El profesor y doctor del departamento de Historia Medieval y Moderna de la Universidad de Alicante Emilio Soler, hoy jubilado, se encontró por primera vez con el barón de Bourgoing cuando en los años 80 preparaba la tesina de Alejandro Malaspina y comprobó que el francés intercedió por el italiano para evitar su condena. Pero, además, a Soler le fascinan los libros de viajes y vio en Bourgoing un filón, ya que este diplomático viajó por toda España en el siglo XVIII y la diseccionó en su libro de viajes, Nouveau Voyage per l'Espagne (1789), que fue ampliando en posteriores ediciones hasta la definitiva, Tableau de l'Espagne Moderne, en 1807.

La edición del libro fue un éxito en la época y se tradujo a la mayoría de idiomas europeos, pero en España fue prohibido por la Inquisición Española, incluso para quienes tenían autorización para leer los ejemplares proscritos. Durante el Franquismo, en los años 40, se tradujo de forma sesgada por un intelectual del régimen, Luis Ruiz Contreras, explica Soler, "que masacró la obra original, de tres volúmenes, y la dejó a un 15 por ciento al eliminar de la traducción cada vez que el autor hablaba mal de la Iglesia española, alababa el régimen foral vasco, criticaba a la monarquía absolutista o el mal reparto de tierras en Andalucía".

Doscientos años después, este libro se edita ahora por primera vez completo en castellano después de un año de trabajo de Emilio Soler, con la traducción del alicantino Jaime Lorenzo Miralles y publicado por el Servicio de Publicaciones de la Universidad de Alicante.

"A mí me encantan los libros de viajes y este es uno de los libros más importantes de la España del siglo XVIII escrito por viajeros foráneos", considera Soler, que destaca que Bourgoing "comprende el pasado de España, analiza el presente y adelanta algunas recetas para su futuro, siempre bajo el punto de vista de un diplomático francés que busca en España un aliado frente a su tradicional enemigo inglés".

Jean-François Bourgoing (1748-1811) fue diplomático, primer secretario de la Embajada francesa en Madrid desde 1777 y luego embajador de la Francia revolucionaria entre 1791 y 1793. Fue un gran conocedor de la realidad española del último tercio del siglo XVIII, ya que viaja por todo el territorio e incluso interviene como negociador en la Paz de Basilea que pone fin en 1795 a la guerra de la Convención hispano-francesa.

El barón de Bourgoing describe fielmente el país que ve, una España "sin carreteras, con posadas incómodas, con bandoleros, una Inquisición en estertores que aún metía a la gente en prisión, el absolutismo regio de los Borbones y una población ignorante con más de un 75% de analfabetismo, que disfrutaba con los autos de fe y las corridas de toros".

Bajo la óptica del francés ilustrado, Bourgoing criticó este espectáculo, que consideraba "salvaje", pero al mismo tiempo "no perdonaba una corrida en Madrid y se hizo seguidor de Pepe Hillo, un torero muy popular de la época", explica Soler, que añade que Bourgoing, como viajero espectador, "huye de las anécdotas y de los comentarios contrarios a la idiosincrasia del pueblo español, no se mofa, y ofrece una imagen de España limpia de sátiras y pintoresquismo. Dice que a España se la situaba más bien en el extremo de Asia y él lucha por situarla en la modernidad. Toma partido por España y cree que tendrá futuro siguiendo los pasos de Francia".

El diplomático da cuenta de las diferencias abismales entre regiones y considera que el espíritu oriental de los españoles, la herencia musulmana, "es la causa de la lentitud con que España se va incorporando a la Europa de la Ilustración", pero también destaca "los sistemas fiscales de Vizcaya y Guipúzcoa y alaba la laboriosidad de catalanes y valencianos". En este apartado, describe cómo los valencianos, deficitarios en trigo al no poder transportarse desde La Mancha por no haber caminos, fomentan el cultivo de arroz aprovechando las zonas pantanosas, y también critica la colonización de Tabarca con esclavos genoveses llevados a la isla para defender la costa alicantina de los piratas berberiscos. "Bourgoing censura en su libro que se hayan llevado a 400 personas a un lugar inhóspito sin agua ni posibilidades de cultivo, y donde solo podían vivir de la pesca", apunta Soler.

El francés, que rechazaba el ajo y al que le encantaba el vino español, se muestra como un avanzado en el terreno turístico español, afirma que el país necesita "buenos caminos y cómodos alojamientos para ofertar dignamente su patrimonio artístico y documental a los visitantes, ya que esto puede propiciar el renacimiento del país en todos los órdenes". Incluso propone la creación de un "parque temático" (sic) alrededor del Museo del Prado "para mostrar la forma de vida en las colonias españolas y que la gente pague por verlo, una especie de Terra Mítica", indica Soler. Por último, lanza una advertencia para el futuro: "Se necesita que España disminuya la multitud de sacerdotes y frailes que os escandalizan y os devoran y que la tierra se reparta de forma igualitaria".