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Cristina de Middel. Fotógrafa

«Me gusta que la gente no sepa si una foto es verdad o mentira»

Su foto-libro Afronautas, que recrea el intento de Zambia de ir al espacio, ha sido reconocido desde el New York Times hasta los premios Deutsche Börse. El viernes en L´Espai de Alicante muestra las fotos que han dado la vuelta al mundo

Imágen del foto-libro Party, que se presenta Paris Prhoto Los Ángeles, y cuya primera exposición en España se inaugura en el marco de PhotoEspaña el 4 de junio, en la New Gallery de Madrid CRISTINA DE MIDDEL

Afronautas lo hizo aquí, ha viajado por todo el mundo desde 2011 y ahora se muestra en Alicante. ¿Tiene ganas?

Claro, porque ha estado en muchos sitios pero aquí también se ha seguido bastante. Lo acabé a finales de 2011 y esta es la exposición número 26 ó 27. Hice casi todo aquí, en Mutxamel, en el Monnegre, en una cañada que hay con bambú y un territorio que parece medio lunar. Una de las razones por las que yo hice Afronautas es porque había estado trabajando mucho tiempo en el periódico y me apetecía hacer algo totalmente distinto.

¿Las fotos de esa serie se venden por más de 6.000 euros?

Hay fotos de esa serie que se venden a 12.000 dólares, la última de la serie de las grandes, pero todavía hay algunas a 3.000, aunque se han vendido muchas, quedan pocas ya.

Ni se lo imaginaría cuando le pidió a su abuela que le ayudara a coser los trajes espaciales.

(ríe) No, si me lo hubiese imaginado no lo habría hecho porque me habría cagado de miedo. Realmente lo hice porque el trabajo en el periódico, aunque me gusta mucho y aprendí muchísimo, es duro, y a nivel creativo al fotógrafo le deja un poco limitado. Me apetecía irme al otro extremo y recordarme a mí misma que se pueden hacer otras cosas con foto. Fue más terapéutico que otra cosa, no tenía ninguna estrategia, ni en ningún momento pensé que esto se iba a convertir en lo que es ahora. Simplemente necesitaba hacerlo, me apetecía pasármelo bien y ya está.

Esta historia marcó su carrera, hasta entonces más dedicada al fotorreporterismo y a sus colaboraciones con ONG. ¿Qué queda de eso?

Muchísimo, porque haciendo fotoperiodismo aprendí a contar historias de una manera muy concisa, a saber exactamente cómo se entienden las cosas, cómo el público lee las imágenes, la base de cómo se cuenta algo. Aprendí la técnica, la narración visual. Pero, por otro lado, estaba muy frustrada con los temas, porque siempre son los mismos y se cuentan de la misma manera. Esto fue una reacción y pensé: «Voy a hacer un tema que no saldría jamás en un periódico y lo voy a contar como yo creo que se tendría que contar».

¿Ver que no cambiaba la realidad le llevó a crear otra?

Sí, y a una manera de explicar las cosas que a lo mejor sí puede cambiar la realidad. No digo que no haya fotógrafos en sitios que cuenten historias que puedan cambiar las cosas, pero con Afronautas he visto que también se pueden cambiar las cosas. Hay un montón de gente que no sabía que África era capaz de empezar un programa espacial. Incluso en África han salido un montón de historias a partir de su propia historia, en la tele y en los periódicos zambianos. Una chica zambiana hizo un programa documental increíble donde entrevistaba a gente ahora y oías frases como «nosotros podemos». Puede ser una inyección de moral y un pretexto para conseguirlo.

Tendrá que ir a Zambia, ¿no?

No sé, estoy yendo mucho a África porque tengo bastantes proyectos allí. Algún día iré.

Sus proyectos artísticos continúan siendo muy narrativos, ¿sigue contando historias igual?

Yo no me considero una artista. A mí me gusta contar historias con imágenes y las hago con fotos. ¿Un director de cine es un artista? Pues es un poco lo mismo, pero no me considero artista... De la vida, a lo mejor (ríe).

Fue la primera española finalista en el premio Deutsche Börse, uno de los más prestigiosos...

Este año hay otro español.

Sí, García-Alix. Se ha adelantado a grandes firmas del país. ¿Cómo le miran los veteranos?

