Feliz y triste a la vez, Antonio Najarro se despide hoy de su compañía y también de los escenarios, donde ha bailado desde que tenía 15 años y en los que ha conseguido el Premio Max al mejor intérprete masculino de danza. Asegura que es un luchador y un defensor a ultranza de la danza española, "un tesoro único", y afronta su nuevo papel como director del Ballet Nacional de España -donde estuvo como bailarín durante seis años-, con la esperanza de que ese patrimonio tenga más peso en nuestro país.

Esta noche se despide de su compañía y de los escenarios.

Pues sí, es la última actuación y lo llevo con mucha tristeza porque llevamos nueve años girando por todo el mundo con los cuatro espectáculos que he creado. Está muy consolidada, con mucha calidad a todos los niveles. Todos los bailarines están muy tristes. Va a ser una función muy especial. Vamos a poner toda la carne en el asador. Somos 28 personas y es posible que nos reencontremos en breve... Pero bueno, después de la actuación nos iremos de juerga.

Con el título del espectáculo que presenta, Jazzing flamenco, deja entrever por dónde va su concepción del baile.

Es un espectáculo que hice hace tres años. Es el que mejor define mi visión de la danza española y mi lenguaje. Mis coreografías se caracterizan por dar mucha importancia a la estética, a la clase, a la elegancia de la danza española. Ese es el camino que he decidido llevar con mi compañía, la fusión, aunque me gusta más hablar de un encuentro con diferentes estilos, pero con rigor, documentando y respetando las bases de la danza española y a los maestros como Antonio Gades, Mariemma o José Granero.

¿Qué compañía cree que se va a encontrar en el Ballet Nacional de España?

Pues mira, conozco a mucha gente de la que hay ahí. Estuve seis años y bueno, creo que el elenco que me voy a encontrar tiene muchas ganas de frescura, de dinámica y espero que sea abierto porque me voy a dejar la piel para sacar lo mejor de cada uno.

¿Y qué compañía le gustaría haber conseguido dentro de 5 años, el tiempo de su contrato?

Me gustaría que esté como pienso que debe estar un ballet que es único en el mundo. Hay ballets nacionales de danza clásica o contemporánea, pero el nuestro es un patrimonio cultural único, que tiene un potencial enorme y un gran éxito allí donde llega. Eso tiene que subir a un altar al BNE, tiene que ser un referente mundial porque tiene que ser representante de la danza española, que tiene un folclor riquísimo, con una complejidad enorme. Lo que quiero es que ese patrimonio lo conozca la gente de nuestro país porque muchos no conocen la riqueza que tenemos, sobre todo los jóvenes que pueden pensar que es algo obsoleto o elitista, y para nada es así.

Combinar el repertorio español con las nuevas tendencias no es fácil porque para el baile contemporáneo ya está la Compañía Nacional de Danza. ¿En qué lugar debe estar el BNE?

En el proyecto que presenté, incluí que todos los años hubiera dos temporadas estables en el Teatro de la Zarzuela, una en marzo y otra en otoño. Una destinada a la nueva creación, invitando a bailarines y bailaores que despunten tanto a nivel de intérprete como coreográfico, y otra dedicada exclusivamente a la recuperación del repertorio español. Dos temporadas muy diferenciadas para que el público sepa distinguir.

Va a dejar de bailar para centrarse en su nuevo cargo. ¿Podrá abandonar el escenario?

Por supuesto. Ahora tengo que dejar de bailar porque sé a lo que me enfrento. Sé lo que cuesta mantenerse para estar en el escenario y en el BNE tengo un trabajo tan grande que sería incompatible con mi preparación física. Pero no sé lo que voy a sentir porque llevo bailando desde los 15 años profesionalmente. Si me ha llegado a los 35 años esto, pues bailar ya es algo secundario.

Su carrera es una de las más duras y también cortas. ¿Llegar a dirigir una compañía como el Ballet Nacional de España es el sueño de todo bailarín?

En mi caso es uno de mis sueños porque siempre he querido representar a la danza española. Me siento un poco embajador de la danza española en el extranjero. Por eso monté mi compañía hace 8 años con 28 personas. Para mí es la continuidad del trabajo que llevo haciendo hace años y de la responsabilidad que yo me he puesto por difundir la danza española. Se da espacio solo al flamenco, algo que me encanta y lo defiendo, pero también hay más disciplinas que hay que cuidar.

Supongo que es consciente de que no llega al BNE en el mejor momento económico...

Soy consciente de la época que me toca, pero con mi compañía lo he pasado muy mal también porque sacar adelante a 28 bailarines es muy duro, conseguir vestuario, pagar al equipo técnico... todo eso lo he vivido en condiciones adversas, pero la danza está para mí por encima de todo. Si tengo que prescindir de escenografía lo haré porque la gente va a ir a vernos bailar.

¿Cree que la danza por fin está donde debe estar?

Todavía queda mucho camino. Yo no me voy a quejar, pero lo que sí digo es que la danza española es un tesoro y un tesoro tiene que estar cuidado y mimado porque es único. Ha cambiado todo pero se conocen tres o cuatro nombres, aunque hay muchos artistas estupendos y pienso que los programadores y directores de teatro tienen que darles más espacio.