¿A qué van los españoles al Caribe y, especialmente a la República Dominicana? A sus paradisiacas playas, dirá la mayoría. Sin embargo, los españoles que llegan allí sin pareja viajan, según los dominicanos, para hacer turismo sexual, o como lo dicen ellos, a las claras y sin tapujos: “los españoles vienen a follar”.

Joven caribeña en la playa de Boca Chica

Septiembre 2016. Llego a Santo Domingo, la capital de la República Dominicana, curiosamente el único país de Latinoamérica que me faltaba por visitar, pese a ser, en muchos casos, el primero e incluso el único que visitan muchos españoles. Es verdad que sus playas son de ensueño pero no soporto los resorts “todo incluido” tumbado bajo un cocotero. Si finalmente me decido a ir es, especialmente, para conocer el Santo Domingo colonial, una zona histórica y monumental.

Playa de El Macao, al norte de Punta Cana

Me alojo en el hotel Villa Colonial, un hotelito muy agradable situado en pleno centro de la ciudad colonial. A apenas unos pasos se encuentra la calle El Conde, una vía peatonal que recorre la zona colonial de un extremo a otro y que es el viario que concentra casi toda la actividad turística y comercial. Una de las cosas que primero te llama la atención es la vestimenta de las dominicanas, con vaqueros superajustados, menguadas faldas y generosos escotes, que resaltan la famosa fisonomía voluptuosa de la mujer caribeña.

Baño en las cristalinas aguas de Boca Chica

Para cambiar moneda lo mejor es una oficina de cambio, donde puedes obtener un buen precio por el euro a cualquier hora del día. La que selecciono es también tienda de souvenirs y el encargado, al verme los euros y que hablo castellano, enseguida se percata de que soy español. Me saluda y me pregunta por mi impresión del país. Le digo que acabo de llegar y que voy a estar una semana para conocer el Santo Domingo colonial y algunas de las zonas turísticas más destacadas. “Vaya, eso está bien, porque los españoles que no visitan sin pareja vienen a follar”, así me lo suelta, sin rodeos. Y acto seguido se lamenta del escaso turismo español en la ciudad colonial, ya que, según él, “las parejas que vienen a pasar sus vacaciones o luna de miel, suelen ir directamente a las playas de Punta Cana o Puerto Plata, a un hotel con todo incluido, y la mayoría ni siquiera se acerca a Santo Domingo”.

Una guapa joven caribeña

En la capital dominicana recalan más los que vienen en busca de “alterne”, y al parecer les interesa más los monumentos de carne y hueso que los monumentos coloniales, tan destacados que fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Pasear por la calle El Conde es revelador: cualquier turista que lo hace es abordado por todo tipo de personajes que viven del turismo, y te ofrecen de todo, desde recorridos por los lugares más destacados de la ciudad hasta proxenetas que te dan direcciones de clubs y bares nocturnos. A las prostitutas, cuya imagen se distingue a la legua, se les llama en este país chapiadoras.

Dos chicas de Santo Domingo

Otra de las zonas de alterne más destacada del país es Boca Chica, una pequeña localidad con la playa más próxima a la capital, muy cerca del aeropuerto internacional. Con los cocoteros casi en la misma orilla del mar y con las aguas protegidas por una barrera natural, es como una inmensa piscina de aguas casi siempre tranquilas y transparentes. Aquí son legión los que ofrecen de todo, desde servicios turísticos a restaurantes, pasando por bares y clubs. También hay, por supuesto, hoteles para el turismo familiar, con áreas de playa acotadas para sus tumbonas.

Hay chicas muy atractivas

El turismo sexual se ha extendido por todas las zonas turísticas de la República Dominicana, incluyendo, por supuesto, Punta Cana y Puerto Plata, hasta conferir al país cierta fama de ser un paraíso en esta materia, generando una corriente importante de visitantes de todo el mundo, incluyendo, también españoles.

La calle El Conde, en el centro del Santo Domingo colonial

Obviar Santo Domingo en un viaje a la república Dominicana es una pena ya que su ciudad colonial es realmente atractiva. Durante dos días me pateo prácticamente toda la zona sin apenas tregua. Eso sí, en las horas punta hay que buscar la sombra a todo trance ya que la excesiva humedad, junto a un sol de justicia, te pueden dejar empapado de sudor.