La gente que se me acerca es para decirme que le gusta lo que hago. Imagino que habrá gente a la que no le guste, pero yo tampoco lo hice para gustar a nadie, sino porque me apetecía hacerlo. De momento me han acogido muy bien y con mucha curiosidad de saber quién soy y de dónde vengo. Soy un nombre que ha aparecido de repente en la escena y preguntan: «¿Y esta quién es?». En España a lo mejor es más complicado, pero fuera de España es todo bastante normal.

Además es mujer en un mundo, en general, muy masculino.

También haría la diferencia entre España y el resto del mundo. Yo siempre he sido una defensora y una luchadora de que haya más visibilidad para las mujeres, tanto al hacer fotos como a qué tipo de mujer se retrata en las fotos, porque hay un montón de fotos de mujeres pero están todas en bolas. Siempre he defendido a mujeres que no salen en bolas y tienen algo que decir en este país, pero en el tiempo que llevo en Londres aún no me he indignado, así que la cosa debe de estar mejor. Sí hay mujeres que trabajan a un nivel muy alto, a lo mejor no las conocemos como a otros hombres, pero ahí están.

Le llaman it fotógrafa, que marca tendencia. ¿Qué opina?

(ríe) Pero eso es por los Afronautas, que es como tener un hijo que ya se ha emancipado. A mí esta historia se me ha ido un poco de las manos, en el buen sentido.

Su segundo foto-libro no se queda atrás. Ya se ha agotado.

Lo de los foto-libros es curioso porque con el fenómeno de los Afronautas se ha convertido más en un objeto de coleccionismo que de difusión. Con Afronautas sí que se habló mucho del libro -autoeditado, mil ejemplares- y luego se agotó, pero de este, Party, no ha dado tiempo porque los 1.600 que se hicieron, en dos semanas se agotaron. Como Afronautas alcanzó esos precios, la gente lo busca más como inversión que como trabajo, aunque eso no quita para que el trabajo esté bien.

¿Qué es lo que ha hecho con el Libro Rojo de Mao?

Me fui a China para resetear la cabeza, estuve haciendo fotos y construyendo mi opinión sobre un sitio en el que no entendía nada. Me vine con un montón de imágenes pero sin ninguna historia detrás. Cogí el libro de Mao y en la primera página ponía «the Comunist Party». Como party tiene esos dos significados de partido y fiesta, podía jugar con el doble sentido en inglés y con típex tachaba las partes que para mí ya no definen China. Es como una versión renovada de la biblia del comunismo adaptada a lo que es China hoy, con sentido del humor y de risa, como hago yo las cosas.

¿Qué otros proyectos tiene en marcha?

Si todo va bien, salen dos libros más. Uno de fantasmas en Nigeria y otro de una expedición al Polo Norte de 1911. Una historia real de una expedición «turística» que salió fatal, no consiguieron llegar, pero había un cinematógrafo en el barco que convenció al resto para quedarse en una playa de Islandia y fingir que habían ido a la isla haciendo la película de que llegaron. Estoy mezclando el archivo de verdad del capitán del barco -mapas, dibujos, caricaturas- con imágenes mías que he creado en las que no se diferencia muy bien qué es lo antiguo y qué es lo nuevo de la historia.

Que es lo que a usted le atrae de la fotografía...

Sí, me gusta que la gente no sepa si es verdad o es mentira cuando ve una foto, porque casi siempre se cree que es verdad. Pues no, a veces no es lo que parece.

Y busca historias peculiares.

Claro, yo busco historias verdaderas pero increíbles o historias falsas que todo el mundo se cree. Porque te fuerza a entender la foto, algo que con otros géneros no ocurre. La fotografía -que es tanto arte como herramienta o documento- se ha usado siempre de forma muy limitada, al contrario que el vídeo, donde puedes contar cosas de ficción. En foto es todo documento ¿y por qué no se pueden contar historias de ficción? Estamos en la era de la imagen en la que todo el mundo es fotógrafo y hace falta educar a la gente a cómo leer una imagen, porque no nos han enseñado, y creo que es necesario que la gente se pare a pensarlo.

¿Le gusta que se lo pongan fácil o difícil en las fotos?

Normalmente lo pongo yo difícil y lo que me gusta es que me hagan caso. Trabajo muy rápido, siempre lo he hecho y en prensa era perfecto para mí, porque me aburren enseguida las cosas y necesito rapidez. Con Afronautas estuve dos semanas preparando, viendo localizaciones, haciendo los trajes, buscando modelos y luego las fotos fueron tres segundos. Lo llevo en la cabeza.

¿Hay museos extranjeros que buscan sus series fotográficas?

(ríe) De eso no puedo decir nada aún.

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