Araki, que viajó por primera vez a México cuando era estudiante de arte, inauguró este fin de semana su obra "Manantial", una escultura de un árbol de tamaño real fabricado de cera de abeja procedente de un pequeño pueblo cercano a la ciudad mexicana de Oaxaca.

"Todos los seres vivos nacen del lodo, suben (por el tronco y las hojas del árbol), hacen el mundo y luego caen y mueren. Es el círculo de la vida", explicó la artista, que expone su obra hasta el 3 de noviembre.

Araki dijo que la inspiración para realizar este montaje nació de las velas de concha, unos objetos decorativos artesanales realizados en el pueblo oaxaqueño de Teotitlán del Valle por los indígenas Zapotecas.

Pero además esta obra, que se expone en el piso 53 del célebre rascacielos tokiota de Roppongi Hills junto a una muestra de la artista francesa Annette Messager, simboliza el árbol de la vida y es un ejemplo de fusión mexicano-japonesa, según su autora.

El "manantial" tiene parte de "la cultura japonesa Mochibana", en la que en Año Nuevo ponen "ramos de bambú" y colocan "dulces de arroz a modo de flores para desear suerte y salud para el resto del año", dijo.

La artista, que ya ha expuesto en numerosas ocasiones en varias salas de arte de Japón y de México, explicó que la influencia mexicana está presente en todas sus obras, porque fue allí donde comenzó a crear.

"Los colores, las culturas indígenas y las mestizas, la vida cotidiana e incluso el aire, que es muy diferente" entre México y Japón son sus fuentes de inspiración, señaló la artista.