De niño ayudaba a su padre en el bar de su pueblo natal (Almendral, Badajoz), a los 12 años empezó a trabajar de repartidor telégráfico, a los 15 ayudaba en la matanza y a los 16 se vino solo a buscar horizontes a Alicante. Se empleó en el hotel Alfonso el Sabio en 1968 y unos años después se trasladó unos cuantos metros a El Jumillano en el año 74. Así empezó su andadura en Alicante Antonio Cordobés, Córdoba para quienes le conocen como jefe de sala del restaurante alicantino, del que se acaba de jubilar después de casi cuarenta años.

"Me vine a Alicante porque yo veía que allí no había vida, no había porvenir. Llegué en enero del 68, en marzo me traje a mi padre y en julio se vinieron mi madre, mi hermana y mi abuela", relata Córdoba, que vio por primera vez el mar en Alicante, ciudad que "desde el principio me gustó, tiene algo de encantador que te atrae".

El extremeño recuerda que "en el 74 éramos siete camareros, todos iguales. Luego el dueño nos proponía hacer cursos de idiomas, de trato al cliente... Y como el único que me apuntaba era yo, Miguel [Pérez, el propietario] me hizo jefe de sala enseguida. Y a mí me conocen más que a él", asegura entre risas junto al dueño del establecimiento, con quien ha formado "casi un matrimonio".

A sus casi 62 años, que cumple el día 13, Córdoba ha decidido dejar de coordinar a los camareros y atender a los clientes, un oficio que reconoce "muy sacrificado pero muy bonito. Tratas con muchísima gente: lo mismo un carpintero o un fontanero que un presidente de la Generalitat o un banquero". Pero él nunca ha hecho distingos entre la clientela. "Pues no, me daba igual, no como a otros, que tratan mejor al que se gasta el dinero en marisco que al que se pide unas chuletas, y siempre les digo que no se pasen pidiendo porque lo que peor me sabe es que quede comida en la mesa", afirma Antonio, que destaca entre sus cualidades "el buen servicio, la buena atención, que cuando se va el cliente te lo agradezca", y la psicología: "He tenido a directores de bancos que han tenido mala gestión y me han entrado de malas formas, pero al final me los he llevado a mi terreno porque soy buen psicólogo. Nunca me he peleado con nadie. La satisfacción mayor era cuando me daban la mano, anónimos o conocidos, y se iban tan contentos".

La discreción, fundamental en los maîtres, es aún hoy otra de sus cualidades, ya que no suelta prenda de las reuniones y contubernios que entre políticos se celebraban en alguno de los tres reservados, "pero alguna vez sí que se ha metido alguno en la bodega al ver que llegaba otro, aunque luego se den la mano. Yo podría escribir un libro, pero mejor no. No puedes decir nada porque los clientes te tienen confianza y siguen hablando aunque esté delante el camarero, que no está sordo".

De la política, señala que "Eduardo Zaplana venía mucho, de presidente y de ministro. Es una excelente persona y me llevaba muy bien con él; en una entrevista nombró al Jumillano y habló de los platos de cuchara. Camps sólo vino una vez y Fabra creo que no ha venido, son más de Valencia y de Castellón", relata Córdoba, que también recuerda a Aznar, "que entró y a la media hora los guardaespaldas salieron corriendo", a Rubalcaba en su etapa de ministro y a Bono "muy majo, muy agradable, se metió en la cocina y todo".

Montserrat Caballé, Plácido Domingo, Verónica Forqué, Concha Velasco, López Vázquez, Pau Gasol, Ferran Adrià, Curro Romero o Pepe Luis Vázquez. A todos ha tratado igual y con respeto porque "aunque sea falso, el cliente siempre tiene razón", apostilla. Córdoba se pasa de vez en cuando por EL Jumillano "porque son muchos años aquí, a ver si ahora empiezo a pasear un poco porque si no coge uno kilos".

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