¿Quieres conocer un lugar único, aislado y misterioso, con animales encantadores exclusivos, insólitos árboles que parecen tener las raíces en las hojas y una población encantadora? Ese lugar es Madagascar, la cuarta isla mayor del mundo y a la que muchos definen, por su original fauna y flora, como “un mundo aparte”. Además, ahora, si viajas fuera de la temporada turística, los vuelos desde Madrid se han abaratado casi un 50 %. Una oportunidad que hay que aprovechar.

La Avenida de los Baobabs, la imagen emblemática de Madagascar

Mayo 2017. Me entero que Ethiopian, la compañía aérea de bandera de Etiopía que vuela tres días a la semana a Madrid, ha incorporado a sus destinos la isla de Madagascar, y promociona vuelos desde Madrid con escala en Addis Abeba, por unos 500 euros, una tarifa que reduce a casi a la mitad las abusivas tarifas de las otras opciones de vuelos desde España, que casi nunca suelen bajar de 900 euros y que, a menudo, superan los mil. Consulto los precios por internet y compruebo que es cierto, aunque los precios se disparan a partir de julio por encima de los 900 euros y no vuelve a bajar hasta a partir de mediados de septiembre. Sin pensarlo dos veces reservo una plaza para viajar el mismo mes de mayo y obtengo un excelente coste de 568 euros.

Los lémures posan a cambio de un plátano

Para viajar a Madagascar hace falta un visado pero se obtiene sin ningún problema a la llegada del vuelo en el aeropuerto de la capital, Antananarivo, aunque todo el mundo la llama Tana, a secas. Como antigua colonia francesa, el euro es admitido en muchos hoteles y restaurantes. Lo primero que hago en el aeropuerto es cambiar moneda, ya que, en contra de lo que sucede en casi todo el mundo, en la oficina de cambio consigues un mejor precio que en la ciudad. Cambio 300 euros y de golpe y porrazo me convierto en millonario. Me dan más de un millón de ariarys!, la moneda local. No, no se han equivocado: un euro se cotiza a casi 3.500 ariarys. Es necesario disponer de dinero en efectivo ya que las tarjetas de crédito apenas las admiten en los buenos hoteles y selectos restaurantes.

La mayoría de especies de camaleón son endémicas del país

En este, mi segundo viaje a Madagascar, me alojo en el Central Hotel por 30 euros la noche, un precio excelente ya que se trata de un alojamiento que puede pasar por cuatro estrellas. Al día siguiente, por la mañana, tengo programado partir hacia Morondava, para visitar por primera vez uno de los mayores atractivos de Madagascar: la Avenida de los Baobabs, la imagen icono del país. He contratado por internet, con una compañía de taxis, un coche con conductor durante cinco días, a razón de 30 euros por día. Sí, no hay error, son 30 euros por día incluyendo comida y alojamiento del conductor. Lo único que no incluye es la gasolina, que en Madagascar cuesta prácticamente igual que en España. Un precio prohibitivo para los lugareños, que despotrican del Gobierno cada vez que tienen que repostar combustible. Mi conductor se acuerda de toda la familia de sus autoridades cada vez que le recuerdas el precio de la gasolina. Hay que tener en cuenta que el salario mínimo en Madagascar ronda los 40 euros mensuales.

Los baobabs de Morondava flanquean un pintoresco camino rural

El conductor del taxi alquilado parece que no es muy puntual y una hora más tarde de lo concertado me veo obligado a llamar por teléfono a la agencia de taxistas. Consigo que me haga la gestión la recepcionista del hotel ya que mi francés es prácticamente nulo. La respuesta de la agencia es que mi chófer llegará en 30 minutos. No me preocupa demasiado porque sólo he adelantado el pago de un 10% pero la demora es un engorro. Pasa la media hora y otra hora más, y cuando ya estoy a punto de volver a llamar y mandarles a hacer puñetas, por decirlo en fino, aparece el taxista. Me explica que le han avisado hace escasamente una hora y debe tener razón, ya que ni su nombre ni la matrícula del coche coinciden con los que me aparecen en el contrato. En fin, agradezco la inestimable ayuda de la recepcionista y a las 10 de la mañana, tres horas más tarde de lo acordado, salimos hacia la capital de los baobabs.

