que de otra manera permanecería almacenado, y después montó una exposición itinerante que recorrió varias comunidades autónomas. Entonces se planteó que esa muestra se convirtiera en el germen de un museo. Ibi dijo sí y de esta manera empezó esta aventura, de la que Galante asumió la dirección en mayo 2013.

Al principio contaba solo con una pequeña sala. Diez años después, con el nuevo espacio recién inaugurado, son ya 1.800 metros cuadrados los que ocupa.

Tras una reestructuración, el Museo de la Biodiversidad cuenta ahora con un recibidor donde se explica el significado del centro y también con un rincón de naturalistas, emulando un despacho de trabajo de los grandes investigadores del XVII y XVIII. En la primera sala se concentran las piezas que fueron origen del museo. Y allí se pueden ver desde mariposas y monos disecados, a marfiles, corales, bolsos de piel de cocodrilo e incluso una gigantesca piel de oso polar. La segunda está dedicada al ecosistema mediterráneo, con fondos de la UA.

«El mensaje es que la gente sepa que cuando viaja está prohibido comercializar con estas especies», asegura Eduardo Galante que ha puesto en marcha también un sistema de mecenazgo para ayudar al museo.