Seúl se convierte en otoño en una de las ciudades más hermosas. Los imponentes palacios imperiales están salpicados de arboledas henchidas de tonalidades rojizas, los parques están coloreados con vegetación que luce todas las gamas verdes, rojas y amarillas, y los templos se engalanan con una gran variedad cromática en su floresta. Son los seductores colores otoñales de la capital de Corea del Sur.

Pabellón coreano rodeado de arboleda otoñal

Noviembre de 2017. Llego, acompañado de tres alicantinas más, Charo, Rosa y Justa, a Seúl. Atrás han quedado las incertidumbres de un viaje que me había sembrado algunas dudas ante las provocaciones belicistas, reiteradas en los últimos meses, por parte del controvertido, por decirlo suavemente, líder de Corea de Norte, y las respuestas, no menos preocupantes, de su máximo rival en el protagonismo mundial: el polémico Donald Trump. Para más inri mi viaje coincide con una visita del presidente estadounidense a Corea.

Recinto palaciego junto al Ayuntamiento de Seúl

Seúl no recibe con una ligera llovizna, lo que no es obstáculo para poder gozar de la primera visita que tenemos muy cerca del hotel: es un histórico palacio situado en la plaza del Ayuntamiento. Es un lugar encantador, con un gran pabellón de estilo coreano rodeado de distintas construcciones tradicionales todas de madera, y con varias zonas ajardinadas y con arboleda donde se aprecia intensamente el color otoñal.

Rincón de los jardines del palacio junto al Ayuntamiento

El exquisito gusto en la combinación de las distintas especies vegetales para realzar los colores de otoño se aproxima al que pude contemplar en Japón, el país vecino de Corea y el más encantador en cuanto a aprovechar al máximo la belleza de la floresta otoñal. Muy pronto cesa de llover y en pocos minutos comienza a despuntar un sol que lucirá ya todos los días de mi estancia en Seúl y en el resto de Corea.

El otoño en Seúl es de una gran riqueza cromática

Tras contemplar el llamativo Ayuntamiento, con un vanguardista edificio construido detrás del inmueble histórico, nos encaminamos hacia uno de los más grandes atractivos de la capital coreana, un palacio que como casi todo en este país, responde al complicado nombre de Gyeongbokgung. Por el camino observamos un gran despliegue policial y varias concentraciones de gente. Resulta que para ir al palacio se pasa por la embajada USA y con Trump a punto de llegar al país se prodigan las manifestaciones a favor y, especialmente, en su contra. Una de ellas está compuesta únicamente por mujeres que reclaman la paz entre las dos Coreas.

Concentración de mujeres por la paz

No faltan, por supuesto, los detractores de Trump que lo tildan de fascista y de autoritario. También los que repudian esta visita. No obstante, durante mi estancia coincido con una manifestación de coreanos que agitan banderas de ambos países en muestra de amistad. La polémica suscitada por esta visita se refleja asimismo en la abundante presencia policial por las calles del centro de Seúl.

Manifestación por la amistad con USA

El Palacio de Gyeongbokgung me recuerda, eso sí en pequeño, a la Ciudad Prohibida de Pekín. Se trata de un recinto amurallado que era reservado para la antigua familia imperial y su cohorte, con varias puertas monumentales por las que se accede a un conjunto de pabellones, palacios, y estancias de distinto tipo rodeadas de pequeños parques y zonas ajardinadas donde el color otoñal se refleja en las hojas de distinto arbolado.

Selfie de coreanas con el traje tradicional

Recorro este imponente palacio en sábado, lo que se traduce en una abundante presencia de visitantes. Lo más llamativo son las numerosas personas que van ataviadas con el traje tradicional coreano, deparando un gran encanto al lugar. Dos son las razones de esta abundante singular vestimenta: el amor de la población coreana por su cultura y, también, la promoción que de la misma hace el gobierno, hasta el punto de permitir la entrada gratis a los palacios históricos de Seúl a quienes lucen estos vestidos. Hay tal demanda de trajes tradicionales que hasta han surgido negocios donde se alquilan estos vestidos por horas.

Familia coreana luciendo el vestido de fiesta

La gran mayoría de coreanos son extremadamente amables y posan si les pides una fotografía con sus llamativos ropajes. Uno de los lugares emblemáticos de este palacio es el pabellón ajardinado y bordeado por un riachuelo, plasmado en múltiples postales y en imágenes de la ciudad. Aunque actualmente se encuentra en obras y rodeado de muros opacos, se han instalado unos miradores de cristal en los muros que permiten contemplarlo.

Un rincón encantador del palacio Gyeongbokgung

Al día siguiente iniciamos la jornada con una visita al templo budista de Jogyesa, uno de los dos únicos templos situados en plena ciudad. Hay que tener en cuenta que la gran mayoría de los templos budistas de este país se ubican en zonas rurales y, especialmente, en áreas montañosas o próximas, abarcando grandes espacios, que incluyen edificaciones religiosas y dependencias residenciales, a modo de monasterios. Jogyesa nos recibe pletórico de colorido ya que coincidimos con una exposición floral que transforma toda la superficie del templo en un manto de flores.

El templo budista Jogyesa cubierto de flores

La entrada a los templos budistas es gratuita en prácticamente todos los países asiáticos y no te ponen ningún reparo para que hagas las fotos que quieras. Solamente en algún caso aparece algún cartel que prohíbe las fotos en el interior, aunque casi todo el mundo hace caso omiso ya que no suele haber ningún control. En Jogyesa hasta los dragones han sido decorados con vistosas flores.