Venta de frutas en la ruta de Antananarivo a Morondava

La distancia desde Tana a Morondava es de 650 kilómetros, por lo que tenemos que hacerlo en dos días, pernoctando en Antsirabe, la tercera ciudad de Madagascar y la capital del “pousse-pousse”, la forma de transporte más antigua del mundo, ya que se trata de carritos tirados a mano. Para la vista resultan muy pintorescos, pero para sus conductores debe ser un suplicio tirar del carro descalzos y corriendo todo el día. No quiero pensar si los pasajeros, que a menudo son más de uno, están rellenitos. La mitad aproximadamente de los taxis de Antsirabe son carritos a mano y la otra mitad, triciclos. Encontrar un taxi a motor es casi imposible.

Los pousse-pousses, carros tirados a mano, y los triciclos son los taxis de Antsirabe

He alquilado un coche con conductor porque ir a Morondaba desde Tana no es nada fácil, pese a contar con el mayor atractivo turístico de la isla. Existe la posibilidad de hacer el trayecto en avión, pero las tarifas de la compañía oficial son prohibitivas ya que rondan los 550 euros, ¡lo mismo que el vuelo intercontinental por un vuelo de menos de una hora! Y además apenas vuela un par de días a la semana y en días no fijos. La otra posibilidad es en el llamado taxi-brousse, que es una furgoneta en donde se apiñan los pasajeros en un recorrido nocturno que dura un mínimo de 15 horas y que, según me cuentan extranjeros que lo han probado, resulta insufrible y con frecuentes accidentes. Eso sí, apenas cuesta unos 10 euros pero lo que te ahorras por una parte lo pagas con lo que tardas en reponerte de semejante paliza, especialmente por el mal estado de muchos tramos de carretera.

En Madagascar sobrevive el sistema de taxi más antiguo

Cuando nos aproximamos a Morondava, al atardecer del segundo día, le pido al chófer que se dirija directamente a la “Allee des Baobabs” (Avenida de los Baobabs), un lugar mágico situado a 20 kilómetros de la ciudad, y el único punto del país donde existe una concentración del baobab más singular y llamativo de las ocho especies de existentes de estos árboles, de las que seis son endémicas de Madagascar.

La “Allee des Baobabs” es el lugar turístico más famoso del país

Son las cinco de la tarde, el sol se reclina sobre el horizonte y su luz anaranjada confiere un tono rojizo a los impresionantes baobabs, de casi 30 metros de altura, hasta configurar una imagen que difícilmente olvidaré. Me cuentan la historia reciente de un japonés que al llegar aquí no ocultó su emoción por el espectáculo y destacó que había valido la pena venir desde tan lejos sólo por ver esta imagen de la Avenida de los Baobabs. Por el viario pasan a veces vehículos motorizados, e incluso camiones, pero también, y especialmente, carretas tiradas por cebúes y triciclos, deparando una imagen más auténtica y genuina. Este lugar es, además, el único lugar de todo Madagascar en el que, al atardecer, se produce una concentración de turistas, aunque sea modesta.

Puesta de sol en la Avenida de los Baobabs

Para llegar hasta los baobabs hay que desviarse de la carretera de Antsirabe a Morondaba por un camino de tierra y recorrer unos 4 kilómetros. Debo reconocer que es un gran acierto no asfaltar este viario y, especialmente, en la zona de los gigantescos árboles, ya que perdería parte de su encanto con el paso de numerosos vehículos y a gran velocidad. Sin embargo, lo que no es de recibo es que para llegar al lugar turístico más emblemático de Madagascar no haya más alternativa que un camino de cabras, con tales baches y desniveles que llegar allí es casi un calvario. Y si encima visitas a los baobabs enamorados, una pareja de otra especie de baobabs abrazados que se encuentra a unos 8 kilómetros de la avenida, pues ya terminas molido, con una senda tan estrecha y accidentada que sólo se atreven a recorrer los todoterreno.

Los baobabs enamorados es otra visita obligada

Puede parecer un tópico pero no hay que perderse la puesta de sol en la Allee des Baobabs porque poder contemplar la singular silueta de estos árboles con el amarillento y rojizo cielo de fondo cuando el sol se pone compensa sobradamente de todas las incidencias para llegar hasta aquí. En los alrededores hay más baobabs de esta especie, la “adansonia grandidieri”, pero esparcidos y con concentraciones que no pasan de los cinco ejemplares. La agrupación de casi una treintena en la famosa avenida, la mayoría de ellos flanqueando el camino, es única en el mundo.

Muchas mujeres protegen su cara del sol con una crema amarilla

En Morondava me hospedo en el hotel Chez Maggie, una especie de resort con una comida excelente y con las habitaciones en agradables bungalows situados al borde de la playa. Aunque en las guías insisten en no recomendar la playa de Morondaba por sus supuestas corrientes, tengo la impresión que hablan de oído, ya que es una playa larguísima y donde puedes disfrutar perfectamente del baño ya que hay un amplio espacio en el que el agua no te cubre. Varios bañistas ya chapotean en el mar a primeras horas de la mañana, aunque el auténtico espectáculo es ver faenar de los pescadores.

