«Es realmente un festival low cost», asegura Carlos, de 34 años y procedente de Guadalajara, sonriendo de oreja a oreja. Ha cerrado el bar de música que regenta con su pareja, Regina, de 27, durante todo un mes y se ha recorrido la costa mediterránea para emborracharse de música en directo. Vienen del FIB de Benicassim y ahora hacen parada en Benidorm. Han venido al Low Cost Festival de Benidorm «a ver a Supersubmarina, que son amigos nuestros» y también a Editors y a Placebo. La misma ruta ha seguido Daniel Clark, un joven en la mitad de la veintena natural de Newcastle. Su piel al rojo justifica la existencia de las cremas solares de factor extremo. Benidorm es la despedida de los seis meses que ha pasado en España como estudiante y la fiesta –y no la prensa– es su prioridad. El parque de l´Aigüera de la ciudad se llenó ayer de doce mil historias similares en la jornada inaugural del Low Cost, un festival urbano auspiciado por el Ayuntamiento de Benidorm que se ha colado entre los eventos musicales más importantes del año. ¿Su mérito? Haber agotado entradas en plena crisis.

Lucas, nacido en Orihuela, se aburre en la barra desde hace una hora. Son las seis y media y todavía no se han abierto las puertas de este recinto longitudinal vertebrado por tres escenarios en el centro y en los extremos del parque. Es también un peregrino de la música que ha hecho particular penitencia recorriéndose la Península de punta a punta para trabajar en festivales como el BBK Live de Bilbao haciendo parada en el FIBpara llegar a Benidorm. Trabajar en la barra es una de las mejores maneras de estar dentro de un festival sin pagar, aunque no es la única. La organización del Low Cost ofreció en los últimos días el cargo de «voluntario» en el evento: seis horas de trabajo a cambio de un pase de un día. Antes de abrir puertas, se veía a muchos de ellos por las instalaciones.

Poco después de las seis y media entran los primeros «lowcosteros»: jovencísimos chavales que apenas llegan a la veintena y que se distribuyen tímidamente por el auditorio Oscar Esplá de l´Aigüera, rebautizado hoy como escenario Jack Daniel´s. Pañuelos, gafas de colores y camisetas caídas que dejan los hombros al aire son la primera consigna estética que se deja identificar entre el público del concierto de Anheim, un poco castigado por ser el primero del día. Un único jubilado, con aspecto de llevar sentado en la grada desde antes de que se montara el festival, eleva felizmente la media de edad del paseo verde que conecta este primer escenario con el siguiente, Xti, ubicado en el auditorio Julio Iglesias.

Durante la primera hora de conciertos, en la calle que hace las veces de espina dorsal del parque, todavía se veían más personas de la organización que asistentes al festival. Al parecer, el aparcamiento facilitado por la organización no funcionaba como se esperaba. Justo encima del párking privado l´Aigüera, se yerguen los cientos de miles de nombres grabados en los cristales del Ayuntamiento de Benidorm, que con su forma alargada hace las veces de portal de entrada al festival. El Low Cost es una de las grandes apuestas del nuevo equipo de gobierno de Benidorm y, a juzgar por la actualidad política de la última semana, una de las pocas alegrías que ha recibido recientemente el alcalde de la ciudad, el ex socialista Agustín Navarro, ya oficialmente declarado como tránsfuga. Varios miembros del gobierno local se dejaron caer (casi literalmente, por la cercanía de la casa consistorial) por el festival.

El concierto de Cosmonauta en el auditorio Julio Iglesias –llamado así por haber sido el lugar donde el cantante se consolidó en el festival de Benidorm en 1968– da pie a los primeros bailes tímidos, decenas de personas que ya atraviesan el recinto y sirven de reclamo para los repartidores de propaganda, ya fueran marcas de ron regalando camisetas o ONG´s pidiendo a Zapatero que cumpla con su promesa de erradicar el hambre en el mundo.

