¿Se puede viajar a algún país sin coronavirus salvo alguna isla remota del Pacífico? Pues sí, solo a uno. Turkmenistán. Es el único gran país del mundo donde no solo no existe oficialmente el coronavirus sino que citarlo en la vía pública o llevar mascarilla te puede acarrear otro confinamiento mucho más grave que el del covid 19, ¡acabar en chirona! Esta es la crónica de una visita a tan estrambótico país.

La Puerta del Infierno, el atractivo más popular de Turkmenistán

Con casi seis millones de habitantes Turkmenistán es uno de los 14 países que presumen oficialmente de mantener a raya al coronavirus. De los otros 13, 11 son islas remotas escasamente pobladas del Océano Pacífico, otro es Lesoto, un minúsculo y aislado país africano, y el otro es Corea del Norte, aunque de lo poco que se sabe extraoficialmente es que también está afectado. Por tanto, Turkmenistán quedaría como el único país relevante sin admitir ningún infectado y eso que tiene casi mil kilómetros de frontera con Irán, uno de los países más afectados. Es más, el país ha llegado más lejos que nadie y ha prohibido a ciudadanos y medios de comunicación el empleo de la palabra coronavirus. También el término ha desaparecido de los documentos oficiales. Su vulneración puede ser castigado hasta con la cárcel.

Monumento del anterior presidente del país con su estatua bañada de oro

Asgabat es la capital y la ciudad más poblada de Turkmenistán, con más de un millón de habitantes. En tan gran concentración urbana el coronavirus ni está, ni se le espera. Por mucho que se intente no se encontrará ningún vestigio de su nombre. ¿Que tienes algún familiar o amigo enfermo con síntomas sospechosos? Ningún problema, se trata de una "enfermedad respiratoria vírica estacional" y contra ello el mejor tratamiento, como no se cansa de aconsejar el presidente del país, es el remedio natural con hierbas medicinales, especialmente la llamada "yuzarlik". Populares personajes del país aconsejan continuamente por televisión el consumo de esta hierba en forma de infusión. Parece que en las últimas semanas su uso se ha extendido tanto que su precio se ha disparado, síntoma de lo que se han multiplicado las "enfermedades respiratorias víricas".

Asgabat cuenta con la mayor noria cubierta del mundo

Desde medios informativos clandestinos vinculados con la oposición se afirma que los ciudadanos no pueden ni mentar la palabra coronavirus, ya que se exponen a ser detenidos y confinados pero no en casa, si no en la cárcel. Es más, se asegura que algún viandante precavido que se ha atrevido a salir con mascarilla por las calles de Asgabat ha acabado apresado y trasladado a comisaría acusado de tratar de provocar el pánico. Por supuesto que no se hacen pruebas ni test de una enfermedad prohibida por decreto.

La capital de Turkmenistán también tiene su rótulo turístico para las fotos

Si realmente fuera cierto que no hay ningún caso casi se podría hablar de milagro, ya que todos los países fronterizos con Turkmenistán tienen casos de covid 19 e incluso con el que más frontera comparte, Irán, es uno de los países del mundo con más infectados, superando los 100.000, y Asgabat, apenas está a 60 kilómetros de la frontera persa. La palabra coronavirus solo se utilizó inicialmente en Turkmenistán, cuando apenas afectaba a la ciudad china de Wuhan. En cuanto comenzó a extenderse, el término fue eliminado del lenguaje y de los textos y prohibida drásticamente su utilización.

Monumento a la Constitución, inaugurado en el año 2011

Cuando el actual presidente del Turkmenistán, Kurbanguly Berdymukhamedov, que se hace llamar "el Protector", intuyó que el coronavirus podría ser una amenaza para su populista campaña de que el país se encuentra en plena fase de felicidad, ordenó la eliminación del vocablo y su sustitución por enfermedad respiratoria o enfermedad vírica estacional. Había que suprimir cualquier elemento que pudiera provocar el pánico y poner en cuestión "la felicidad" de la población. La orden fue referirse siempre a enfermedades respiratorias estacionales o términos similares.

Cartel propagandístico del actual presidente del país

No obstante, la realidad es muy otra y solo así se entiende que en el país se hayan tomado medidas restrictivas similares a las de otras naciones afectadas por coronavirus, como el cierre de fronteras, la suspensión de vuelos internacionales, los consejos masivos por televisión para permanecer en casa, controles de temperatura en los accesos a Asgabat y otras grandes ciudades, y hasta la localización de edificios especiales para las cuarentenas. También se llegaron a cerrar los centros escolares. Incluso se suspendieron las grandes concentraciones deportivas, pero a mediados del mes de abril se anunció la reanudación de la liga de fútbol sin ningún tipo de restricciones. Y todo ello sin poder justificar razones de peso para tan fuertes medidas, ya que la pandemia no existe y, por tanto, no se ha detectado ningún caso oficial de coronavirus.

