Iluminar monedas en el fondo de un estanque enviando deseos a través de SMS, crear una sinfonía con los tonos de llamada de los móviles del público, proyectar un mensaje en un edificio o rodar un largometraje íntegramente con teléfono móvil... ¿Puede llamarse a esto arte? Es lo que está estudiando la investigadora Lorea Iglesias, licenciada en Historia del Arte por la Universidad de Salamanca, que el viernes analizó el fenómeno del Mobile Art, o el uso del teléfono móvil en las creaciones artísticas, en el espacio CAMON, la plataforma cultural de nuevas tecnologías de Caja Mediterráneo en Alicante.

Iglesias no tiene duda en considerar todas estas prácticas como parte de una disciplina artística que aprovecha las nuevas tecnologías y que surge a partir del uso generalizado de la telefonía móvil en la última década, especialmente en los últimos años.

"El uso que hacemos del móvil cada vez mayor hace que los artistas también lo usen en sus creaciones. Se le ha puesto un nombre que agrupa las posibilidades de los productos del móvil en diferentes formas, como hacer grabaciones para verlas en el propio móvil o servir de plataforma interactiva, aunque el abanico es muy amplio", señala la investigadora que estudia este tipo de proyectos en su doctorado y que analizó multitud de ejemplos en la conferencia impartida en Alicante.

Uno de ellos es Dialtones-A Telesymphony, una performace-concierto realizada en el festival Ars Electrónica de 2001, donde se creó una sinfonía a través de los tonos de llamada de los móviles del público con un programa que permitía llamar hasta a 60 móviles a la vez. Otro novedoso es el proyecto medioambiental eKKo en el que el público responde una encuesta en el móvil sobre el uso que hace de los recursos naturales y ve los efectos que su comportamiento tiene en el planeta; ello se refleja en un mapamundi de colores que muestra en unas zonas el aumento de la desertificación o la subida del nivel del mar en otras. También hay iniciativas más sencillas en las que, por ejemplo, una escultura puede subir o bajar mediante el envío de mensajes, que también pueden servir para decorar edificios o monumentos; y otros proyectos que reflexionan sobre el comportamiento humano, como Phone Booth, donde su creador reivindica con humor la intimidad telefónica perdida en espacios públicos con la desaparición de las cabinas y la llegada del teléfono móvil.

"La mayoría de estas iniciativas buscan la interacción con el público, que participe en la creación" señala Iglesias, que apunta que "el hecho de que haya tantos proyectos y con tantas cosas en común hace que se hable de arte, de una disciplina artística que además se realiza en espacios públicos y en entornos artísticos (museos, exposiciones, festivales)".

Quienes se dedican al Mobile Art son, por lo general, jóvenes, mujeres y hombres, que en ocasiones forman grupos multidisciplinares: "Hay arquitectos, ingenieros, diseñadores, artistas visuales, que a veces recurren a un programador. No suelen dedicarse en exclusiva a hacer proyectos con móviles", indica la estudiosa de un fenómeno que se extiende por casi todos los países desarrollados y que es puntero especialmente en Brasil.

Respecto al coste de la participación del público en los proyectos, Iglesias, contraria a que se pague por ello, indica que la mayoría utiliza sistemas bluetooth o wifi gratuitos, "aunque la gente participa incluso cuando tiene algún coste".