Ir a comprar el pan y encontrarse con acuarelas en la pared, escudriñar portadas de discos de los años 80 mientras aguardas tu turno con el peluquero, o degustar un buen plato con un óleo enfrente son algunos ejemplos de que el arte puede aparecer en cualquier sitio. Bares y pubs fueron los primeros en hacer hueco a obras que probablemente nunca estarán expuestas en un museo y que hoy es habitual tenerlas de fondo de estos locales, pero cada vez son más los establecimientos que se suman a esta tendencia de ofrecer en su interior pequeñas muestras de fotografías, esculturas o pinturas, aunque no tengan nada que ver con el servicio que prestan, como peluquerías, panaderías, librerías o restaurantes. Dicen que el público agradece el plus y que incluso les copian sus competidores.

Enrique Marco es el propietario de la peluquería Quique Pop de Alicante. Tiene 42 años, le gusta la música y es coleccionista de vinilos. "Cuando nos cambiamos a este local ya se prestaba a hacer estas cosas y creo que cada sitio debe tener su alma. Yo quiero recuperar el vinilo y siempre cuelgo portadas de los discos, aunque también clientes han hecho sus exposiciones de discos", cuenta Enrique, que desgrana algunas de las muestras ya realizadas: colecciones de maxi-singles de Depeche Mode, discos con formas distintas, vinilos infantiles, monográficos de Stone Roses o Portishead.

"Normalmente hacemos tres al año y cuando empieza el año ponemos lo mejor del año anterior y luego algunos monográficos, de música de los 80 es de lo que más tengo", explica el peluquero, que admite que al principio el eco entre el público era escaso. "Hay de todo pero al principio me sentía un poco frustrado porque nadie se daba cuenta, pero con el tiempo ves que llegas a un público determinado porque en verano, cuando no hay nada, te preguntan, e incluso hay gente que hace fotos desde fuera. Si encuentras a alguien que lo entiende te recompensa; para el resto quizá es una decoración bonita", añade.

Pero lo importante, independientemente de la clientela -"no hay que confundir: la gente tiene que venir por nuestro trabajo, no por las portadas de discos"- es, a juicio de Enrique, "que si tienes algo que te gusta, desarróllalo, muestra algo de tu interior, que tu negocio tenga una parte del alma y, si a la gente le gusta, siempre será un valor añadido".

La Casa del Libro comenzó hace un año a intercalar pinturas y fotografías entre las estanterías de libros. Al no tener paredes, las piezas se muestran sobre caballetes y es fácil encontrarse con ellas, que se muestran entre 15 y 30 días. "Se nos ocurrió preguntándonos qué cosas podíamos hacer que no se hicieran en una librería y empezamos con un pintor local amigo, que hizo los cuadros justo para la exposición. No sacamos beneficio, solo cedemos el espacio, y si alguien se interesa por una obra le ponemos en contacto con el autor", indica el director de la librería, Fernando Álvarez.

Y, además, se venden. "En la anterior compraron cinco o seis cuadros y en esta -de Virginia Ciendones- también hay gente interesada", añade Álvarez, que cree que el público valora esta actividad: "Librerías hay muchas, pero con exposiciones, menos, y es un lugar en el que muchos de los clientes interesados en la lectura también lo están en el arte, y lo agradecen".

Si a la Casa del Libro lo que le faltan son paredes para exponer, la panadería Migas y Pan quería aprovechar la que tenía libre. "Iba a decorar la pared y y no sabía muy bien qué hacer con ella y, en lugar de pintarla de un color y aborrecerla después, pensamos que podíamos ofrecerla a gente que hace cosas y que no tiene oportunidad de mostrarlas", explica Silvana Martínez, la propietaria de esta panadería y bollería en la calle Gerona de Alicante.

Empezaron con una muestra fotográfica solidaria hasta que llegó otra persona ofreciéndose a exponer sus acuarelas, un aficionado a la pintura llamado Gaspar Huertas, que pinta rincones alicantinos. "Nosotros le dejamos el hueco, le ayudamos a colgar las obras y si se venden el dinero es para el pintor; nosotros nos quedamos con una obra para luego irlas colgando también", señala la dueña, que apunta que "a mucha gente le choca ver una exposición en la panadería, pero les gusta, se paran y preguntan. Es una manera de dar un producto y algo más, además de dar posibilidad a mucha gente de mostrar lo que hace, que es una pena que se pierda".

Carlos Bosch, copropietario del restaurante El Portal de Alicante, tenía claro que cuando en 2009 se quedaron con el restaurante "queríamos hacer algo diferente y que fuera un sitio donde pasaran cosas, que se comiera bien, se bebiera bien y hubiera cosas que la gente valorase -desde la decoración, la coctelería, la música o las exposiciones- y que el cliente se encontrara con algo nuevo cada vez".

Desde entonces han propuesto una docena de exposiciones al público. La primera fue la alicantina Perceval Graells y por allí ha pasado también la fotógrafa Mercedes Fittipaldi o el dibujante de bolígrafo Romualdo Moreno. Ahora es Roberto Panza el que expone sus óleos.

"Es una manera de promocionar a artistas y crear un nuevo aspecto dentro del restaurante. Al principio nos costaba encontrar a los artistas y ahora se nos ofrecen. Y nos están copiando, cosa que nos enorgullece", concluye Bosch.