Modernos edificios comerciales en la ciudad de Asgabat

Que estas cosas puedan suceder en un país a estas alturas solo se explica por las especiales características de Turkmenistán, el país que ocupa el último lugar del mundo en materia de libertad de expresión y prensa de un total de 180 analizados, por detrás incluso de Corea del Norte, según la lista de Reporteros sin Fronteras, que viene denunciando reiteradamente la absoluta falta de libertad en el país centroasiático, dirigido por un presidente que llegó al poder en 2006 y que se ha sometido a tres elecciones arrasando en las urnas, aunque de forma fraudulenta, según organizaciones democráticas internacionales.

Monumento a las miles de víctimas del terremoto de 1948

Viajo a Turkmenistán obviamente antes de que se desencadene la pandemia del coronavirus en el mundo. Cuando llego al aeropuerto de Asgabat, la capital de Turkmenistán, un oasis en pleno desierto de Karakum, me está esperando el empleado de la agencia con la que he contratado el viaje, única posibilidad de visitar este país, donde no se autorizan las entradas por libre. Tras las presentaciones de rigor me trasladan al hotel. Hay tan poco turismo que en la amplia furgoneta que me traslada al hotel soy el único viajero. En cuanto llego al hotel comienzo a constatar que he retrocedido en el tiempo, en materia de comunicaciones, casi a la prehistoria. No funcionan ni las redes sociales, ni wathsapp, ni Cristo que lo fundó.

Imagen nocturna de Asgabat, una ciudad intensamente iluminada

Me informo en el móvil del coste de las llamadas telefónicas y alucino con los precios desorbitados de las tarifas y también de las llamadas fijas desde el hotel, por lo que opto por esperar a llamar desde las oficinas de correos y telégrafos durante la visita de la ciudad. Poco después compruebo que no vale la pena: el sistema de llamadas me retrotrae a mediados del siglo pasado, cuando hay que dar el número a una empleada y sentarte a esperar muchos minutos que te llamen y te dirijan a una cabina para poder hablar. En fin, una pérdida de tiempo y, además, el precio sigue siendo caro. Al final lo mejor es recurrir al móvil pero restringiendo al máximo las llamadas mientras estés en el país si no quieres pagar una burrada.

La corbata es muy usada en uniformes de escolares y mayores

En el hotel de Asgabat, un espectacular edificio para celebrar matrimonios con habitaciones para las noches de bodas, me dan la contraseña para conectar la wifi. No me las prometo muy felices, ya que tengo referencias de las dificultades de conectar con internet en todo el país, hasta el punto de que se calcula que menos del 20 por ciento tienen acceso al mismo y con muchas restricciones. Mi pesimismo se ratifica con creces. Pronto constato que las páginas web de los periódicos relevantes españoles e internacionales están vetadas y para las demás webs la lentitud de internet es exasperante y muchas veces con resultados negativos. Si a esta casi imposibilidad de conectar con la prensa extranjera se une que la nacional de Turkmenistán es oficial o está obligada a seguir los dictados del gobierno, la deducción es obvia. La libertad de prensa brilla por su ausencia.

Mi hotel de Asgabat es un centro de celebración de bodas

Cómo soy alérgico por naturaleza, salvo fuerza mayor, a visitar algún lugar de la mano de un guía-control, consigo hacer por libre la visita de Asgabat, ya que las autoridades están abriendo la mano al turismo y aunque obligan a que los traslados sean con personal de las agencias autorizadas, las visitas a los distintos atractivos locales pueden hacerse de forma independiente. Asgabat es una ciudad limpia, digna de ver por su singularidad, mezcla de riqueza y de gusto hortera: es la que tiene más edificios de mármol blanco del mundo, más de 500, tal como lo refrenda su récord Guinness, y más monumentos estrafalarios.

Grandes edificios de mármol blanco y llamativas farolas flanquean las avenidas

Nada más llegar al centro de Asgabat, el gran despliegue de grandes y modernos edificios de impecable mármol blanco y las grandes avenidas, luciendo un llamativo y lujoso mobiliario urbano, en algunos casos de un dudoso gusto, evidencia que estamos ante un país rico, consecuencia de sus grandes recursos energéticos, hasta el punto de estar considerado como el cuarto del mundo con mayores reservas de gas. Sus grandes viales, con seis y ocho carriles de circulación, son del todo punto desorbitadas para el escaso tráfico existente, que solo se anima un poco en las horas de inicio y fin de la actividad económica. Tan grandes viarios están flanqueados por una hilera interminable de gigantescos bloques de viviendas construidas de un impoluto mármol blanco y que solo se interrumpen para dar paso a una rotonda adornada con una gigantesca y moderna escultura.

