En esto de la ópera es como todo, cuanto más azúcar más dulce y si no te apaña échale sacarina, aunque a veces ni por ésas. De igual manera hay quien juega en primera división, ya no digamos los que lo hacen en la «Champions» y después están las divisiones inferiores, poco azúcar y mucha media capa. Después de pasearse aquí y allá: Alcoi, Gandia, Castelló, Albacete, etc., llegó a Alicante la última producción lírica de Ópera 2001, ni más ni menos que «Il Trovatore» de Verdi, la del celebérrimo coro de zíngaros, melodías de gran prestancia sonora y un drama fácilmente digerible. Hubo quien se lo pasó de fábula, las ovaciones lo avalan, y, francamente, enhorabuena, que la grey de zíngaros no pasó en vano. Ahora bien, pluma en mano y puestos al papelón de discernir lo que se vio, lo visto no fue precisamente para echar cohetes.

Los de Pleven, habituales del proscenio alicantino, por esta vez cumplieron con decoro, peroÉ En «Il Trovatore» se necesitan cinco voces sobresalientes, demasiado atrevida en el plano lírico, que del contrario el naufragio es seguro. YÉ, que nadie se rasgue las vestiduras, los de 2001 no juegan en «Champions». Pretenciosos -hay que decirlo en su favor- no lo fueron, pero el buen aficionado espera algo más, y que los cantantes no sucumban tan prematuramente al recurso del aplauso fácil. Así, pues, relajo generalizado y a ver transcurrir los actos. No obstante, entre cánticos de unos y canturreos de otros alguna luz brilló, no en demasía pero sí dio pruebas de buenas cualidades. Nos referimos al barítono Javier Galán, que demostró solvencia y tiznes de calidad que le auguran un futuro prometedor. El tenor, Orfeo Zanetti, fue de menos a más, ciertamente, que si comenzó como un Tarzán afónico se espero casi al pitido final -si me permiten el símil futbolístico- para reaccionar. Lástima, que no hubo tiempo para oír más, precisamente cuando empezaba a sacarle punta al personaje. Azucena, demasiado anodina, en un papel que se merece más, con ese registro bajo tan sugerente y al mismo tiempo tan verdiano; la mezzo Roperta Matelli no es precisamente una contralto y el papel le vino grande, aunque, puesta a hacer, efectivamente la enigmática gitana estuvo presente. Vimos también a una Leonora muy de ir por casa, la australiana Louise Hudson, que quería pero no podía. El resto del reparto no se salió de la tónica marcada.

En definitiva, un «Il Trovatore» falto de convicción, montado con demasiada ligereza, pero que, al fin y al cabo, hizo las delicias de los poco exigentes.