?Alicante, 19 de junio de 2010. Feria de Hogueras. Tercer festejo de abono. Corrida de toros. Más de tres cuartos de entrada. Buen tiempo. Preside Rafael Mudarra, pródigo en trofeos iniciales, hubo de reprimir euforias piltrafistas. Conviene mostrarse más riguroso en corrales y atreverse a rechazar lo impresentable. Como lo de ayer.

Seis ejemplares de Zalduendo, de míseros trapíos, anovillados sin paliativos ni cuajo alguno, salvo el 5º; manejables en general, flojos y sosostes, sin graves resabios, 2º y 4º duraron menos.

"El Juli", azul marino y oro, entera aceptable (2 orejas) ; entera con cierto alivio, algo caída (oreja) media tendenciosa, con pies (oreja). Sale en hombros.

Manzanares II, azul noche y oro, entera hasta las cintas (oreja); buen volapié (aplausos); volapié superior (2 orejas). Sale en hombros.

Y la buena gente, enardecida en la euforia del ascenso de su Hércules a la ansiada División Honor.

Se entrecuzaron las euforias del ansiado ascenso del Hércules a la División de Honor por una parte, ojalá sea más un estar que un rápido ir y volver, y el ambiente que la dadivosidad presidencial en principio hacía presagiar una tarde de cosecha abundante de piltrafas vinieran o no a cuento de méritos toreros. Menos mal que el presidente Mudarra, tan nuevo en estos menesteres de la cosa reglamentaria, tuvo a bien contener iniciales impulsos y medir la cuestión de los trofeos. No es mejor festejo el que abunda en concesiones sin mayores méritos, que ayer en ocasiones vino a suceder, sino el que asienta su rigor, el mérito, en el ganado al que los toreros se han de enfrentar. Para que tal circunstancia se haga feliz realidad, se precisa que se asiente la exigencia para que la presentación del ganado, para que el toro, salga al ruedo con los mejores atributos del trapío, del cuajo, primer argumento para que la emoción de lo auténtico alcance el ánimo del aficionado. De ahí nacerá la justa valoración de lo que en el ruedo venga a suceder. El toreo, no es bueno echarlo en el saco del olvido, sigue siendo un quehacer de absoluta actualidad. Con el toro, claro está. Sin el toro sólo es posible lo aparente, lo insustancial. Por mucho que flamee el moquero orejeril. Ojo con las euforias que se entrecruzan. Al final siempre lo paga el toro. El antitoro.

De toros hubo absoluta escasez en el encierro de Zalduendo, tan chicos la mayoría, tan sin cuajo ni trapío por anovillados. Docilones sin esa codicia que exige poderosa torería, recursos dominadores, toreo que consume la embestida y consuma la suerte. Apenas se señalaba el unipuyazo, se quedaban como si les hubiera dado un pasmo. Además de mostrar repetidas flojeras y pérdidas de equilibrio. El quinto, más hondo, tuvo algún brío que hizo recordar añorados aspectos de la bravura. Puro espejismo.

Mano a mano entre El Juli y Manzanares quedó la primera corrida de abono por obligada ausencia de Julio Aparicio, convaleciente de su percance madrileño. En el tercer tomo de El Cossío, en el que colaborara Miguel Hernández, en la biografía de Manuel Domínguez "Desperdicios" figura un apunte en que se ve al torero agarrado al cuerno de un toro que le lleva cogido por la sotabarba. A título de anécdota, entiéndase.

Mano a mano, pues, pero sin el acento que esos aconteceres tuvieron en otros tiempos en que las circunstancias hacían posible, obligaban más bien, a que se diera la competencia en el turno de quites al disponer de varias entradas del toro al caballo. Única manera de rivalizar en igualdad de condiciones. Los mano a mano actuales resultan como las líneas paralelas, que nunca se encuentran por no converger en un mismo punto, en el mismo toro. En el quite.

Cuatro orejas se llevó El Juli de su buen lote de Zalduendos. Y menos mal que el usía atemperó impulsos concesionarios iniciales. Bulló con ampitud de oficio tanto con capote como con la muleta. Faenas en que se abusó en demasía de la derecha en detrimento de la izquierda. Ahí se dio escasa coba y alivio de pico más de la cuenta. Rico en variados matices en el toreo de recurso, por la cara, oportuno en el adorno. Siempre sobrado de oficio para este tipo de toro. Es la moda, el alivio de los que mandan y llevan años sin verle la cara al toro de carácter.

El lote de Manzanares presentó algunos leves resabios a tener en cuenta. De trámite con el capote, dejó muletazos de hondo sabor en ocasiones, con abundancia de la derecha en detrimento del toreo al natural. Cuando sosegó la figura, aplomado el gesto, el toreo surgió pleno, aunque no abundó. Con el estoque, sencillamente superior de ejecución y colocación. Al más genuino volapié. Una oreja en su primero y las dos del sexto. De primera. Como el Hércules. Vaya que sí...