En el año 62, diecisiete años antes de la gran destrucción de Pompeya por el Vesubio, un terremoto devastó buena parte de la ciudad. Desde entonces, las influencias de políticos e importantes personalidades de la sociedad de la época mantenían una interesante disputa por la instalación del agua, porque según en qué zona se disponía de ella marcaba un avance notable en su área de reconstrucción. Son los acontecimientos que arrancan por cierto la novela de Robert Harris, que a punto estuvo de rodar Roman Polanski en Ciudad de la Luz hasta su inesperada salida con la huelga de actores de Hollywood de por medio. Fue, sin duda, el mayor golpe asestado al complejo de cine alicantino en su historia.

Pasado un tiempo de aquel potente movimiento sísmico, y en los instantes previos a la virulenta erupción del Vesubio en el año 79, los obreros siguen los trabajos de reparación de los edificios dañados. Fueron probablemente los primeros que se percataron de la tragedia, y probablemente los primeros que se salvaron. Trabajaban en el centro de la ciudad, con una vista excelente del paisaje, desde donde se divisa a lo lejos el temido volcán. También reside un rico comercio y mercado al alrededor. Algunas familias prefirieron quedarse en casa, creyendo que el mal pasaría de largo.

Estas son las investigaciones que llevan a cabo el equipo de arqueólogos de la Universidad de Alicante en un proyecto dirigido por el profesor José Uroz. El proyecto, iniciado en 2004 y con la financiación del Ministerio de Cultura, la CAM, Fundación Ruralcaja y la UA, está ubicado en el centro de Pompeya, y las excavaciones desarrolladas en estos cinco años han permitido localizar ánforas y herramientas intactas, dentro de las zonas rehundidas por los terremotos previos a la erupción del volcán. De momento, se han rescatado más de un centenar de ánforas, unas ochenta monedas (que prueban la existencia de ese rico comercio) e incluso algunas paredes que mantienen los últimos trazos de pintura que dieron los obreros antes de salir a toda prisa ante la inminente catástrofe. "Sorprende el muy buen estado de conservación del material después de tanto tiempo", afirma el profesor de la UA José Uroz, quien añade que con estas piezas "nos permite reconstruir la sociedad de la época". "Los obreros estaban trabajando y lo dejaron todo así porque veían perfectamente el Vesubio desde su ubicación. Fue la gente que casi seguro pudo escaparse", agrega, al mismo tiempo que matiza que no fue precisamente la lava la que causó el mayor número de muertes en Pompeya, sino los gases "que el cráter desprendía y que, al mezclarse con la saliva, ahogaba y asfixiaba a la gente", apunta el profesor Uroz, que posee dos premios "Importantes" de INFORMACION.

Corrupción urbanística

Más allá de estos avances, el equipo de investigadores de la UA ha desmontado la teoría que fijaba el centro urbano de Pompeya en una determinada zona al hallar restos de murallas más antiguos. "También nos ha sorprendido encontrar una zona que, a diferencia del resto de calles regulares de toda Pompeya, se ha modificado motivado por las presiones urbanísticas de cierta persona. Alguien que se sabe quién es porque Cicerón lo dice. Sin embargo, hasta que no podamos confirmarlo, solo es una hipótesis. Pese a todo, no hay duda que estos cambios en el mapa de Pompeya revelan que la corrupción urbanística no es ninguna novedad de estos tiempos, ya que hace más de 2.000 años existía y se tiraba de contactos y confianza con los dirigentes políticos para modificar el mapa y así beneficiarse", explica el profesor alicantino José Uroz.

Estas pruebas se han confirmado al encontrar la antigua calle que cruzaba por la zona, en la que también se han recuperado elementos orgánicos y piezas artesanales etruscas que eran transportadas a caballo por las vías empedradas.

Futuro

El proyecto más importante que lleva ahora entre manos los arqueólogos de la UA con su director José Uroz es el estudio de las murallas de Pompeya. Unos trabajos internacionales al realizarlos en coordinación con los mejores especialistas de otras universidades europeas. "Las murallas reflejan la vida de las ciudades, porque ellas sufren los avatares de las guerras como la civil o la invasión de Aníbal y nos permiten conocer mejor qué ocurrió en aquellos momentos. Se trata de saber cómo evoluciona la ciudad según el periodo político", afirma Uroz.

Para estos trabajos, se requiere de una maquinaria especial para poder retirar los montones de tierra necesarios para llegar a los restos de la muralla enterrados. "Hay de tres tipos: etrusca, griega y sambita. Pero por medidas de seguridad y por los trabajos importantes para retirar la tierra y proteger bien para los arqueólogos, ya que algunos tramos están soterrados, necesitamos una financiación externa", añade Uroz.

Las imponentes murallas de Pompeya, con sus distintas fases a lo largo de sus 3,5 kilómetros de longitud, constituyen un importante problema científico no resuelto aún, y que podrá ofrecer muchas claves para la compresión de la evolución urbana y demográfica en la ciudad. Ahí, la UA también tiene un importante papel por desempeñar.