Monumento en una de las muchas rotondas de la ciudad

Sapamurat Niyazov, el primer presidente del país tras la independencia y descomposición de la Unión Soviética, y que gobernó Turkmenistán hasta su muerte en 2006, tiene su gran monumento en la plaza de la Independencia, dentro de un gran parque en el centro de la ciudad. Se trata de una imponente estatua dorada que destaca sobre otras de personajes históricos del país y que conduce a un complejo central con una espigada columna de 91 metros de altura, en alusión a 1991, el año de la independencia. Aunque tras su muerte su aureola casi divina se ha mitigado, todavía es un gran referente moral y espiritual.

Limpieza del monumento del primer presidente

Niyazov murió cuando todavía no había concluido la construcción de su mausoleo, adjunto a una de sus construcciones faraónicas más ambiciosas: la mezquita de Gypjak, la mayor de Asia Central. Se encuentra en la localidad que le da nombre, a apenas 7 kilómetros de Asgabat. La mezquita es imponente tanto por fuera como por dentro. En las paredes del interior se recogen versos y párrafos del Corán y del Ruhnama, una especie de guía espiritual escrita para los turcomanos por el propio presidente. Aunque tras su muerte ha perdido alguna relevancia todavía hoy se conserva el monumento al libro, que se construyó en una plaza céntrica de Asgabat.

Mausoleo que acoge los restos del anterior presidente y su familia

El actual presidente ya tiene también su gran monumento erigido en el año 2015 en una gran plaza de Asgabat. Se trata de una escultura bañada de oro en la que aparece el dignatario sobre su caballo favorito con una paloma en la mano y galopando sobre una especie de gran iceberg, reproducido en mármol blanco. Cuando la inauguró aseguró que la estatua fue una petición de los ciudadanos y que él hacia "lo que el pueblo pedía". El monumento es especialmente llamativo de noche, cuando luce una intensa iluminación.

Monumento del actual presidente erigido en 2015

Una de mis actividades favoritas cuando visito otro país es mezclarme con la gente en paseos, parques o mercados. Por las calles de Asgabat compruebo con sorpresa que a algunos residentes todavía les choca cruzarse con un extranjero en solitario y, hasta en algún caso, me piden que pose con ellos para un selfie. Otros se muestran un tanto recelosos y timoratos, pero por lo general no ponen reparos si les pides hacerles una foto. Turkmenistán es un país de mayoría musulmana, aunque para nada radical e incluso bastante flexible. La indumentaria tradicional todavía es mantenida por las mujeres, aunque sea mitad por propia voluntad y otra mitad por imperativos legales. Llama la atención el fuerte cromatismo de sus vestidos, con una prenda que les cubre desde el cuello al tobillo pero ajustada a la fisonomía del cuerpo, a diferencia de los países musulmanes ortodoxos, donde se prohíbe toda prenda que apenas insinúe la silueta.

Mujeres con el vestido tradicional del país

Me tropiezo en mi caminata por las calles de Asgabat con muchas jóvenes con una misma indumentaria, es una especie de uniforme de un rojo liso intenso de una tela brillante que se asemeja al terciopelo. En la parte delantera, desde el cuello a la cintura, se adorna con finos bordados que dibujan figuras geométricas. Sobre la cabeza portan el gorro bordado tradicional de Turkmenistán, llamado Takhya, dejando a la vista gran parte del pelo peinado en dos largas trenzas. Les pregunto por qué visten así y aunque con gran timidez me hacen saber que se trata del uniforme universitario. Sí, en este país las mujeres deben vestir uniforme hasta que acaban los estudios superiores. El color del vestido varía según el centro universitario, pero el rojo es mayoritario.

Jóvenes universitarias con su uniforme

Las mujeres adultas, por su parte, cubren su pelo, en su inmensa mayoría, con grandes y coloridos pañuelos estampados, aunque no es una obligación, como en otros países islámicos, y las hay que portan el pelo al viento. En un mercado o en un gran centro comercial es un espectáculo contemplar las mujeres con sus vestidos y pañuelos multicolores arremolinadas en los puestos de venta. El mejor sitio donde poder contemplar una gran presencia de mujeres es en el bazar oriental Altyn Asyr, situado en las afueras de la capital y considerado el quinto más grande de Asia Central.

