La Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas (AMPAS) rendirá un homenaje a partir de mañana y hasta el 30 de agosto a los pioneros cineastas que se lanzaron a la conquista del oeste apenas tres décadas después de que llegase el primer ferrocarril a la ciudad allá por 1880.

Un montaje de las primeras películas realizadas en Los Ángeles entre 1909 y 1914 llamado "Movies! Moguls! Monkeys! and Murder!" mostrará aquellas primitivas producciones, junto con una exposición de objetos de la época que irán desde fotografías o cartas hasta un antiguo equipo de grabación.

Una colección que fue posible conservar gracias al interés de William N. Selig por guardar y catalogar esa parte de la historia del cine que vivió en primera persona.

Selig, un mago de Chicago convertido en productor, abrió en el verano de 1909 una sede en Los Ángeles de su empresa Selig Polyscope Company, que había creado años antes tras conseguir construir su propia cámara de cine a imagen y semejanza de la fabricada por los hermanos Lumière.

Por aquel entonces, el séptimo arte aún estaba en fase experimental, se producía en blanco y negro y sin sonido, y el sector se desarrollaba en la costa este de EE.UU. al amparo del teatro.

"Me encanta ver cómo se creó el lenguaje cinematográfico, cómo se editaba, cómo se experimentaba. Claramente no sabían cómo había que trabajar, casi todo se hacía sobre un escenario sobre el que iban probando cosas distintas", explicó a Efe Randy Haberkamp, director de Programas Educativos y Proyectos Especiales de AMPAS.

Unos conceptos creativos básicos con aire de prehistoria pero que para Haberkamp guardan la esencia del cine.

"Creo que hoy se puede aprender de los primeros realizadores. Hay algo excitante en la forma en la que se elaboraba aquella magia con pocos medios", indicó.

Fueron varias las razones por las que la industria del cine comenzó a desplazarse desde la costa este hacia California, un proceso que tuvo lugar gradualmente y en el que influyó especialmente el clima de la región ya que permitía rodar durante todo el año.

La búsqueda de ese "paraíso" cinematográfico en EE.UU. llevó al propio Sigel y a otros empresarios a probar suerte en Colorado o en Florida, donde el peligro de huracanes atemorizó a estos emprendedores.

Antes de comprar un local en Los Ángeles, en una zona hoy conocida como Echo Park al noroeste del centro de la ciudad, Sigel ya había utilizado los escenarios naturales del sur de California para una de sus primeras películas, "The Count of Monte Cristo" (1908) dirigida por Francis Boggs.

Por aquel entonces el entorno de la ciudad estaba despoblado y tenía un aspecto salvaje, ideal para las producciones que empezaban a demandarse.

"Los 'westerns' eran muy populares y hacerlos aquí era mejor que en Nueva Jersey -por razones estéticas- Había interés en la cultura de los indios americanos, incluso había cineastas indios que hacían filmes desde el punto de vista de un experto, más allá del estereotipo", comentó Haberkamp.

Otra de las temáticas que empujó a los estudios hacia el oeste fue su adaptabilidad para reproducir filmes de aventuras en selvas inhóspitas, que hicieron furor a principios de siglo, una ambientación que Sigel reprodujo a las faldas de Hollywood.

"Se hicieron con una colección de monos, leones, elefantes y crearon historias estilo Tarzán que fueron muy exitosas. Tenían como un zoo. Más tarde donaron esos animales al zoo de Los Ángeles", señaló Haberkamp.

"Hunting Big Game in Africa" (1909), "Zulu-Land" (1911) o "Lost in the Jungle" (1911) fueron algunas de esos títulos sobre historias selváticas de factura californiana.

Después de Sigel llegarían a la región míticos nombres del cine como D. W. Griffith, quien dirigiría "In Old California" (1910), y Cecil B. DeMille que en 1914 estrenaría "The Squaw Man".

Hasta 1911 no aparecería el primer estudio en Hollywood propiamente dicho, el Nestor Studio, que ocuparía el espacio de una antigua cantina.