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El joven Alejandro Esplá cortó una oreja a cada toro de su lote y salió a hombros en la tarde de su alternativa, mientras que su padre, Luis Francisco Esplá, en maestro y muy torero toda la tarde, paseó tan sólo un trofeo por culpa del "palco" que le cerró de forma unilateral la Puerta Grande.

FICHA DEL FESTEJO.- Toros de Juan Pedro Domecq, de pobre y desigual presentación, y muy escasos de raza. Corrida deslucida.

Luis Francisco Esplá: pinchazo y estocada (oreja); y estocada (gran ovación tras petición mayoritaria y muy ruidosa, con abucheo "al palco" por denegarla).

José Antonio "Morante de la Puebla": dos pinchazos y casi entera (silencio); y casi entera y descabello (oreja tras aviso).

Alejandro Esplá, que tomaba la alternativa: buena estocada (oreja); y estocada delantera y caída, y descabello (oreja).

La plaza rozó el lleno en tarde de nubes y claros y de agradable temporada, con ligera brisa de levante que a ratos molestó en el ruedo.

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ILUSIONES FRUSTRADAS

Una sonrisa socarrona de Luis Francisco Esplá cuando recogía la que seguramente va a ser última ovación en su vida vestido de luces resumía una tarde de ilusiones frustradas más que por culpa de los toros, que frenaron el lucimiento en el ruedo, por un presidente inconsciente e insensible para calibrar la importancia del momento.

Era la ovación que premiaba una vida de treinta y cuatro años de alternativa. El último y definitivo adiós después de haber cumplir con la palabra dada, ésa que ya no se estila. El veterano Esplá había prometido volver por un día para darle la alternativa a su hijo.

No hubo contrato por medio que le obligara, ni habría otros a la vista para "rebañar" según costumbre extendida últimamente en la profesión. Era puro romanticismo. Ya lleva Esplá un año retirado, y sólo buscaba la satisfacción de encontrar sucesor en su hijo Alejandro, quien después de satisfacer los requerimientos de la familia estudiando una carrera universitaria, pretende emular al padre en "la locura" de querer ser torero.

Luis Francisco, además de ser consecuente con la promesa de darle el abrazo de la alternativa al hijo, ha llevado a cabo una actuación más que notable. Cabe hablar incluso de brillantez en sus dos faenas en función de los toros que tuvo delante.

Una cuidada preparación física y mental, su suficiencia y maestría, su obstinado sentido del espectáculo, su capacidad técnica y artística, su garbo y valor propios, han estado presentes a lo largo de todas las intervenciones que ha tenido en la tarde.

El detalle de sacar a compartir banderillas a los compañeros en su primer toro, las banderillas que puso en solitario en el siguiente, y con la facilidad y variedad que lo hizo. Sus intervenciones con el capote en ambos toros, lo mismo a pies juntos que por delantales, y hasta con una larga afarolada de rodillas en el quinto.

Y el prodigio y la gracia de su muleta, sentado en el estribo en la apertura de faena al segundo, por abajo y con pases de trincheras también en el inicio en el cuarto. Duraron poco sus dos "juampedros", sin embargo lo suficiente para plasmar una vez más el sentido de la torería.

Cortó la oreja del primero, pero no quiso el presidente atender la petición mayoritaria en el otro, cerrándole así la Puerta Grande en su marcha definitiva de la profesión. Qué inoportunidad la del presidente.

Alejandro, el vástago, también con el hándicap de los toros, procuró estar, y estuvo, a la altura de las circunstancias.

Poquita cosa el toro de la ceremonia, suavón y sin chispa, muy cortito de embestida, si permitió algo más que lo mínimo fue por las ganas que le echó el toricantano. Una gran estocada puso en sus manos la oreja.

El último dio poco de sí, pero pudo una vez más la voluntad del nuevo Esplá, que esta vez contó con la circunstancia a favor de la compensación para terminar llevándose la oreja que antes le habían negado a su padre.

"Morante" fue también en Alicante el magnífico intérprete con el capote que está luciendo últimamente en todas las plazas y ferias importantes. Mucho más que bonitos, muy artísticos lances a la verónica, en el saludo a su primero y en el recibo también al quinto y posterior quite por chicuelinas.

Pero no dio se sí su primero, toro desagradable, que no humillaba ni terminaba de pasar en la muleta. Aquí cortó el torero por lo sano.

Con el quinto, aún a pesar también de no desplazarse lo suficiente, reponiendo las embestidas, el de la Puebla se sintió más a gusto. Hubo pases sueltos de muy bella compostura, por encima del mando y el poderío que no cabían por la escasa condición del astado, de exquisita gracia. Lo mató pronto, y aún con una petición muy inferior a la que había tenido el veterano Esplá el presidente accedió a darle la oreja.

Aunque al margen de apéndices de más o de menos, lo bueno es que el apellido Esplá se pueda seguir proyectando en los ruedos.