Si yo le digo Mario Benedetti, ¿qué le sugiere?

Bueno, es un poeta, un hombre dubitativo, heredó algunos miedos y eso forma parte de su manera de ver la vida. La suya era una figura radical pero temerosa, era un hombre pálido y triste. El pícaro era el que escribía las canciones de amor, lo más accidental de su poesía, no era el Benedetti hondo, el que podías ver al final de su vida como un hombre que también tenía miedo de quedarse solo. La picardía era más pública y más ajena la otra cara. Él era un hombre muy ensimismado.

Usted fue su editor y también amigo personal.

Fuimos amigos durante mucho tiempo. Le fui a ver muchas veces a Montevideo cuando se fue y le despedí en Madrid. Fue una despedida triste porque ya su mujer estaba muy enferma. Tenía Alzheimer y ese día ella se dejó las llaves dentro de la casa y no podían entrar. Fue todo muy patético. Todos esos recuerdos que tengo de él configuran un Mario Benedetti que no era el que luego recitaba en público o firmaba en la feria del libro. Había varios Mario. También estaba el Mario que se alegraba mucho, que se sentía joven, que hablaba de fútbol, que tenía cierto tono de ingenuidad, que creía que todo era posible y que empezó a ver que todo era imposible, ya cuando su mujer no se valía por si misma y eso influyó en él. Al final de su vida también el distanciamiento con su hermano le afectó mucho.

¿Murió triste Benedetti?

Sí. Todo el mundo muere triste. Yo lo vi unos días antes de morir y había perdido la relación con la realidad. Ya no conocía a la gente y estaba rabioso. En mi libro Especies en extinción hablo mucho de él y también en Egos revueltos.

¿Tenía constancia de la importancia del poeta en la UA, donde tiene un centro que usted reinaugura mañana y a donde donó su biblioteca particular?

Sí, sí, era muy generoso. Hizo muy pronto la Fundación Mario Benedettti y dio todo lo que estaba en su mano donar. Era un hombre muy desprendido, me gustaba verlo hablar con Onetti porque se burlaba de su ingenuidad. Era muy trabajador y muy preciso. Todas las cosas las quería bien organizadas y bien hechas. Le enfadaban mucho las personas que descuidaban el trato. Quería sensatez alrededor. Era un hombre de orden, aunque el suyo fuera un orden revolucionario.

¿Cómo se mantiene viva la memoria de Benedetti, que es el título de su conferencia?

Leyéndolo. A los escritores se les recuerda leyéndolos. Leyendo su poesía más personal, sus relatos, leyendo su periodismo de batalla. Cuando un escritor se muere se tiende a no leerlo, pero Benedetti sigue siendo un mito para los jóvenes. Si ahora se hiciera un gran recital de Benedetti con todos los cantantes que se sirvieron de su poesía muy probablemente habría un clamor.

Son importantes sus versos, su literatura, algo que le unió a España y también a la UA, pero ¿qué importancia tiene su pensamiento, su compromiso?

Él vivió el exilio y mostró gratitud hacia los países que lo acogieron como Cuba o Perú, también estuvo en Palma de Mallorca y por los lugares donde fue celebrado y querido, como Alicante. Para él era muy importante Alicante. Estaba muy orgulloso de lo que los alicantinos hicieron por él y la acogida que tuvo cuando le hicieron doctor honoris causa y leyó su poema Zapping de siglos, que unía al periodista, al narrador, al versificador y al poeta.

En 1988 usted ganó el Premio Azorín con El sueño de Oslo. ¿Qué recuerdos le trae ese galardón y también un escritor-periodista como es Azorín?

Recuerdo a gente tan entrañable como Enrique Cerdán Tato, su generosidad, su radicalismo y su bonomía. Eso fue para mí el Premio Azorín. Luego el galardón mismo fue muy importante y esos días en Alicante con esa luz... A Benedetti le gustaba mucho ir a Alicante por la luz y se reía porque el hotel donde le ponían era muy alto y decía que el café siempre se lo traían frío. Azorín fue para mí uno de los maestros por la concisión y por la hondura. En España lamentablemente se lee muy poco a Azorín pero sobre todo porque se lee mal, porque en España se lee muy poco lo que no está de moda. Tendemos a leer la moda, lo último que se publica, lo que jalean los medios. Nuestra cultura nunca fue clásica y ahora lo es menos que nunca. Y con respecto al siglo XX tenemos una cultura de desperdicio.

