CARles barceló

Richard Bona (Minta, Camerún, 1967) es uno de los bajistas más solicitados de los últimos años. Sus colaboraciones abarcan músicos tan afamados como Pat Metheny, Michael y Randy Brecker, Salif Keita o Joe Zawinul, su maestro. Viene desarrollando una carrera en solitario desde 1999 que incluye ya ocho álbumes, el último de los cuales Ten shades of blues, es una especie de recorrido por las declinaciones del blues en diversos lenguajes musicales. Lo presenta mañana en Alicante en el Festival de Músicas del Mundo (Teatro Principal, 22 horas). Ojalá los que acudan puedan recordar este concierto dentro de 30 años como uno de esos ratos", responde desde su domicilio de Nueva York.

Creo que sus orígenes en Camerún fueron dificultosos. No tuvo bajo propio hasta los 19 años.

Si, pero no fue difícil. En África estamos acostumbrados a ello. Si quieres un instrumento, simplemente, lo construyes. No creo que la vida fuera difícil allí. Es mucho más difícil aquí. Hay mucho más que hacer.

¿De veras?

Por supuesto. Cuando era un niño sólo tenía que preocuparme de tocar. No tenía que ocuparme de nada más. Ni de dar entrevista, ni de ir de aquí para allá, esas cosas. Nada de eso era así en Camerún. Te levantabas, tocabas y te volvías a acostar.

¿Sigue de cerca la situación del jazz en su país?

Ahora ya no vivo allí, así que es difícil contestar acerca de la situación actual. Pero cuando era niño lo más difícil era conseguir cosas, cintas, música. Ahora debe ser más sencillo gracias a Internet, que te permite acceder a la música. Antes era dificilísimo conseguir un cassette de jazz, ahora puedes descargarte un disco en un click y escuchar lo que quieras. Eso ha ayudado a expandir el jazz en el continente. Y no sólo en Africa, sino también en lugares donde el acceso a la música americana está restringido por razones políticas. Internet ha empequeñecido el mundo y lo ha hecho mejor. Ahora un músico de India puede estar al día de lo que hace otro en Nashville.

¿Cree entonces que ha crecido el interés por el jazz?

Enormemente. Ahora hay más oportunidades. Hay tiendas de música en Camerún. Eso no existía cuando yo era niño. Antes si querías instrumento, lo tenías que traer de Europa o América. Si no, te tenías que hacer el tuyo propio, lo que potenciaba la música tradicional.

En su último disco se atreve hasta con el country.

Es que el country es un tipo de blues. Cuando lo escuchas, lo percibes. Lo que he intentado en este disco es mostrar que el blues no es sólo lo que nos enseñan en los medios. Cuando escuchas la música gitana, escuchas la misma escala pentatónica que es la columna vertebral del blues. Existe también en la música irlandesa y en la música que los cowboys llaman country. Esos vaqueros vinieron de Irlanda y se encontraron con el banjo que trajeron los esclavos de África y se inventó lo que conocemos universalmente como blues. Pero el blues es un lenguaje muy diverso, como forma musical y melódica. En India, encuentras esas escalas. Incluso en el flamenco se tocan también. Pero nadie lo llama blues. Aunque he escuchado a Tomatito tocarlas. El blues es una de las músicas más sofisticadas que existen y se toca en todo el mundo. Aunque no se llame así. La historia "oficial" del blues es la que todos sabemos, que nació en Africa, llegó a América, etc...Pero antes que eso, por ejemplo, los irlandeses ya lo tocaban en su país sin que ningún irlandés pisara África y sin que ningún africano les enseñara a hacerlo. Cuando escuchas a John Lee Hooker cantar el blues y e inmediatamente oyes a Salif Keita cantar, te das cuenta de que están cantando básicamente la misma línea, pero lo de Keita lo llaman "world music". Por tanto, me doy cuenta de que esto no va de la música sino de dónde provienes. Si Paul Simon hace un disco completamente africano con músicos africanos en África, lo van a llamar música pop [ríe]. Pero me da igual. Lo que trato con este disco es contar la verdad sobre el blues.

¿Qué le parece la comparación que le hacen con Jaco Pastorius?

En la sociedad moderna, en la sociedad occidental, la gente adora las comparaciones. Pero la música no puede empaquetarse. Cuando oigo por ahí decir que soy el Jaco Pastorius africano me gustaría también escuchar que hay un Salif Keita español, por ejemplo, o americano o inglés [ríe]. ¡Siempre vamos en la misma dirección! Los africanos son como estos o como aquellos.

Ya sabe que a los periodistas musicales nos encantan las etiquetas.

No, si no está mal. Es su forma de describir el mundo. Pero siempre me he dicho, "mira hacia adelante". Mire, para compararme con Jaco habría que hacerlo revivir y podríamos comprobar si realmente toco su música. Y a lo mejor, oh, sorpresa, él tocaría la mía [ríe]. Pero el mundo musical es así, siempre se preguntan, ansiosos, "¿Quién es el mejor?"

Lo dice como si fuera el Mundial de Fútbol.

Exacto. Y yo no quiero ser el mejor. Sólo quiero disfrutar. No quiero ser el número uno porque, ¿qué va detrás del número uno? ¿Donde puedes ir? Sólo te queda ir hacia abajo. Quiero estar en el medio. Y no importa lo que hagas, te van a etiquetar. Lo único que importa es que sé que soy bueno en lo que hago y que voy a ser mejor mañana.

Ha tocado con infinidad de músicos, ¿Quién le ha dejado mayor huella?

Joe Zawinul

¿Así de absoluto?

Sólo él. Es una respuesta fácil. Pocos músicos me habían impactado tanto como él. Quizá Michael Brecker. Y no creo que ninguno vuelva a sorprenderme así. Mis mayores influencias han sido mi abuelo, Jaco [Pastorius], Joe [Zawinul] y Michael Brecker. He tocado con muchos músicos buenos. Pero sólo estos cuatro han dejado en mi una impronta imborrable.