El monumenmto a Colón en Santo Domingo

Mi primer problema lo tengo cuando voy a visitar la imponente catedral, una de las más bellas de Latinoamérica. La jerarquía eclesiástica también ha recurrido, como los comercios más importantes, a la seguridad privada para vigilar el edificio y cuando desde la verja que rodea el recinto me dispongo a tomar una foto general de la fachada, un energúmeno se me pone delante y me impide hacerla porque “ya está cerrada”. Me quedo perplejo porque estoy en el exterior y pese a que insisto en que desde la calle no me puede impedir hacer la foto, persiste en su conducta con gestos amenazantes. El incidente es observado por varios viandantes del país, que se suman a mi queja y le recriminan su actitud. Finalmente opta por retirarse aunque de muy mala gana.

La imponente catedral de Santo Domingo

La catedral tiene unas horas de visita previo pago de un ticket y parece que el vigilante se ha tomado al pie de la letra que fuera de esas horas “nada de nada”. En cualquier caso, la visita de la catedral es imprescindible, al igual que el Alcázar de Colón, en referencia a Diego Colón, el hijo del descubridor de América y gobernador de la Española, la isla que hoy comparten la República Dominicana y Haití. El Alcázar es un precioso palacio con una arcada frontal, que ha sido totalmente restaurado, y que reúne en sus salones todo el mobiliario y decoración original.

El Alcázar de Diego Colón, hijo del descubridor

Hay muchos más edificios civiles y religiosos, así como bellas casas coloniales por ver en el conjunto monumental de la ciudad colonial, incluyendo la fortaleza de Ozama, situada junto al río del mismo nombre. Son tantas las cosas por ver en este Santo Domingo histórico que me parece delictivo ir a la República Dominicana y no visitarlo aunque sólo sea un recorrido rápido de una mañana.

La fortaleza de Ozama, en el Santo Domingo colonial

Algo realmente escandaloso son los precios de los productos o servicios para turistas. Así, las tiendas para regalos y souvenirs son un auténtico atraco, con precios abusivos para artículos en su gran mayoría sin ninguna calidad y fabricados en China. Hay comercios que parecen pretender forrarse a toda costa como lo demuestra el que por una simple taza de recuerdo te pidan 14 euros mientras puedes encontrar la misma en otro establecimiento a dos euros. Por todo el país abunda la venta de pinturas con paisajes y tareas cotidianas de estilo naif, en su mayoría procedentes de Haití. Si quieres adquirir alguna, ya que las hay realmente atractivas, hay que tener paciencia, tantear precios y prepararte para un duro regateo que te puede permitir conseguir la pintura por menos de la mitad del precio inicial.

Calle de casas coloniales en Santo Domingo

Desde Santo Domingo alquilo un coche y me dirijo hacia el Este del país, donde se encuentran las playas más famosas. Por el camino recalo en algunas playas interesantes como las de Guayacanes y Juan Dolio, está última casi totalmente privatizada y de muy difícil acceso si no eres cliente de los hoteles que se han apoderado de la costa.

Playa de Boca Chica, cerca de la capital

En cuanto a privatizaciones lo más sangrante me parece lo del pueblecito de Altos de Chavón, una villa de artistas y artesanos situada cerca de la ciudad de La Romana. Por la guía de viaje y por las referencias que tengo es una visita destacada por lo que me decido a verla. Como no encuentro cartel ni señal indicadora de la localidad me veo obligado a preguntar y finalmente un lugareño me indica que debo atravesar la urbanización privada Casa de Campo, ya que la carretera pasa por la misma. Una barrera bajada con una caseta de vigilancia me obliga a parar. Me dicen que tengo que ir a las oficinas de la urbanización para autorizarme el paso hacia los Altos del Chavón. En fin, me parece un trámite excesivamente engorroso pero no le doy más importancia. Mi sorpresa se produce cuando al recabar la autorización en la oficina me dicen que sí, que “muy bien, pero son 25 dólares”. “¿Cómo?” respondo con asombro, “¿25 dólares por recorrer los 3 o 4 kilómetros que me separan del pueblo?” La respuesta que me dan es contundente: “o eso o nada”. Es sin duda el peaje más caro que he conocido en mi vida y cómo no soporto semejantes abusos les respondo que no admito tal “chorizada”, así que doy media vuelta y reemprendo la marcha sin atreverme a decirles lo que estoy pensando y es que se metan el pueblecito “donde les quepa”.

