Superar la distancia entre el aula de teoría y una realidad social determinada: la de la discapacidad. Este es el objetivo del proyecto «Práctica socioeducativa», una iniciativa liderada por la profesora de Magisterio Nuria Andreu que busca involucrar a los estudiantes de 2º de Grado en Educación Infantil del CEU de Elche en un servicio a la comunidad, desde el enfoque de la educación inclusiva.

Se trata de una propuesta en la que los alumnos realizan prácticas en diversos colectivos relacionados con la atención a las personas con condiciones personales de discapacidad o algún trastorno del desarrollo, personas en situación de desventaja social, estudiantes con dificultades significativas en el aprendizaje, o estudiantes con alta capacidad intelectuales.

Según Andreu, «ligamos de este modo el aprendizaje basado en la experiencia (aprender a ser competentes en la atención a personas con necesidades específicas de apoyo) con el compromiso social. De esta manera consolidan lo que aprenden y lo ponen al servicio de los demás».

Esta iniciativa ya se inició el pasado curso académico y «resultó una experiencia muy satisfactoria para el alumnado, proporcionándoles una visión ampliada de la realidad en la que hay que implicarse para su transformación y favoreciendo el compromiso ético y social de los alumnos».

María Victoria Escudero y Carmen García, dos de las alumnas que desarrollaron sus prácticas en LiberTea, una asociación sin ánimo de lucro, que trata a niños que padecen el trastorno del Espectro Autista (TEA), reconocen que «hemos descubierto la gran utilidad que sentimos siendo voluntarias, por ello, nos hemos dado cuenta que ayudando a gente con alguna discapacidad o deficiencia intelectual nos ayuda a crecer como personas y a ver que todos somos iguales y que a pesar de las dificultades que poseen estas personas pueden llegar a lograr cualquier reto que se propongan».

En términos parecidos se manifiesta Elena Borja Beltrán, quien ha trabajado con la Asociación Libertea de Orihuela, a la que asisten niños y niñas que presentan autismo. «Gracias a la realización de las prácticas en esta asociación he podido aprender muchísimas cosas acerca del mundo del TEA, y de cómo es el perfil de un niño autista. Ahora puedo comprender mejor este tipo de trastorno y saber cómo ayudar a alguien que lo padece», declara Elena.

Precisamente conocer de cerca nuevas experiencias y adquirir nuevos conocimientos desde un punto de vista cercano a las personas con diversidad funcional es lo que también ha vivido Nieves Sanchís en la Fundación Funredis, quien pone en valor como «compaginar prácticas con la asignatura de Trastornos del Desarrollo y Altas Capacidades II es un potencial motivador para nosotros. Gracias a estas prácticas puede darte cuenta si realmente te gusta trabajar con este colectivo de personas o no, ya que todos los estereotipos o miedos que el alumnado puede tener se ven aumentados o por lo contrario, disminuidos».

Para Alicia Irles, Lucía Marchena y Rocío Priego, que se incorporaron a la escuela Artes, cultura y ocio, donde se contribuye al desarrollo personal y a la inclusión social de las personas con discapacidad en la vida diaria a través de diferentes disciplinas artísticas, esta iniciativa educativa tiene, además, un valor añadido y diferencial: «Nos ha permitido trasladar lo aprendido en el aula de manera teórica a la vida real. Poder conocer de cerca a personas con diferentes tipos de discapacidad, nos ha aportado un valor añadido a nuestro crecimiento personal».

Dirección

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