Mujeres turcomanas de compras en un mercado de Asgabat

Turkmenistán está tomando medidas, aunque muy tímidas, para modernizarse y dejar atrás su estructura aún con resabios dictatoriales, Así, ya se ha autorizado el multipartidismo, aunque de organizaciones poco hostiles con el régimen. Por otro lado, el país sigue rindiendo honores a personajes de la etapa soviética, como es el caso de Lenin, cuyo monumento se levanta en el centro de la ciudad, sobre un gran pedestal recubierto con azulejos dibujando alfombras.

Monumento a Lenin en la capital de Turkmenistán

Un poco alejada del centro, a unos 10 minutos en taxi, se encuentra la mezquita Artogrul Gazy, la de mayor interés de la ciudad, una réplica de la Mezquita Azul de Estambul, que fue construida por los propios turcos como un regalo a los turcomanos. Vale la pena desplazarse hasta allí porque resulta imponente. Además, no hay ningún problema para poder visitar el interior, ni tampoco para hacer fotografías, aunque hay que evitar coincidir con las horas de los rezos.

La mezquita Artogrul Gazy, réplica de la Mezquita Azul de Estambul

Turkmenistán tiene otros puntos de interés para los viajeros además de la capital. De todos ellos el más famoso y más visitado es la llamada "puerta del infierno", un pseudo cráter en permanente actividad desde hace medio siglo en pleno desierto de Karakum. En realidad no se trata de un volcán ni nada relacionado con la actividad volcánica. El cráter de Darvaza, como se le conoce oficialmente, es un desprendimiento de tierra producido como consecuencia de unas excavaciones efectuadas por la Unión Soviéticas en 1971, en la búsqueda de pozos de gas. Accidentalmente se produjo un gran escape de gas que se intentó solucionar pendiéndole fuego pensando que se extinguiría en pocas semanas. El pozo es de tal magnitud que 49 años después aún sigue encendido. Su vista espectacular se produce de noche, cuando reluce con todo su esplendor en plena oscuridad del desierto. Paso una noche en una tienda de campaña en las cercanías para contemplar el espectáculo. En muchos kilómetros a la redonda no hay hoteles por lo que hay qe recurrir al camping.

El cráter de Darvaza o Puerta del Infierno

Para los amantes de la mítica Ruta de la Seda, como es mi caso, es visita obligada la zona arqueológica de Konya-Urgench, situada junto a la frontera de Uzbekistán, y en la que se encuentra alrededor de una decena de edificios históricos que vieron pasar a Marco Polo en sus viajes a China en busca del codiciado tejido. Yo llego a la zona a media mañana tras partir muy temprano del cráter de Darvaza, y recorro el lugar en un par de horas, ya que las edificaciones están próximas entre sí y se pueden visitar caminando. Entre las más destacadas se halla el mausoleo, una edificación que pese a su mal estado aún permite constatar su gran relevancia. Lástima que la cúpula, que era de un intenso color azulado, y gran parte de su recubrimiento exterior, de esmaltados azulejos, hayan desaparecido. Aún así la parte interior de la cúpula es impresionante.

Mausoleo en Konya-Urgench, zona Patrimonio de la Humanidad

A apenas 500 metros del mausoleo me llama la atención, por sus 60 metros de altura, un espigado minarete, una construcción que se remonta al siglo XI o XII y con restos de azulejos en su estructura. Tiene un diámetro de 12 metros en su base y se va estrechando hasta reducirse a solo 2 metros en su cima. En su etapa de máximo esplendor Urgench fue la capital del imperio corasmio pero desgraciadamente fue prácticamente arrasada por el ejército mongol de Gengis Kan en el año 1221. El gobierno turcomano ha realizado algunas rehabilitaciones, lo que permitió que las ruinas fueran declaradas Patrimonio de la Humanidad en 2005. No obstante, aún queda mucho trabajo en materia de restauración.

Minarete histórico de 60 metros de altura en Conya-Urgench

Cuando termino mi viaje a Turkmenistán, cruzando a pie su frontera que linda con Uzbekistán, voy memorizando todo lo que he visto en el país y concluyo que ha sido una visita muy positiva pese a las trabas burocráticas existentes para obtener el visado y la obligación de tramitarlo a través de una agencia de viajes del propio país. Pero lo que no me podía imaginar, desde luego, es que poco tiempo después este país iba a ser el único país del mundo "inmune" a una pandemia. Cuesta creer a que a estas alturas aún se intente engañar a sus ciudadanos con patrañas tan ridículas. Para la comunidad internacional esta "inexistencia del coronavirus" solo significa que todavía falta mucho, en materia de libertades democráticas, para que Turkmenistán sea un país libre.

Lugareños turcomanos en Konya-Urgench

TODAS LAS IMÁGENES: MANUEL DOPAZO