Al cuarto de la tarde, un Vegahermosa de aceptable trapío, apenas iniciada la faena de muleta por su matador, Francisco Rivera, le dio como un patatús, un mal aire, y se derrumbó estirando literalmente la pata. Manera nada honorable de morir para un toro de lidia en plaza. Protestas, rumores y comentarios de escabrosas manipulaciones químicas en el decir de algunos aficionados veteranos, de los que se conocen el reglamento y bien chanelan de qué va esa mística que es el buen torear. Papeleta para el presidente Mudarra será ordenar la autopsia, el análisis de las vísceras de «Emprendedor», de buen trapío por cierto y que, aunque tardeando, aceptó tercio de banderillas y proporcionó unas cuantas embestidas al principio del muleteo. Tal situación, la de revisión analítica de interioridades anatómico/funcionales, previstas están en el reglamento vigente. Llévese a cabo la investigación. Con fidelidad científica y objetividad informativa.

Aparte del estropicio anecdótico de marras, el VI festejo de abono proporcionó al aficionado el reencuentro con la brava casta en la mayor parte del encierro. Dos toros de alta nota, tercero y quinto, de notables boyantías, que es la bravura generosa, sin resabios ni asperezas, franca en la distancia, honda en el recorrido cuando el mando del torero conduce ese embestir hasta su consumición. Pena grande que no se respeta la buena casta en varas y se tenga la oportunidad de verlos en el otrora definitorio primer tercio. Por mucho menos se ha homenajeado con la vuelta al ruedo en la presente feria. Mal aprovechado el primero, totalmente toreable, y la picante codicia del segundo, se ceñía por el izquierdo, así como el sexto, que llegó crudo al último tercio y se impuso a su matador.

No fue tarde clara para Francisco Rivera, que no está por la labor de echarle enjundia y toreras honduras a su rutinario quehacer. Parece como si las ilusiones, los afanes de sus principios de matador de toros, cuando nos hizo acordarnos de Ronda en aquella su presentación en Córdoba, poco después de su alternativa, sea ya apenas memoria de la memoria. Banderilleó con discreta justeza en ambos toros, y apenas dejó quietas las zapatillas en insulso pasar de muleta, despegado y enhebrando la mayoría de los muletazos. Unas «remanguillés» para animar públicas voluntades. Vulgaridad.

A Sebastián Castella le llevó a mal traer su primero, chico y temperamental, duro en las cinco varas que le endilgaron y acostándose por el izquierdo. Embarullada faena, más destemplada de lo conveniente, desconfiado cuando citó con la zurda por no desengañar y reducir el resabio. Voluntarioso en pos de la oreja sin que el buen toreo apareciera si se exceptúan un par de tandas diestras. Adornos e «inas» y una infame «chalequera» valen una oreja verbenera. Otra se lleva del boyante quinto, con cuatro estatuarios para abrir muleteo y nada menos que !nueve tandas con la derecha!, lo que viene a indicar que el toreo al natural quedó en poco más que unos atisbos, sin la entrega y el ajuste que el formidable toro requería. Lo mejor, por sabor clásico, dos naturales por alto, de pitón a rabo, reposada la planta, para rematar con ajustados de pecho. Lo peor, el bajonazo

Bulló Cayetano con el capote a pies juntos y ajustó templada faena en su primero, tanta boyantía de limpio embestir. Larga faena en que la derecha trazó hondos y templados recorridos, con mando capaz de lograr dominador remate y consecuentemente ligazón. Bajó algo con la zurda por desajuste. Rica variedad en los oportunos adornos . Falló al matar. Con el enterizo sexto se vio desbordado por no poder ahormar con eficacia. Cuestión de oficio.