Playa de Dominicus, cerca de Bayahibe

Retomo la autopista que une los 200 kilómetros que separan Santo Domingo de Punta Cana y poco después hago otro alto en la que será, para mi gusto, la mejor de las playas que visitaré en todo el país. Me refiero a la de Dominicus, situada a unos 5 kilómetros de Bayahibe. Es la típica imagen de la playa soñada, con aguas de color turquesa, bordeada de cocoteros que le dan una agradable sombra y con los servicios propios para poder tomarte una copa, comprar algún recuerdo o pegar un bocado. Tiene tramos privatizados pero es tan grande que también los hay públicos, en los que puedes disfrutar de las templadas y cristalinas aguas caribeñas. ¡Una gozada!

Otra imagen de la playa de Dominicus

Debo reemprender la marcha, con mucha pena, porque tengo la reserva del hotel en Punta Cana y aún me queda más de una hora de recorrido. Ya es de noche cuando llego a Punta Cana y más concretamente a Playa Bávaro, donde pernocto, en un hotel relativamente barato porque está alejado de la costa y no tiene, por tanto, playa privada.

Playa Bávaro, en Punta Cana

Estoy en Punta Cana, el centro de operaciones de los grandes centros hoteleros y resort de lujo, muchos de ellos de capital español, en el que pasan sus vacaciones miles de compatriotas. Voy a dedicar todo el día a recorrer las playas más destacadas de la zona, famosas en todo el mundo. Ya nada más empezar alucino con la playa de Uvero Alto, una idílica playa libre y salvaje, con escasos turistas.

La encantadora playa de Uvero Alto

Mi segunda visita es la playa de El Macao, tan imponente como la anterior. Con aguas turquesa y arenas doradas. No hay servicios ni tumbonas, sólo cocoteros, arena y agua así como algún vendedor de cocos y de alguna baratija. No me reprimo y me doy un baño en tan tentadoras aguas tras lo cual me tumbo bajo una palmera y me refresco con el agua de un coco.

Playa de El Macao, todavía virgen

La playa siguiente es la más conocida por los españoles, Playa Bávaro, ya que en ella se encuentran los resort de lujo “todo incluido” de Meliá, Barceló y otros. Si he de ser sincero, es una buena playa pero para mi gusto inferior a las otras dos. Acceder a ella no es sencillo ya que desde los hoteles sólo lo pueden hacer sus clientes, y el único acceso público no está señalizado, aunque al final lo encuentro. Está prácticamente toda privatizada por los hoteles, por lo que sólo puedes bañarte y pasear por la misma orilla del mar. Si te acercas a la zona de tumbonas y cocoteros te saldrá al paso un guardia de seguridad que te obligará a alejarte. En la misma playa, junto al hotel Barceló hay un amplio centro comercial de souvenirs aunque con precios desorbitados.

Playa Bábaro en la zona ocupada por el resort Meliá

Y termino mi recorrido por las playas de Punta Cana con Playa Blanca, a la que se accede desde una carretera situada junto al aeropuerto, siempre y cuando pases previamente por una oficina de control que te piden la documentación y toman todos tus datos antes de autorizarte la entrada. Playa Blanca es muy pequeña pero encantadora, con las arenas más blancas que recuerdo haber visto, unos cuantos cocoteros y aguas cristalinas. También un bar y un restaurante.

Playa Blanca, pequeña y de conplicado acceso

Dejo para el final la referencia a la comida en la República Dominicana. En las zonas turísticas los restaurantes con un nivel medio-alto son prácticamente prohibitivos, especialmente si te inclinas por la carne o el pescado. Tanto en Santo Domingo como en Punta Cana una comida con sólo un plato de carne o pescado y una cerveza te puede salir por 40 euros, ya que al precio de la carta hay que sumarle los impuestos, que ascienden a un 28 por ciento, y que nunca van incluidos. Si sólo pides una ensalada con una cerveza, es difícil que te salga por menos de 20 euros. Si quieres hacer la prueba ves a cenar a alguno de los varios restaurantes con terraza situados en la Plaza de España de Santo Domingo. Casi los mismos precios que en Suecia, un atraco.

Pantalán de una playa de la República Dominicana

TODAS LAS IMÁGENES DE MANUEL DOPAZO