La playa de Morondava es frecuentada por turistas

A partir de las 6 de la mañana, cuando comienza a clarear el día, en la playa de Morondava empieza la actividad de los pescadores, que preparan sus barcos, unos con velas para salir a alta mar, y otros con remos para faenar en las aguas cercanas. Finalmente, las mujeres aportan también su esfuerzo pescando con canastas y redes a sólo unos metros de la orilla. Por estos lares la pesca es exclusivamente artesanal y los barcos motorizados simplemente no existen. La actividad de los pescadores, con sus idas y venidas, se prolonga prácticamente durante todo el día salvo el parón de las horas más calurosas. Durante mi recorrido por la playa ningún pescador me puso el más mínimo reparo para obtener fotografías y, desde luego, sin pedir nada a cambio.

La playa de Morondava esta muy concurrida por pescadores

Si en Morondaba aprieta el calor, en el centro de la isla la temperatura máxima suele rondar unos agradables 25 grados, gracias a que se encuentra a una altura que ronda los 1.500 metros, y así sucede en la capital. Hacer el viaje en taxi me permite parar en distintos puntos interesantes del camino, y conocer las aldeas, mercados y tareas agrícolas de los lugareños, tan amables que incluso se sienten halagados con las fotos.

Velero de pesca a la salida del sol

Aunque la carretera de Tana hasta Morondaba es importante y muy transitada, algunos sectores están en muy mal estado por falta de mantenimiento, con grandes socavones salpicando el asfalto, lo que obliga a circular haciendo eses para sortearlos y no sobrepasar los 20 kilómetros por hora. Ante la ausencia de personal para parchear las carreteras, los lugareños se han ingeniado un nuevo oficio para obtener algún ingreso. Es el oficio que yo denomino “reparador espontáneo de baches”, consistente en suavizar el impacto de estos baches vertiendo en ellos piedras y tierra que esparcen con un palo largo para aminorar su desnivel. Por tal faena piden la voluntad extendiendo la mano a todos los vehículos que pasan.

Los vecinos de las aldeas son muy amables con los extranjeros

Cuando regreso a Tana lo primero que hago es desplazarme para ver otro de los grandes atractivos de Madagascar: los lémures, unos animales encantadores que sólo existen en la conocida como “isla roja”, por el intenso color rojizo de sus tierras. El mejor lugar para poder contemplarlos en la capital es acudir al “Lémur Park”, situado a 22 kilómetros, una reserva en la que se pueden contemplar hasta seis especies de estos primates que viven en completa libertad.

El sifaka es una de las especies más populares de los lémures

Al llegar al parque me dicen que la visita es obligada con guía y, a falta de otros visitantes, hago el recorrido con uno en exclusiva. Al principio me extraña la prisa del guía en hacer el recorrido, con continuos “OK come on” que apenas me dejan sacar alguna foto, pero es tal su insistencia en atosigarme que termino por pedirle que se puede ir, pero que me deje tranquilo porque la entrada me ha costado nueve euros, lo que en Madagascar es casi una fortuna, y no me da tiempo a nada. Incluso me acorta el recorrido por un atajo para terminar antes. Tan fugaz ha sido la vista que sólo he visto tres de las seis especies de lémures.

El maki de cola anillada es el lémur más terrestre y menos arborícola

Cuando el guía me dice que la visita ha terminado le espeto en castellano que ¡y un jamón!, y vuelvo al punto de partida con la intención de hacer de nuevo el recorrido a mi aire. Escucho los gritos del guía amenazando con llamar a la policía y le respondo en inglés que “si no la llamas tú la llamo yo”, por el timo de un recorrido tan rápido. Parece que finalmente el empleado ha dejado de seguirme y prosigo mi recorrido en solitario por la reserva, ahora contemplando tranquilamente a los lémures.

Hay más de una decena de especies de lémures incluyendo algunos nocturnos

Cuando ya voy por la mitad del itinerario me alcanza otro empleado, más corpulento y con pinta de guarda de seguridad, que me ordena que le siga hasta la salida. Le respondo que voy a salir pero cuando complete el recorrido, a lo que me replica que lo haga rápido. No le contesto y prosigo haciendo fotos y parando donde localizo algún lémur. Mi tranquilidad parece que le agota la paciencia y cuando apenas falta la cuarta parte del trazado por la reserva me amenaza con tirarme por la fuerza si hago alguna foto más. Me lo dice con tal énfasis que reconozco que me infunde temor, pero trato de no aparentarlo. Sigo sacando fotos pero, afortunadamente, ya son muy pocos los lémures que diviso en el último tramo, por lo que, al final, no llega la sangre al río y el energúmeno me deja cuando entro en la tienda de compra de souvenirs, donde, por supuesto, puedo estar todo el tiempo que quiera.

