Hoy en día la producción de Fondillón se circunscribe básicamente a la zona del Vinalopó. Es el triángulo que forma el territorio de Monóvar, Petrer, Castalla, Sax, Villena, Salinas, Pinoso, Algueña, La Romana, los Hondones y vuelta a Monóvar.

Para elaborar el Fondillón es imprescindible utilizar uvas que estén cultivadas en viñedos calificados y autorizados por el Consejo Regulador de la Denominación de Origen Alicante. No se puede hacer Fondillón de parcelas que estén fuera de este marco de control de calidad.

Lo primero que haremos es buscar una viña que reúna estas condiciones y que además tenga las siguientes características: debe ser un viñedo en vaso, evitando las espalderas, por supuesto de la variedad Monastrell exclusivamente, bancales dispuestos en marco real, tresbolillo o de calles anchas, con una densidad que no supere las mil seiscientas cepas por hectárea, cultivado de manera tradicional, sin adición de pesticidas y de cepas que sean muy viejas, como mínimo cincuenta años y que nos asegure una producción escasa pero de alta calidad. Luego debemos asegurar que el cultivo sea en secano. No vale un viñedo regado o con goteo. También procuraremos que la tierra sea blanca y caliza y no nos importará que tenga piedras toscas o gravas que provoquen una gran refracción.

Cuando el sol rebota en las rocas provoca, como si de una cabina de rayos UVA se tratara, una maduración muy homogénea en los racimos. No nos valen hondonadas de margas obscuras, cenagosas o tierras húmedas. Una buena altura, ligera inclinación, orientación sur, en lomas y collados de solana, favorecerá una buena insolación, vientos secos y ausencia de humedad.

Los otoños poco lluviosos nos permitirán sobre madurar en la cepa y recolectar uvas ligeramente pasificadas, con gran concentración de color, azúcares y ácido tartárico. Estas condiciones únicas del Vinalopó alicantino nos permitió, batir el récord de vendimia tardía en 2016, cuando el 19 de noviembre, mientras en el norte de España empezaba a nevar, en Monóvar sin embargo, bajo un sol potente y un cielo azul intenso, a 23 grados de temperatura, entramos en la bodega las cajas repletas de racimos sanos de un maravilloso Monastrell súper maduro, dulcísimo y fragante que anunciaba sin duda un futuro gran Fondillón.