Madrid dio el lunes el pistoletazo de salida a la COP25, el segundo gran acontecimiento climático del año tras la cumbre que la ONU celebró el pasado mes de septiembre en Nueva York. La COP25 recoge el testigo de aquella cita que se cerró con cierto pesimismo y una reivindicación apremiante del secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres: el tiempo se agota y los países deben adoptar de forma urgente compromisos más ambiciosos. En definitiva, hay que pasar de la palabra a la acción.

Guterres fundamenta su exigencia en los alarmantes datos que arrojan los últimos informes publicados, como el que la semana pasada dio a conocer el Programa para el Medioambiente de la ONU. Este informe evidencia que en 2018 las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero volvieron a crecer y que, de seguir con los planes actuales, la temperatura ascenderá hasta los 3,2ºC en 2030. Además, el documento concluye que, para cumplir con el Acuerdo de París de 2015 -que fija el límite en 1,5ºC-, se deberían quintuplicar los esfuerzos anunciados hasta el momento.

En este contexto, los países afrontan la COP25 con la certeza de que solo ellos tienen la solución a esta difícil ecuación, que pasa necesariamente por acelerar la transición hacia un modelo energético descarbonizado. Desde hace años, Europa enarbola la bandera de este cambio, primero de la mano del presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, y desde el pasado domingo bajo la batuta de Ursula Von der Leyen, que ha prometido una lucha sin cuartel contra el cambio climático.

España se ha tomado muy en serio la contienda contra la emergencia climática. "Hay que hacer más y hay que hacerlo con menos tiempo", afirmaba recientemente la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera. Con esta premisa, el gobierno presentó hace unos meses el borrador del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2021-2030 (PNIEC), que fija unos objetivos ambiciosos que han sido bienvenidos por Europa. Entre ellos: que el 42% de la energía final sea de origen renovable y que el 74 % de la electricidad se genere a partir de fuentes limpias.

El mandato del PNIEC es claro y el camino para conseguirlo, también: impulsar los proyectos de instalación de nueva generación renovable. España ya se ha puesto manos a la obra y todo parece indicar que el cumplimiento de estos objetivos será una meta asequible. El país ya vislumbra con claridad un futuro más verde.