En medio de un paisaje idílico de cuidados jardines y praderas donde los asistentes al festival hacen sus picnics en el entreacto de las representaciones, el tenebroso mundo de amores prohibidos y exorcismos ideado por el premio Nobel colombiano parecía de otro planeta.

Eötvös, compositor que ha colaborado estrechamente con músicos de vanguardia como Karlheinz Stockhausen y Pierre Boulez, ha querido hacer, según explicó él mismo a EFE antes del estreno, "una ópera de amor muy emocional, que el público pudiera seguir fácilmente también desde el punto de vista musical".

Su rico y original mundo sonoro va acompañado de una imaginativa puesta en escena del rumano Silvio Purcarete, que, unida a los excelentes decorados de Helmut Stürmer y unas proyecciones en vídeo de Andu Dumitrescu, contribuyen poderosamente a la brillantez del espectáculo.

Para el libreto, Eötvös recurrió al dramaturgo húngaro Kornél Hamvai, que ha simplificado el original de García Márquez y se ha permitido ciertas libertades como la de hacer coincidir el eclipse de sol, que tiene en la ópera un papel central, con la mordedura del perro rabioso a la que se atribuye la supuesta posesión demoníaca de la marquesita Sierva María de todos los Ángeles.

Musicalmente, "Del Amor y otros demonios" utiliza elementos inspirados en el barroco hispano, en el canto gregoriano, en los ritmos africanos y en el piar de los pájaros, lenguaje que entiende y en el que puede expresarse también la protagonista.

Eötvös vio un fuerte potencial en ese elemento multicultural y aunque la ópera se canta en inglés, en algunos momentos se utilizan otros idiomas como el latín, el yoruba, que emplea tanto la esclava Dominga como el coro y la propia Sierva María, además del español, este último en la recitación de un hermosísimo soneto de Garcilaso de la Vega.

El músico húngaro, aficionado a experimentar con la orquesta, la ha desdoblado esta vez, colocando la mitad de la sección de viento o de cuerda a cada lado, con lo que consigue establecer una especie de puente sonoro entre las dos mitades.

Además de la percusión, que utiliza una y otra vez para los efectos dramáticos, Eötvös emplea campanas y celesta, cuyo sonido, escuchado al principio, quiere evocar la inocencia de la protagonista.

En la charla anterior a la representación, el músico húngaro dijo haber colaborado estrechamente con todos y cada uno de los cantantes en la gestación de su ópera hasta el punto de haber viajado con ese fin a las distintas ciudades donde se encontraban para preparar sus respectivos papeles.

Desgraciadamente, la soprano Marisol Monalvo, que debía interpretar a Sierva María, tuvo que ser sustituida por enfermedad por su colega australiana Alison Bell, que estuvo excelente, como cantante y como actriz, al igual que los otros intérpretes, entre los que habría que destacar a Felicity Palmer en el papel de la abadesa, Mats Almgren, en el obispo Don Toribio, y Nathan Gunn, en el padre Cayetano Montalvo.

Todos ellos, así como el coro de Glyndeboujne y la London Philharmonic Orchestra, actuaron bajo la batuta del joven director ruso Vladimir Jurowski.