Las figuras del toreo siempre han ido acompañadas de la polémica. Es un sambenito que nunca han podido quitarse de encima, vaya usted a saber si porque todos acaban cojeando del mismo pie. Y ese pie no es otro que uno de los pilares básicos de este arte: el toro. Aparte del idilio de Manzanares con Núñez del Cuvillo, que en Madrid también tuvo su intríngulis por la presentación de los pupilos del ganadero gaditano, el nombre del torero alicantino ha ido ligado en esta Feria de San Isidro a toros rechazados en los reconocimientos previos por falta de trapío, tanto ayer como el pasado viernes. No sale precisamente bien parado en ese aspecto, que habrá de cuidar mucho para evitar sospechas y vacilaciones sobre sus rotundos éxitos.

En una tarde como la de ayer, cuando Las Ventas era el centro de las miradas, este tema debería haber tenido especial cuidado por parte de todos. Sobre todo de los toreros. Ahora que andan en pose reivindicativa para que la tauromaquia pase a depender de Cultura, deberían ponerse exigentes también en la recuperación de los encastes, la principal riqueza del campo bravo. El Juli ya anda con detalles, anunciándose con los de La Quinta. Quizá también Manzanares lo haga en Málaga.

Y todo esto viene porque poca cosa hay que contar del festejo de ayer. Cinco toros de El Torreón y el segundo de Carmen Segovia (sustituyó a un inválido titular) ayunos de cualquier emoción y vacíos de cualquier contenido relacionado con la bravura. Vamos, el "antitoro". Apenas se dio coba Juan Mora con el reservón y deslucido primero. Al cuarto, tan noble como flojo, le hizo cositas por ambos pitones, pero sin emoción posible. Mató de dos buenas estocadas y saludó a la muerte del cuarto.

Manzanares se las vio primero con un mansurrón de embestida descompuesta que le desarmó al principio y final del trasteo. El quinto era peor, si cabe, retraído, mirón y desconfiado. A zapatillazos se tragó una tanda diestra sin más. Lo mejor del alicantino, otra vez la tizona. Dos estocadas certeras. Seis toros pasaportados de seis estocadas en esta feria. Un pleno de torería. As de espadas tanto al volapié como recibiendo.

Cayetano naufragó a la deriva ante la embestida algo más colaboradora del castaño tercero, pero faltó siempre ajuste y longitud en el trasteo, que acabó en las más absoluta frialdad. También anduvo acertado con el acero en este, algo menos en el sexto, que no dio opción pues cortaba el viaje al llegar a los tobillos. Lo mejor de la tarde, el subalterno Curro Javier, que templó con el percal al segundo.