Tras muchos intentos, el disco Caña-Mo-Town ve la luz, ¿qué hay dentro de él?

Es el resumen de mi trayectoria musical, una historia que empecé haciendo rock progresivo en los setenta en Madrid. En aquella época llegué a telonear a Ian Gillan cuando abandonó Deep Purple. Mi grupo, Wallock, tuvo la mala suerte de que el auge del rock cantado en español nos perjudicara, ya que nosotros lo hacíamos en inglés.

Y en los ochenta vino a Alicante.

Así es. Tocaba en el circuito de bares de la ciudad. Luego monté una tienda, Discos UFO. Como quería vivir de la música, abrí un negocio, era lo más cerca que podía estar de ella. Después cerré el comercio y me dediqué a la psicología. Ahora he vuelto a la música grabando Caña-Mo-Town.

Discos UFO fue una tienda de referencia en la provincia.

Fue la única que traía a Alicante los discos que iban surgiendo en Madrid durante La Movida. Introduje el movimiento independiente, grupos como Mortíferos decrépitos, Los dinosaurios o China, porque no había nada en la zona.

¿Por qué cerró la tienda?

Porque las grandes superficies comerciales reventaron los precios. Yo le compraba a ellos los álbumes porque los vendían más baratos que las propias discográficas. Los clientes venían y me decían: somos amigos y hablamos de música, pero los discos los compramos allí. Luego llegó Napster, que introdujo la piratería a través de Internet. Fue el declive del disco y el coleccionismo. Era imposible competir contra todo eso. Sabía que cuando los discos fueran gratis, la gente dejaría de comprarlos. Era el momento de cerrar.

Las franquicias de discos han acabado con el encanto que tenían tiendas como la suya...

Es que no era sólo vender discos, era trabajar por la música. Nos reuníamos coleccionistas, músicos, aficionados... Era un punto de encuentro. Ese concepto lo importé de Madrid, donde a finales de los setenta proliferaron los locales así.

Ahora, desde fuera, ¿cómo ve el futuro de la industria discográfica?

Incierto. Ni la propia industria sabe lo que va a pasar. Quizá el futuro esté en las descargas para móviles y otros contenidos para dispositivos electrónicos... Se dice que hay que ganarse el dinero con los conciertos, pero eso sólo lo pueden hacer los que atraen a suficiente gente como para poder girar todas las semanas. Mientras no acabe la gratuidad no se podrá hacer nada. Si todo el mundo trabaja gratis para el resto, no sé qué vamos a hacer los demás.

Lo bueno del desarrollo digital es que ha democratizado la música.

Es mucho más fácil publicar un disco. Yo lo había intentado en otras ocasiones y no había sido posible. Ahora te lo puedes producir tú mismo, no dependes de nadie. Antes tenías que enviar maquetas a las radios y tener suerte.

¿Sigue habiendo coleccionistas cómo los de antes?

La situación ha cambiado a través de los años pero la proporción de melómanos se mantiene estable en el tiempo. Los coleccionistas siguen comprando. Lo que se ha perdido es la figura del fetichista que busca la versión original del vinilo o la pieza alemana con una portada diferente. La culpa es de la industria, que no lo ha fomentado. Se centralizó todo para obtener un producto homogéneo.

Dada su experiencia musical, ¿cómo valora el panorama actual?

En la música que escucho veo una enorme pérdida de creatividad. Los nuevos grupos son todos clónicos. Hay muy pocos que inventen, van con la idea preconcebida de parecerse a otro. Lo bueno que teníamos en la Nueva Ola era que, aunque los músicos fueran nefastos, tenían ideas diferentes. Hacían cosas que no se les ocurría a nadie. En los discos se dejaban muchas canciones sin pulir en favor del feeling por la pieza original.