Resulta difícil dar opiniones coherentes sobre lo que se desconoce y, relativamente fácil, o muy fácil, el darlas sobre aquello que sí se conoce o en lo que se cree y yo creo, firmemente, en la Formación como pilar básico de nuestra sociedad. Y porque creo en ella, y porque la conozco un poco, me voy a permitir la licencia de dar mi modesta opinión.

Con frecuencia se confunde la Formación con la adquisición, solamente, de conocimientos académicos, más o menos profundos. Pero en definitiva, sólo conocimientos y se debiera ir mucho más allá. Además de los conocimientos teóricos y técnicos de cualquier tipo de Formación es capaz de transmitir, hay que pensar en el diseño de métodos y modelos de enseñanza que permitan moldear y formar no sólo a buenos profesionales, sino también a buenas personas, y eso solamente se consigue cuando los planes de estudio que se diseñan, son los adecuados y son sostenibles en el tiempo.

Es alarmante que en nuestro País, esos Planes varíen con tanta frecuencia y que dentro de nuestra geografía exista una acentuada dispersidad en este sentido. El resultado, desgraciadamente, está a la vista, un índice de fracaso escolar que es muy preocupante. Unas consecuencias nefastas. Malo para todos, para los alumnos, para los docentes, para las Administraciones Públicas y malo para nuestra Sociedad.

El mundo laboral necesita de buenos profesionales, académicamente, bien formados y capaces de desarrollar sus conocimientos en los puestos de trabajo que desempeñen, pero no hay que olvidar que ese desarrollo profesional debe de ir acompañado del respeto a los valores éticos y morales de los que toda persona es titular. La Formación también debe ocuparse de que todos nos debemos mutuo respeto, aunque cada uno de nosotros pensemos de diferente manera. Un respeto que debe de ir más allá del respeto no sólo a las ideas, sino también a las normas que, democráticamente, nos hemos dado entre todos.

Siempre recuerdo, cuando hablo de Formación, una frase de Benjamín Franklin que creo que define el auténtico sentido de lo que es formar. Dice ese pensamiento del Sr. Franklin "Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo". Pues hay que tomar nota. Hay que enseñar y hay que involucrar, no basta sólo con decir.

Y en ese sentido y como antes mencionaba, hay que diseñar Planes de Estudio capaces de resistir el tiempo, con los cambios precisos y necesarios que los vayan adaptando a las circunstancias temporales. Planes de Estudio sin rigideces, moldeables, pero sólidos y resistentes en sus cimientos. Modelos de Formación que no se conviertan en el epicentro de disputas de carácter político, ni en un arma arrojadiza en función colores o ideas políticas de uno u otro signo. La Formación debe de ser algo más. Debe de estar por encima de esos vaivenes y no contaminarse.

Las personas hemos de vivir la Formación no sólo como un proceso continuo de adquisición de conocimientos integrador en el mercado laboral, sino también como un proceso evolutivo personal. A través de nuestra propia evolución, de nuestro cambio, seremos capaces de cambiar lo que nos rodea. Hemos de pensar en la Formación como en un proceso inacabable en lo profesional y en lo personal.

No se puede hablar de Formación sin hablar de todos los protagonistas que, en ella, intervienen. Alumnos, familias de los alumnos, docentes y Administración. Cimientos sobre los que se construye ese edificio que se llama Formación. La unión de todos ellos debiera de dar el resultado apetecible. El resultado al que creo que todos aspiramos. Un resultado que estoy seguro y convencido que será alcanzado. Que en nuestra sociedad haya buenos profesionales y como he dicho antes, buenas personas.

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