El año pasado recibió el Premio Nacional de Periodismo Cultural en 2012. ¿Cree que es un buen momento para dedicarse a la cultura?

Yo creo que estamos en un momento muy delicado en todos los ámbitos: político, económico, cultural, periodístico... Todo gira en torno a dos crisis, la económica y la que genera el cambio de paradigma cultural y de periodismo. Es un momento que debe hacer reflexionar, sobre todo a los jóvenes, porque si ellos se dejan vencer por la demagogia y el tópico, y por lo último que se inventa, es probable que se diviertan pero luego lo lamentarán. Yo creo que no se mira al pasado pero tampoco al futuro, solo al día de hoy, pero es el día de mañana el que tiene que hacerse hoy.

Un pueblo sin cultura es...

Un pueblo sin nada. Me decía un compañero que hemos tirado por la borda la Transición y lo que significó de reflexión y de encuentro, y no la estamos reemplazando por nada, solo por desdén. Nuestros colegas van a las televisiones y radios a gritar lo que ellos creen que la gente espera que se diga, y eso está destrozando la credibilidad del periodismo. Tenemos que aprender más, tenemos que estudiar, tenemos que saber más de las cosas para poderlas contar mejor. No estamos para cantar sino para contar. Los periodistas no estamos para jalear ni para armar líos sino para situarnos en un lado de la plaza y decir qué está pasando.

¿Y en que se va a convertir España con la política cultural que tenemos?

La política cultural a mí no me importa tanto, es una cosa de los gobiernos. A mí lo que me importa es si la gente va a las bibliotecas. La cultura la hacemos los ciudadanos todos los días. La política cultural, la industria cultural es la que está mal porque no hay dinero para el teatro o el cine. Pero nadie habla de los libros por leer ni de las dotaciones de las bibliotecas, parece que toda la cultura es visual. Cuando se habla de la crisis del libro es porque viene Internet no porque no haya dinero para las bibliotecas.

Cuestión de educación...

Sí, no hemos tenido una buena educación pero no en los últimos 10 o 20 años, no con el ministro Wert. Nos tropezamos con los nombres propios y con la demagogia. Tenemos una mala cultura porque durante muchos años a este país lo dominó una dictadura que tenía que ver con la cultura y la educación. Nos enseñaron en escuelas cerradas, donde no podían entrar los chicos con las chicas, donde nos teníamos que aprender de memoria la biografía de los escritores y no lo que decían los escritores. Hemos hecho un desastre de país y no lo vamos a cambiar en 20 días, aunque solo recordamos lo que pasó hace 20 días. Hemos perdido una educación civil, republicana, pero eso es una cuestión conceptual.

El IVA cultural sigue coleando y sigue causando bochorno si lo comparamos con otros países.

Eso es un desastre, un desastre. Se ha cargado el tejido productivo de la cultura y espero que lo arreglen pronto..

Especies en extinción. Memorias de un periodista que fue editor es el título de su último libro. ¿Cuáles son esas especies?

El libro trata de un momento en el que los seres humanos tenemos una segunda oportunidad sobre la tierra. Lo que yo cuestiono siguiendo una frase de García Márquez es si estas especies a las que he dedicado mi vida, el periodismo, la cultura, el libro... van a tener una segunda oportunidad sobre la tierra. Yo espero que sí, pero sobre todo por mi nieto.

El caso Bárcenas, el caso de los Ere, las escuchas en Cataluña ... ¿Realmente sabemos mucho de esto o sabemos muy muy poco?

Decía Luis Mateo Díaz que vamos como zombies. Creemos saber más de lo que sabemos.

¿Cómo definiría el discurso de Ana Botella ante el COI?

Bueno, yo por decirlo muy brevemente creo que no importa que no sepa un idioma, quizá hubiera sido mejor que hablara español. La gente no debe burlarse de los que no hablan bien un idioma, pero desde el punto de vista conceptual creo que se equivocó. Nadie puede en su sano juicio político relacionar Madrid con un sitio donde se toma café con leche y se cena romántico. Es una ciudad muy importante. Ha vivido una historia apabullante que en cierto modo se resume como la historia de la España de los años 30 en el Guernica de Picasso que está en un museo de Madrid, y está Goya y Velázquez... Al lado de ese apabullante testimonio ¿cómo se puede invitar a la gente a un café con leche como paradigma de Madrid?