Lo sacaron amarrao y amarraíto se quedó". Sonaba la voz del gran José Menese en una grabación porque, aunque el cantaor estaba presente, la emoción no daba para más. José Antonio Martínez Bernicola pudo escuchar este martinete por última vez, delante de los suyos, los de sangre y los que habían compartido amistad a lo largo de los años. Algunos, de su época como concejal de Cultura y Educación de Alicante; otros, de su etapa como docente; también, los que le acompañaban en su pasión por el flamenco. Los más, de varias de estas facetas a la vez. Todos llenaron ayer el Tanatorio La Santa Faz para darle su último adiós, después de que un derrame cerebral acabara con su vida en la madrugada del pasado martes, a los 68 años de edad.

Caras conocidas del mundo de la política; las más, del entorno cultural de la ciudad, como artistas y escritores; y también, dos voces mil veces escuchadas: las de Carmen Linares y José Menese, ambos visiblemente afectados.

La emotiva despedida se realizó con un acto laico, en el que retumbaron las palabras de algunos de sus más destacados amigos. También las de sus hijos, cargadas de llanto pero con el coraje suficiente como para recordar a su padre "como a él le hubiera gustado". Primero habló Juan Ramón Torregrosa, poeta, profesor y amigo. Y, como no, le leyó una de sus poesías. "Los años nos viven, nos hacen soñar... compañero fiel, generoso siempre. En nosotros vives, en las horas quedan tu voz y tu ejemplo".

Le siguió Ángel Luna, el que fuera su alcalde entre 1991 y 1995, la última legislatura en la que ejerció como concejal de Cultura. "Se me hace raro hablar estando aquí todavía José Antonio sin haber discutido con él. En los 34 años que nos conocíamos siempre ha habido un debate entre nosotros. He tenido mucho respeto intelectual por él, porque algunos concebimos la política como una acción que mana del intelecto".

La segunda cualidad que destacó del ex concejal fue "su autonomía moral porque él defendía que el hombre libre es capaz de decidir por sí mismo, aún formando parte de un partido político". Compañero de la tertulia flamenca Machacona, que crearon hace 23 años, afirmó que "a mí me ha enseñado a transitar por la estética de los caminos de la ética".

La decana de la Facultad de Educación de la UA, María Ángeles Martínez, hizo un recorrido por la faceta docente de Martínez Bernicola en esta institución. "No le gustaría vernos rendidos por el dolor, sino con el coraje y la fuerza que él tenía". Recordó su carácter afable y optimista. "A veces me enfadaba con él porque seguía siendo utópico, pero esa inocencia es una de las cosas que ahora más valoramos. Por eso, el mejor legado que nos deja es el de la forma con la que hay que enfrentarse a la vida, con ilusión y coraje".

No fue fácil hablar para sus hijos, pero lo hicieron. "Podía decir muchas cosas o ninguna -comenzó Pablo-, pero a él le hubiera gustado que estuviéramos los dos aquí hablando y defendiendo su palabra y su memoria, porque el siempre creyó en la palabra pública, en la que servía para ayudar al otro, para hacer las cosas un poco mejores. Me quedo con el aliento infinito, el impulso, la firmeza con la que nos transmitía cada palabra. Y a vosotros os doy las gracias por contarme cómo era mi padre".

"Y un buen día te irás así, sin los gramos de memoria...". Estos versos recordó Pastora que los escribió su padre cuando ella se fue a vivir a Madrid. "Al final el que se ha ido ha sido él, pero demasiado pronto", aseguró. "Nos decía que de pequeño quería ser farero; no sé si era cierto, pero al final se convirtió en un faro, un faro que alumbra, que vela, que resiste, que siempre estará ahí. Un faro que nos ha hecho como somos, que nos ha enseñado el valor de la honradez, la generosidad, el esfuerzo, la inteligencia... Sin ser perfecto, mi padre era un ser excepcional", concluyó con voz entrecortada.

Mientras Martínez Bernicola se marchaba envuelto de flores, se oyó su voz en una grabación. "Yo nací en Orihuela. Soy de tu pueblo Miguel (Hernández); soy de tu gente, de los que nos quedamos al borde de las palmeras...". Su familia, sus amigos, le dieron un último aplauso. Y sonó Serrat cantando "Para la libertad".