La esterechez del recinto y los teléfonos móviles permitieron sobre las 19 horas que el Low Cost tuviera su primera característica diferencial. ¿Qué grupo estaba triunfando? el que provocaba mareas de gente, hacia o hacia abajo, alertadas por los amigos y compañeros que verificaban desde el escenario la calidad del show. Sin apenas dar tiempo a parpadear, Supersubmarina, desde Baeza, Jaén, llenaban con medio millar de personas el escenario Jack Daniel´s con su rock de corte indie y sus temas pegadizos, contundentes y, sin embargo, delicados. La gente iba llegando desde el escenario Xti al recinto más pequeño casi a la carrera, algunos resbalando en las cuestas de tierra y hierba con su calzado ideal para no andar por el campo. De hecho, las caídas y golpes eran una de las principales preocupaciones de un joven voluntario de Cruz Roja que vigilaba por la integridad del personal en su puesto del auditorio Julio Iglesias.

El inconfundible acento jiennense del vocalista de Supersubmarina bramó algo así como que cómo era posible que, siendo las siete y media de la tarde, el público estuviese tan tranquilo. Mentía, pero picó a los asistentes, que ya se subían a la parte alta del auditorio y bailaban entre los enormes maceteros. Los últimos rayos de sol que dejarían ver los altos edificios de alrededor; el sonido de la batería, casi sincronizados con los golpes de abanico que alejaban los 30 grados de temperatura que aún flotaban sobre el parque y los latigazos del bajista y el rasgueo inclemente de la guitarra daban forma al momento álgido del concierto. «¿Cómo se llama esta canción? ¡Ni idea, estoy moviendo la boca!» reía una chica con sus amigas en los últimos escalones del auditorio. Poco después, confirmó que la canción que estaba sonando era Supersubmarina, del álbum Electroviral.

Pasaba la tarde y la avenida era cada vez más angosta, el río de gente más ancho y el esfuerzo de los muchos vigilantes de seguridad de gafas oscuras, que velaban por que los posibles fallos del sistema –verjas fáciles de trepar, árboles de baja altura, puertas sin vigilancia– no fuesen vulnerados, cada vez mayor. Sobre las ocho y media de la tarde las expectativas de llenar el parque con 12.000 personas se iban cumpliendo y los conciertos sucendiéndose, con mayor o menor asistencia de público, determinada en gran parte por esa marea espontánea que decidía, cual inocente pulpo Paul, qué escenario habría de triunfar. A esa hora parecía que el pop guitarrero de los granadinos Napoleón Solo, que presentaban su disco Napoleón Solo en la Ópera, había ganado la mano a los neoyorquinos Aluminium Babe, más electrónicos que los chicos de Granada. These New Puritans y Jessie Evans fueron dando forma a los grandes nombres del cartel, pese a que sufrieron una merma importante en su público ¿La culpa? Love of Lesbian. Los catalanes se equivocaron al llamar a su último disco 1999, ya que debieron bautizarlo como el año en que se han consolidado a lo grande, 2010. Lleno absoluto en la plaza de toros, el escenario principal patrocinado por Budweiser, con unas siete mil personas concentradas en cantar éxitos como Me amo o Club de fans de John Boy. Fuera de este recinto, la banda de Jota, Los Planetas, se concentraba para salir a desgranar Una opera egipcia, su nuevo trabajo, en el escenario Xti.

A la medianoche el festival alcanzaba su apogeo. El público se debatía entre abandonar el final de Los Planetas para llegar a Editors, el plato fuerte del día. Con algo de retraso, los de Birmingham demostraban por qué eran los líderes del viernes. Con una presencia en el escenario enorme, Tom Smith guió a sus Editors en el recorrido por su discografía, que esperó a más de la mitad para tocar los grandes hits de su último disco. Locura y miles de gargantas a coro para despedir el primer y triunfante día de festival.