Casi todas las especies de lémures están en peligro de extinción

En el Lémur Park está prohibido no sólo tocar sino incluso acercarse a menos de dos metros de los animales, por lo que debes buscar otras opciones para poder tocarlos incluso hacerte fotos con ellos. La mejor de todas ellas es el parque nacional de Andasibe, a unos 140 kilómetros de Tana, y más concretamente, la reserva del Bakona Forest Lodge.

En Bakona Lodge puedes acariciar y hacerte fotos con los lémures

Este lodge dispone de una pequeña isla con lémures de tres especies tan dóciles y tan familiarizados con la presencia humana que puedes hacerte todas las fotos que quieras con ellos, que consienten todo lo que les hagas con tal de que les recompenses con un pedazo de plátano. Además, no temas arañazos ya que los lémures no tienen garras. Por lo general estos animales no son agresivos con el hombre, y menos aún los que están habituados a su presencia. No obstante, con aquellos ejemplares salvajes que viven libres en los grandes bosques y territorios hay que mantener precauciones ya que no es descartable que reaccionen con agresividad si se les molesta.

La mayoría de especies de lémures ser prestan a las fotos a cambio de un trozo de plátano

Los lémures de la isla del Bakona Forest Lodge viven en plena libertad pero no hay peligro de que abandonen la isla, rodeada por un río, ya que tienen alergia al agua y no se atreven a cruzar el río a nado. Visitar la isla apenas cuesta tres euros y debes hacerlo con un guía, que conduce la piragua que cruza el río y que con sus silbidos y la ayuda de plátanos, la fruta predilecta de estos animales, consigue atraer a los lémures.

El lémur marrón de collar

De camino al parque nacional de Andasibe es de visita obligada la Reserva Peyrieras, una amplia finca en la que puedes ver algún lémur pero donde el mayor atractivo son los camaleones, estos curiosos reptiles cuya gran mayoría de especies son también exclusiva de Madagascar. En esta reserva puedes contemplar desde la especie más grande, con casi un metro de largo, hasta los poco más de dos centímetros de la más pequeña.

El camaleón más grande del mundo alcanza los 80 centímetros

Un guía te acompaña por toda la reserva y se encarga de localizarte todos los animales, incluyendo los camaleones, indicándote la especie y caracteres de cada uno de ellos. Pese al gran tamaño de algunos, todos son completamente inofensivos y se alimentan de pequeños insectos que capturan disparando su pringosa lengua a la que quedan adheridos. Con un poco de suerte puedes contemplar en directo una captura, que apenas dura décimas de segundo.

Proceso de la alimentación de los camaleones:

1. El camaleón divisa a su presa, un pequeño insecto

2. El camaleón prepara su lengua y apunta al insecto

3. El camaleón dispara la lengua y atrapa al insecto

4. El camaleón repliega la lengua y engulle al insecto

Baobabs, lémures y camaleones son los tres hitos más destacados deMadagascar, pero en la extensa isla, la mayor del mundo tras las de Groenlandia, Papúa Nueva Guinea y Borneo, hay mucho que ver, incluyendo sus numerosos parques nacionales y sus bellísimas playas. En cuanto a la capital, Tana, aunque tiene algún lugar agradable, como la colina y el palacio de Rova, restaurado en parte tras el incendio que lo destruyó en 1995, es una ciudad un tanto cutre.

Panorámica de Antananarivo, la capital de Madagascar

Para mi gusto resulta más interesante visitar las aldeas, con las bellas casas tradicionales, con cubierta de paja a dos aguas y construidas de adobe principalmente rojizo, aunque también de color claro, la mayoría con dos plantas, de las que la baja se destina a los animales. Las casas más destacadas lucen, además, bellísimas balconadas de madera.

Casas tradicionales en una aldea de las tierras altas centrales de Madagascar

El 99 % de los moradores de estas aldeas se sentirán halagados por tu visita y te invitarán a que conozcas el interior de sus modestos hogares. Es por ello que los pocos turistas y visitantes de la isla, siempre se marchan con el inolvidable recuerdo de la amabilidad y gentileza de sus gentes.

Un roquedal junto a un riachuelo se convierte en un inmenso secadero de ropa

TODAS LAS IMÁGENES DE MANUEL DOPAZO