El libanés Amin Maalouf obtuvo ayer el premio Príncipe de Asturias de las Letras por una obra que, "frente a la desesperanza, la resignación o el victimismo", traza una línea propia "hacia la tolerancia y la reconciliación" y "un puente que ahonda en las raíces comunes de los pueblos y las culturas".

Maalouf (Beirut, 1949), narrador y ensayista, cuenta también con la nacionalidad francesa al residir en París desde 1976, tras exiliarse de su país por la guerra civil, y está considerado una de las voces más importantes de la literatura árabe y gran defensor de la diversidad cultural y de los valores universales frente al fanatismo.

Para el jurado, presidido por el director de la Real Academia Española, Víctor García de la Concha, el autor de León el africanoSamarkanda, "ha logrado abordar con lucidez la complejidad de la condición humana" utilizando un lenguaje "intenso y sugerente".

Maalouf se considera un "optimista inquieto" al que le interesa "contar la historia desde el lado de los perdedores" con el convencimiento de que la realidad no es inmutable y de que basta con imaginar el mundo de otra manera para reinventarlo. El optimismo de un artista marcado por la guerra, que le llevó a cambiar su Beirut natal (1949) por París, ciudad en la que se instaló en 1976 y donde trabajó como corresponsal para la prensa árabe hasta que el periodista fue dejando paso al escritor.