­Antonio Ballesta Martínez, uno de los último superviventes alicantinos del horror del campo de concentración nazi de Mauthausen, falleció en la madrugada de ayer a los 102 años de edad, según hizo público la asociación Alicante Vivo citando a una persona allegada a la familia. Con este fallecimiento, del que no trascendieron más datos a lo largo de la jornada, se pierde en la provincia la memoria oral de uno de los episodios más oscuros de la historia del siglo XX. Algunas fuentes cifran en 320.000 los fallecidos sólo en este campo de concentración austriaco, entre ellos unos 5.000 españoles.

Ballesta, hijo de un ferroviario, había nacido en Albatera en diciembre de 1910, aunque ya al estallar la Guerra Civil Española vivía en Alicante, en el barrio de San Blas. En la actualidad seguía residiendo en este mismo lugar. Durante la contienda española formó parte de la Guardia Nacional Republicana, lo que condicionaría para siempre su destino. Tras huir a Francia en 1939, y la posterior ocupación de ese país por la Alemania nazi, acabó en el tristemente célebre campo de concentración de Mauthausen, donde pasaría cuatro años. En aquel lugar vio «la cara de la maldad», según afirmó en una entrevista realizada en diciembre de 2007 por la misma entidad cultural que ayer anunció su pérdida.

La muerte le ha venido finalmente a los 102 años, y no con apenas 33 como todavía consta en los listados oficiales de fallecidos en Mauthausen y el campo anexo de Gusen. Estando preso, Ballesta intercambió su identidad con la de otro alicantino, Rafael Millá, hijo del que fuera alcalde de la capital entre septiembre de 1936 y mayo de 1937, tal y como relata Alicante Vivo. Millá fue fusilado en septiembre de 1943, con el nombre de Antonio Ballesta, quien no tuvo más remedio que utilizar durante un tiempo el nombre de su amigo muerto para eludir el mismo final que él.

Desde Alicante Vivo lamentaron el fallecimiento de Ballesta, recordando que con él se marcha todo el testimonio de una barbarie como fue la Segunda Guerra Mundial. La noticia se extendió rápidamente por las redes sociales, donde se sucedieron continuas muestras de reconocimiento hacia su persona y de consuelo a los familiares. Entre ellas, no faltó el apelativo de «héroe» por el hecho de haber sobrevivido a un horror del que no pudieron escapar miles de personas que, como él, habían sido simples víctimas de un designio megalómano ajeno.