Jorge Juan dedicó 12 años de su vida al estudio de América. Al principio, la misión encargada por Felipe V era la de sumarse a una expedición francesa, promovida por Luis XV, para medir el grado del meridiano del ecuador, al objeto de comprobar si la Tierra era o no perfectamente esférica.

Sin embargo, poco después, se originaron distintas campañas y misiones que llevaron al marino de Novelda por varios de estos países (sobre todo a Ecuador y Perú) junto a su compañero Antonio de Ulloa. Algunas de las conclusiones de estos viajes se publicaron en Londres en 1826, bajo el título de "Las noticias secretas de América", donde Jorge Juan denunciaba la desidia y abusos de las autoridades españolas, la relajación de la vida militar, el contrabando, los fraudes, la vida disipada de los religiosos, la explotación de los indios o la inutilidad de muchos empleos "que se pudieran suprimir con gran beneficio de la Real Hacienda". Ahí queda la leyenda negra en nuestra era colonizadora de mediados del siglo XVIII.

Pero a un lado todos esos aspectos negacionistas, los diarios de viaje de Jorge Juan también han servido a los historiadores para realizar una perfecta radiografía de cómo era la sociedad de entonces: costumbres, religión, sistemas de caza, alimentación o transportes fueron detallados al milímetro por el marino alicantino.

Y son precisamente estos últimos datos de los que ha partido el conservador-jefe del Museo Naval del Ministerio de Cultura en Madrid, Miguel Godoy, para reconstruir varias de las balsas que idearon y construyeron los colonos de Ecuador y Perú para moverse por sus ríos y mares. Porque, para sorpresa del mismo Jorge Juan, estas balsas no eran en absoluto cuatro troncos mal formados y unidos por unas tiras o raíces de cualquier árbol. Eran, en cambio, unas sofisticadas y veloces embarcaciones, bien pensadas y meditadas, que Jorge Juan las llegó a calificar como "una invención que hasta ahora se ha ignorado en las más cultas naciones de España".

La tarea no ha sido nada fácil, y la investigación de Godoy, miembro además de la National Geographic Society, le ha llevado 12 años. Entre las varias embarcaciones recuperadas por Godoy, cabe destacar la denominada "balsa de Guayaquil", de la que Jorge Juan no solamente informaba de sus características principales, sino también de "la madera idónea para su fabricación o del corto tiempo que empleaban para sus diversas rutas. Además, estas balsas no solamente se utilizaban por ríos, sino también por los mares", apunta Miguel Godoy.

Según Jorge Juan, estas balsas se fabricaban con una ramada o casa, construida originalmente con cañas en la paredes y un tejado con hojas de vijahua (especie variante del plátano) dejándolas bien entretejidas con bejucos (una raíz que cede tiras muy flexibles).

"Estas balsas Jorge Juan también las comparó con las que veía en su infancia, cuando fue condecorado caballero de la Orden de Malta. Y las cita también en sus diarios de viaje", apunta el jefe-conservador del Museo Naval de Madrid, Miguel Godoy.

Pero para que una investigación llegue a buen término, no hay que cerrarse a una sola fuente. Por todo ello, Godoy ha acudido a numerosos documentos de la época para confirmar que las mismas balsas que describió Jorge Juan en sus cuadernos fueron anteriormente descubiertas por otros conquistadores españoles.

"La verdad es que sorprende que tres siglos atrás, 300 años antes de lo que nos habla Jorge Juan, las mismas balsas eran descritas por descubridores como el español Pedro Sarmiento de Gamboa. Esto nos da a entender la enorme progresión y adelanto en materia de transporte marítimo de estos colonos en la América del Sur", agregó Miguel Godoy, quien añade: "De lo que no hay duda, es que estas balsas eran la envidia del gran Jorge Juan, quien también era un adelantado de su tiempo en materia naval".

Según Jorge Juan, en textos que ha recuperado Godoy para sus investigaciones, las balsas se fabricaban con madera "arcillosa, fofa y muy ligera. Tanto que un trozo de tres o cuatro varas de largo y un pie de diámetro lo levanta un muchacho y lo lleva de un lugar a otro sin molestia". El sistema de navegación era otro de los puntos más sobresalientes de estas balsas, puesto que contaban con tres timones, siguiendo un complejo sistema que le otorgaba una potencia y ligereza asombrosa.

No resulta sorprendente que Jorge Juan andara obsesionado con las nuevas tecnologías que se pudiesen aplicar a cualquier embarcación. De hecho, años después, Jorge Juan fue nombrado máximo responsable de los tres astilleros españoles (Cádiz, Ferrol y Cartagena) en donde trató de aplicar las técnicas más avanzadas de su tiempo en la construcción de las nuevas embarcaciones. Parte de esta nueva tecnología fue robada en Londres, donde Jorge Juan inició una fase de espionaje que logró culminar con éxito.

Genio matemático y científico

Para quienes no les suena su cara, recuerden los antiguos billetes de 10.000 pesetas, porque en la parte trasera llevaban su rostro.

Nacido en Novelda, todavía hay quien debate si Jorge Juan era de Monforte del Cid. Para quien le interese, el debate suscitado en la Wikipedia sobre este asunto resulta muy interesante. A un lado este aspecto, Jorge Juan era mucho más que un marino. Genio matemático y científico, Jorge Juan y Santacilia fue además espía en Londres y fundador del Real Observatorio de la Armada, en San Fernando (Cádiz), y jefe de escuadra de la Armada Real en 1760. Pese a todo el poder militar que concentró, Jorge Juan recibió del rey Carlos III la misión diplomática de apaciguar los ánimos y sellar un tratado de paz con el sultán en Marruecos. A su vuelta, en 1773, falleció en Madrid.