Dragones de flores en el templo Jogyesa

La segunda gran construcción histórica de Seúl es un palacio declarado Patrimonio de la Humanidad también con el complicado nombre de Changdeokgung. Es una visita que precisa prácticamente de toda una mañana, tanto por su extensión como por su belleza. Cuando llegamos, antes de las 9 de la mañana, aún no ha abierto pero hay una larga cola, aunque afortunadamente el servicio de venta de entradas es ágil. Como en casi todas partes, los coreanos tienen una gran deferencia con sus mayores y la entrada es gratis a partir de los 65 años. El precio para los demás es de 3.000 wones, que aunque parezca mucho apenas son dos euros.

El Jardín Secreto, a espaldas del Palacio Changdeokgung

Detrás del palacio de Changdeokgung se encuentra el Jardín Secreto, el lugar donde el color otoñal alcanza su máximo esplendor en Seúl. Aquí paga todo el mundo aunque el precio es de poco más de tres euros. Por supuesto que vale la pena ya que se trata de unos jardines preciosos durante todo el año pero especialmente mágicos a finales de octubre y principios de noviembre. La combinación de arces del japón con sus brillantes hojas rojizas, los templetes, pabellones y pérgolas de estilo coreano y los riachuelos y estanques deparan un paisaje único.

Un colorido rincón del Jardín Secreto

El Jardín Secreto es, dicho sea sin la más mínima exageración, toda una preciosidad. Además, aunque he leído en muchas informaciones que las visitas deben hacerse con un guía del parque y en grupo, lo cierto es que lo pudimos visitar a nuestro gusto recreándonos en los lugares más encantadores sin ninguna prisa ni tiempo acotado.

Los arces japoneses colorean el Jardín Secreto

Y si lo que quieres ver es el parque con el sabor otoñal más intenso de Seúl tienes una cita con el Parque Olímpico, construido hace 30 años con motivo de las Olimpiada de Seúl de 1988, y conservado perfectamente desde entonces. Se encuentra alejado del centro de la ciudad pero puedes llegar con el metro por apenas un euro. Hay que destacar que el metro de Seúl se extiende prácticamente por toda la ciudad y sus aledaños, y es rápido y limpio. Además, no temas para nada por la seguridad, ya que Corea es uno de los países más seguros del mundo. Debes tener cuidado de no perder las cosas, porque robar, no te van a robar.

El precioso Parque Olímpico de la capital coreana

Un bello pórtico da entrada a la gran plaza del Parque Olímpico, rodeada por un gran bosque en el que se insertan las distintas instalaciones deportivas. A lo largo del parque se han colocado numerosas y modernas esculturas que dan lugar a un bello museo al aire libre. El parque está recorrido por distintos senderos protegidos por una densa arboleda que reproduce todos los colores otoñales. Hay algunos rincones realmente preciosos.

Multicolor otoñal en el Parque Olímpico

El Parque Olímpico está comunicado con el rascacielos Lotte World por una avenida en cuya mediana se han levantado destacadas esculturas dedicadas a las distintas disciplinas olímpicas. En un recorrido de alrededor de un kilómetro llegas a este flamante edificio, el Lotte World Tower, que con sus 555 metros de altura y 123 plantas ocupa el quinto lugar entre los rascacielos más altos del mundo. Desde su mirador la vista abarca casi toda la ciudad si la neblina no lo impide.

El rascacielos Lotte World Tower, el quinto más alto del mundo

El otoño en Seúl reduce los días de tal forma que a las 17,30 horas comienza a anochecer. Por tanto, los días son cortos y se precisa de un mínimo de tres días para poder contemplar lo imprescindible de la ciudad. No lejos del Parque Olímpico se encuentra el otro gran templo budista urbano de la ciudad, Bongeunsa, un remanso de paz en un entorno de modernos edificios. Aunque no abunden, también tiene algunos ejemplares de árboles típicamente otoñales.

Escultura en el parque budista de Bongeunsa

Otro de los parques más hermosos para contemplar la belleza de este periodo del año es el de Namsangol, situado en la ladera del monte Namsan, un enclave cerca del centro en cuya cima se levanta la Torre de Seúl, una construcción similar a un pirulí desde cuyo mirador se contempla en todo su esplendor el centro de Seúl. El parque cuenta, además, con una reconstrucción de una aldea coreana con sus casas y edificios de estilo tradicional.

Tres alicantinas pasean por el parque Namsangol

Para los que como yo preferimos el pescado a la carne, un viaje a Seúl sería incompleto sin una visita, con comida incluida, al mercado de pescado de Noryangin, donde no solo se pueden contemplar los pescados y mariscos más cotizados y frescos si no que puedes disfrutar de ellos seleccionándolos tu mismo para que te los preparen en los numerosos restaurantes existentes en el propio mercado. Eso sí no acudas un fin de semana porque el lugar se pone hasta los topes. Cualquier otro día puedes disfrutar del mejor pescado del mundo y en un ambiente tranquilo a precios aceptables, aunque no baratos porque es imposible encontrar estos productos tan selectos a bajo precio.

Mariscos y peces vivos en el mercado de pescado

Por una u otra razón Corea está infravalorada por los españoles en materia de turismo, pese a que es un país encantador y yo diría de visita obligada. Mi primer viaje a Corea fue en 1998 y 20 años después el milagro económico coreano lo convierten en un país de vanguardia. Además, es más barato que Japón. Incluso puedes encontrar vuelos desde Madrid por menos de 600 euros para llegar a este lugar del extremo oriente, siempre que no escojas la temporada alta de Semana Santa, año nuevo y los meses de verano.

Coreanas con el vestido tradicional de fiesta

TODAS LAS IMÁGENES DE MANUEL DOPAZO